Álex de la Iglesia da la campanada
El director bilbaíno presenta en San Sebastián «Mi gran noche», una comedia coral, delirante y catastrófica que supone el regreso al cine, 40 años después, de Raphael.
El director bilbaíno presenta en San Sebastián «Mi gran noche», una comedia coral, delirante y catastrófica que supone el regreso al cine, 40 años después, de Raphael.
Hay como dos festivales paralelos. Por un lado el San Sebastián competitivo, oficial, el de las ruedas de prensa y los anuncios de la industria, el de las estrellas –por qué no– del día... Y luego está el San Sebastián del clan de Álex de la Iglesia. Una banda aparte. Ese tipo de gente que llega, se te cuela en casa y arrasa con los bollitos y el minibar. «Llevamos desde las siete de la mañana», se justifica De la Iglesia mientras se toma un respiro en la terraza del María Cristina antes de volver a la carga, a las entrevistas. Viene acompañado de ciento y la madre: Mario Casas, Carlos Areces, Blanca Suárez, Santiago Segura, Hugo Silva, Carmen Machi, Terele Pávez... ¡Y Raphael!
¿Por qué él y no otro? «Raphael es un icono», dice el director. Y el día después de que Fernando Trueba renegara de su identidad española, De la Iglesia, se inventa una nueva: «Raphael es España, Raphael somos todos». No abunda en su españolidad: «Yo sufro España, como Unamuno, que también era de Bilbao».
Una película sin control
La del cantante ha sido una de las apuestas más «heavy» del director. Escribió el guión sin tenerlo apalabrado. «Y al final él dijo sí. Y dijo “SÍ”. Incluso a las secuencias más locas estaba de acuerdo. Es una delicia, un tipo excepcional que genera buen rollo en el rodaje. Venía días de rodaje que no le tocaba a él para estar con nosotros. No ha rechazado nada». Raphael es, en «Mi gran noche», Alphonso, un cantante veterano que ha perdido su primacía en los escenarios y que aspira a recuperarla frente al joven Adanne (Marío Casas), un tipo a medio camino entre un Bisbal y un Chayanne. Pero ellos dos son sólo parte integrante de un elenco actoral y de un guión extremadamente coral en el que tienen cabida numerosas historias entrecruzadas que caminan cada una de ellas a su conclusión particular y a un delirante final con catástrofe general y generalizada. «Y con espuma, mi homenaje a “El Guateque”». Pepón Nieto da vida al personaje más central, troncal, de la trama: un parado que es contratado in extremis a través de una ETT para sustituir a un figurante en un programa de Nochevieja que se rueda a puertas cerradas y casi en verano. «Ha sido mi película más difícil de rodar», confiesa De la Iglesia poco antes del estreno oficial de la cinta en San Sebastián, fuera de concurso. «Cuando ruedas a lo loco es cuando todo tiene que estar más controlado. Hay que controlarlo mucho para que funcione y no se distorsione. En este caso, todo estaba muy medido, aunque suene fatal. Había una clara intención de controlar cada pequeño mecanismo para que todo funcione. Encima sólo teníamos siete semanas de rodaje y hacíamos cinco páginas al día, sin repeticiones. Todo el rato había cien personas en plano y entenderte con todo eso era muy difícil. Pero también ese “enmajaramiento” era lo mismo de lo que hablaba la película».
Asegura el director que con esta cinta por la que pululan asimismo la corrupción, los ERE laborales o el famoseo facilón de las televisiones, aspira a «generar una catarsis riéndonos de nosotros mismos. El espectador se siente liberado al verse reflejado de una manera ridícula y grotesca, porque no te ves a ti mismo sino una representación y en el fondo intentas solo que se divierta la gente. Muestro una España histriónica, exagerada; me interesa hacer una mascarada, una mascarada de una mascarada, porque la realidad en sí misma lo es».
Aficionado a las películas de catástrofe, «ésas tan malas que no deberías admitir que te gustan», reconoce en esta película, cerca ya de los 50 años, al muchacho que se pasaba los días en el Cine Astoria («cuando yo amaba el cine como si en la vida no interesara nada más») viendo «El coloso en llamas» o «Tiburón», en bucle. De aquella época conserva «cierta nostalgia de los programas de Nochevieja, de esa televisión que nos unía, eso de que toda España estaba viendo eso y al día siguiente íbamos a hablar del número de Martes y Trece, de Pajares y Esteso o de lo buena que está María José Cantudo. Esa sensación de fraternidad se ha perdido en la tele». En cambio, mira al cine que viene con esperanzas. «Estamos recuperando al público», mantiene.
Después de «Mi gran noche», Álex de la Iglesia confiesa que le encantaría rodar un musical. Sin embargo, el próximo proyecto de este «maniaco-compulsivo» del cine («He empezado a producir películas de otros porque no me da tiempo a hacer todo lo que quisiera») camina, en su planteamiento, por la senda del Buñuel de «El ángel exterminador». En «El bar», un grupo heterogéneo de personas se encontrarán encerradas en una tasca de mala muerte tras un asesinato en su interior. No falta tanto para verla.