Mohammad Rasoulof: "La libertad se ha convertido desde hace unos años en mi primera necesidad"
El director vuelve a establecer un discurso profundamente político en su último trabajo, "La semilla de la higuera sagrada"


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Convertido en exponente cinematográfico silencioso y silenciado de la libertad y desde la escasa intimidad que brindaba el interior de la sala Zubia del Hotel Maria Cristina, centro de operaciones neurálgico y hechizado en el que se concentraban en la pasada edición del Festival de San Sebastián todas las energías y conversaciones del certamen donostiarra y a veces, pareciera que hasta del mundo, un hombre con el espíritu domesticado por la resistencia tras pasar más de diez años luchando contra la persecución sistemática del gobierno de su país, nos recibía entregado y soberanamente educado para hablar de los pormenores de su nueva película, «La semilla de la higuera sagrada».
Ese hombre no era otro que el cineasta iraní Mohammad Rasoulof y en su nuevo trabajo, que ya consiguió alzarse con el Premio Especial del Jurado en la última edición de Cannes, vuelven a manifestarse todas las reivindicaciones políticas y sociales por las que ha sido perseguido a través del retrato de una familia herida formada por un matrimonio y dos hijas adolescentes que tras la desaparición de una pistola perteneciente al padre que trabaja como juez de instrucción, sufre en sus propias carnes la paranoia de la sospecha incriminatoria de su propio padre.
¿Sería correcto afirmar que toda su filmografía se ha convertido en un manifiesto político deliberado? No solamente el cine en un contexto de totalitarismo, sino todo en general se convierte en un acto político cuando se da esa circunstancia de opresión. Cualquier modo de observación y crítica que puedas hacer hacia el funcionamiento de las cosas, el Estado lo va a convertir en un desafío, en una contestación hacia el poder. A menos que cerremos los ojos y consideremos que todo es normal, toda observación crítica o mínimamente disidente se convierte en un acto político y en este sentido, mi película y mi forma de entender el cine en general lo siguen siendo, por supuesto», asegura el cineasta sobre la implicación política contestaria que esta película cruda y dolorosa en lo que a representaciones de realidades injustas se refiere, sigue manteniendo al igual que la práctica totalidad de su filmografía –siendo «La vida de los demás» una de las propuestas que mejor ejemplifican este compromiso entre el relato y la vida–.
Cuando le preguntamos a Rasoulof por una posible modificación en su concepto de la palabra libertad, sus ojos parecen inundarse de manera inmediata. «La libertad se ha convertido para mí desde hace unos cuantos años en mi primera necesidad. En un elemento que me resulta urgente ser capaz de conservar. Tu pregunta me conmueve porque es algo en lo que estoy pensando mucho estos días para introducirlo también en mi próxima película», se despide el director apelando de manera directa a uno de los motivos claves que ha condicionado ya no solamente su arte, sino también el proceder de su propia vida. Y en el fondo, de la de todos.