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Aída Gómez: «El baile refleja lo que somos»

Ha llevado hasta las Naves del Matadero de Madrid su espectáculo «Adalí», que define como un viaje entre la tradición y el futuro
larazon

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Acaba de terminar el ensayo. A pesar de la veteranía, nunca faltan los nervios del estreno. Se expresa con la voz y con el gesto porque Aída Gómez lleva la danza en la venas y la transpira por todos los poros de su cuerpo. «Adalí» es su último espectáculo y lo estrena en Madrid en las Naves del Matadero, con un programa que incluye palos como «Blanco y negro», «Rondeñas», «Farruca», «Alegrías» o «Tangos». «Un viaje entre la tradición y el futuro. Si el siglo XX fue el de la entronización del flamenco teatral, el reto del XXI será conservar las tradiciones y recrearlas con una visión actual». La composición y dirección musical corresponde a Juan Parrilla. La coreografía está compartida entre Aída Gómez, Christian Lozano y Eduardo Guerrero, que a su vez son los bailarines del espectáculo.
–¿Qué significa «Adalí»?
–Significa Madrid en calé. Me apetecía hacer un homenaje a mi ciudad. Comparar su diversidad con la del flamenco, que la gente viese un abanico amplio de la danza donde el flamenco es una parte más, como la danza bolera o la española. Madrid es una gran mezcla y eso es este espectáculo, una combinación que quiere mostrar la evolución de la danza y del flamenco representado aquí, porque la danza española es un patrimonio cultural que ha triunfado en todo el mundo y en Madrid se hace de una forma especial.
–Un viaje al interior del flamenco, pero al pasado.
–No pretendo traer un flamenco puro y profundo. Se trata de un viaje, de un proceso con el que deseo llegar al corazón de la gente, una invitación para recorrer las esencias y los aromas del baile flamenco junto al espectador.
–Comienza con un homenaje a los más grandes.
–Es necesario, porque no nos podemos olvidar de las raíces, de la mochila que traes, de lo que nos dejaron Antonio, Mariemma, Gades...Yo hago el espectáculo al revés, empiezo fuerte y acabo suave con la poesía del chelo. El flamenco es poesía y «Adalí» lo concibo como un sueño poético a través de la danza española, una de las más ricas del mundo. Es única y no puede desaparecer.
–¿Somos lo que bailamos?
–Sí, el baile refleja lo que somos, el carácter, la sensibilidad, el sosiego, el estado de ánimo y la actitud en la vida. Refleja la evolución de la vida misma. No se piensa ni se siente igual a los 20 que a los 30. A través del baile expreso mis emociones y sentimientos, río, lloro...Delata si eres natural o artificial, si lo sientes o si simplemente lo imitas. En la danza no puedes ocultar nada de lo que aparece en el escenario, se ve quién es un artista o un ejecutante.
–¿El baile flamenco es tradición o vanguardia?
–La estética del ballet flamenco se adaptó al arte contemporáneo. En su momento estuvo asociado a las vanguardias, pero hay bastantes variantes, unos bailan más tradicional, otros más canastero... Hay quien hace solo flamenco y se nota. Yo creo que hay que experimentar nuevas formas. La renovación hay que asumirla como un proceso necesario. Hemos evolucionado mezclando, metiéndonos en otros ríos, incorporando instrumentos nuevos como el chelo o la flauta. Pero eso sí, pasando primero por los cánones. No nos podemos saltar las raíces, no vale cualquier cosa. Primero hay que beber de la esencia, porque aquí, al igual que en la vida, no hay atajos.
–Usted que viene de la danza española, ¿cómo se desenvuelve con los palos del flamenco?
–En las dos carreras de danza se requiere estudiar el flamenco y la danza bolera. Un clásico no podría bailar esto. Nosotros hemos estudiado el flamenco como una disciplina más, pero yo no bailo unas alegrías como una bailaora, sino como una bailarina de danza española.
–¿Es una carrera exigente?
–Comencé con Antonio a los catorce años. Era bastante exigente porque debía serlo. Una carrera así requiere muchos sacrificios y constancia, ejercicio, comida, soledad...pero tiene sus compensaciones. A mí me gusta, vivo para esto, no he hecho otra cosa en mi vida, pero tienes que ser mentalmente fuerte porque te puedes obsesionar y esta profesión te lleva al abismo.
–¿Puede entenderse sin vocación?
–No, rotundamente, no. Sin vocación y sin pasión no hay danza. Debe ser un sufrimiento salir a un escenario sin esto. El baile tiene que salir de dentro, y si el corazón no funciona, no hay duende, no hay nada.
–Ha tenido muchos premios, ¿pero cuál es el más grande?
–Mirar para atrás y ver que el esfuerzo de mi madre ha merecido la pena. Que aunque el camino es duro, compensa. Me ha dado la oportunidad de viajar, de conocer a genios, a gentes y culturas diferentes y me han pagado por hacer lo que me gusta.
–¿Qué diría a alguien que empieza?
–Que siga insistiendo y que se prepare, que cuando deseas una cosa y luchas, la vida te lo concede. A lo mejor de otro color distinto a lo que pensabas, incluso mejor, pero lo consigues.
–¿Es la danza la «cenicienta» de las artes escénicas?
–Creo que sí, no está valorado el esfuerzo. No se apoya lo suficiente y es de lo primero que se recorta, pero hay muchas maneras de ayudar, no sólo económicamente. No se apoya la docencia, se quieren resultados inmediatos. ¿Por qué no hay un grupo de danza en el Real o en la Zarzuela? La danza es una disciplina que no tiene fronteras y el texto sí. Hace falta estructura, escenarios y dar oportunidades.
–A estas alturas de su carrera, ¿qué le queda por hacer?
–Muchas cosas. Lo bueno es que no he hecho una cosa sólo. Me encanta la docencia, me enamoro del talento, trabajar con los jóvenes y ayudarlos a sacar lo que llevan dentro. Me gusta el arte y para mí, lo natural es bailar. Me da igual estar arriba o abajo del escenario. Me gusta hacer de todo y aprender de todo.