Almodóvar: «Ésta es mi película con más pluma»
Bocas sobre un micrófono que traicionan a la pantalla de enfrente. Labios que aletean como máscaras de voces ajenas. El doblaje ha sido un recurso estético repetitivo en el cine de Pedro Almodóvar.
Bocas sobre un micrófono que traicionan a la pantalla de enfrente. Labios que aletean como máscaras de voces ajenas. El doblaje ha sido un recurso estético repetitivo en el cine de Pedro Almodóvar. A veces como elemento dramático («Mujeres al borde al borde de un ataque de nervios») y otras, cómico («Los abrazos rotos»). Ahora es ésta su única preocupación: cómo doblarán a los tres homosexuales protagonistas de la película en Francia e Italia, donde se estrena el viernes simultáneamente con España «Los amantes pasajeros». A pesar de su gripe, el cineasta nos recibe de excelente humor en su despacho de su productora, El Deseo, donde controla hasta el último detalle, incluida la lista de invitados a la fiesta de la «première».
–En su filme «La flor de mi secreto», el personaje de Leo se quejaba: «Cómo voy a escribir rosa si mi vida es negra». ¿Le ha ocurrido lo mismo durante los últimos años cuando le pedían que filmara una comedia?
–Es verdad que el personaje de Leo era un trasunto mío entonces. Las películas que he hecho en este siglo las considero esenciales en mi carrera, aunque más sombrías, me siento muy satisfecho de ellas. Pero después del corto «Chicas y maletas» quise probar si me salía ese tono de los primeros ochenta. Ahora los guiones que tengo en mente no tienen nada que ver con la comedia.
–La ligereza de la película es relativa, pues aborda los conflictos políticos actuales...
–Al principio quería hacer una cinta de evasión, un capricho cómico, aunque ya desde la reescritura del primer borrador la realidad empezó a colarse. Todo el guión es una metáfora de la sociedad española actual.
–Entre las instituciones que critica está la Corona...
–El «caso Nóos» ha marcado un antes y un después, pero ya antes había caído el tabú. Este escándalo ha dejado a la Monarquía muy frágil. Aun así, no he querido echar leña al fuego y espero que no se lo tomen como una falta de respeto.
–Cuando empezó su carrera filmaba a grandes divas. Ahora que conoce el «glamour» parece interesarle el costumbrismo de la gente normal...
–Es cierto. Depende de la vida que llevas; buscas lo opuesto. Aunque hace más de 40 años que no vivo en el pueblo, mi vínculo con las tramas rurales siempre estará presente. Es una manera de ser consciente de la familia en que naciste. Ahora que conozco el «glamour», que he pasado por todas las alfombras rojas del mundo, no me interesa tanto. Es divertido para una crónica, pero no para incluirlo en mis historias.
–Su relación con el público español ha sido desde casi siempre tortuosa. ¿Hace esta comedia para reconciliarse?
–He tenido más problemas con los que escriben de cine que con el público, al que, por otra parte, no conocemos. Me llevé la sorpresa de que el público de «La piel que habito» estaba formado mayoritariamente por gente de 20 años y menos, a pesar de que tenía tantas referencias cinematográficas. En este momento creo que lo mejor que puedo hacer es algo que entretenga al público español. Es cierto que la taquilla de mi cine aquí ha ido decreciendo, pero las películas se amortizan con creces, lo que desgraciadamente no le ocurre al 90 por ciento del cine español.
–¿Cómo se sintió al rodar en un aeropuerto cuya falta de uso critica en la película?
–Un poco hipócrita. No es de lo que más orgulloso me siento, pues no se les dijo de qué iba y nos estábamos aprovechando un poco de ello. No sé qué relación tengo con Castilla-La Mancha, pero creo que mis paisanos no se merecen a esa mujer de pelo liso.
–¿Podría decirse que se trata de su película más gay?
–Aunque creo que las películas no son homo o heterosexuales, es la que tiene más pluma. He preferido en todas mis películas que los personajes homosexuales estuvieran interpretados por heteros, porque así no había tanta implicación. Con esto no quiero decir que los protagonistas de ahora sean homosexuales, pero sí que la pluma funciona de un modo liberador. Es una celebración de lo gay, pero ninguno de ellos hace un arquetipo, y he tratado de no caer en topicazos.
–Si es un filme tan homosexual, ¿por qué el sexo que muestra es sólo heterosexual?
–Es que si te pones a mostrar, tienes que enseñar mucho. Además, con el tiempo, me resulta más divertido hablar de sexo que enseñarlo. De hecho, me dio pudor enseñarle el guión a Hugo Silva por las frases que pongo en su boca.
–Todas sus películas tienen momentos musicales. ¿Por qué no se ha atrevido a hacer una comedia musical?
–Por falta de confianza en mí mismo y por no haber encontrado una partitura adecuada. Sin embargo, nunca haría un musical como «Los miserables», por ejemplo, sino más bien uno a lo Vincente Minnelli o a lo Stanley Donen, donde la acción avance con las canciones y en el que haya más diálogo que música.
Dos generaciones de actores
«Los amantes pasajeros» no se trata solamente de la película en la que Almodóvar recupera el reparto coral, quizá el más extenso de su filmografía y en el que destacan Javier Cámara, Raúl Arévalo, Carlos Areces, Blanca Suárez, Hugo Silva, Miguel Ángel Silvestre, Antonio de la Torre, Guillermo Toledo y un largo etcétera de actores. Es, además, una cinta en la que el director manchego ha tirado de amigos para algunos cameos: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Paz Vega y Cecilia Roth, entre otros. Intencionadamente o no, Almodóvar ha unido a dos generaciones de intérpretes en su nueva película.