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De aquellos barros del Telón de Acero, estos lodos nacionalpopulistas
El profesor anglosajón Timothy Garton analiza el origen de los problemas actuales de Europa en la reedición de su libro "La linterna mágica"

A pesar del título no es un libro sobre la caída del comunismo a finales del siglo XX, sino sobre el ascenso en la actualidad del nacionalpopulismo en la Europa del Este. Timothy Garton Ash ha reeditado su clásico de 1990 sobre la experiencia que vivió en Varsovia, Budapest, Berlín y Praga en 1989 para decirnos con un par de capítulos más que las cosas se han hecho mal desde entonces. Si se hubieran hecho bien, dice, ahora los «ultras» no estarían subiendo como la espuma en Polonia, Hungría, Alemania y otros tantos países. Timothy Garton Ash, que acaba de cumplir 70 años, pertenece a ese grupo de profesores anglosajones de instituciones progresistas con caché que se prodiga en la prensa de la izquierda acomodada, como «The Guardian» y «El País». Es especialista en historia del presente; es decir, en hacer de cronista con los instrumentos del historiador, aunque en esta ocasión con una carga ideológica en el análisis. Dicha perspectiva se encuentra en esta obra donde la tesis principal es que el consenso político y cultural de la Unión Europa se tambalea porque se hicieron mal las transiciones en los países del Telón de Acero.
Los europeos del Este, cuenta Garton Ash, salieron del comunismo con una fe exagerada en el liberalismo como fórmula para arreglar la vida cotidiana. Quisieron ser como los «europeos» a través de lo que el autor llama «santísima trinidad»: la democracia pluralista, el libre mercado y la sociedad civil. La cosa no funcionó porque la oligarquía comunista pactó con las élites liberales occidentales, dice. Se produjo entonces la mayor privatización de la historia europea reciente en un proceso corrupto. Surgieron así mafias relacionadas con la política que pactaron con países que no eran democráticos, pero donde hay mucho dinero que circula por vías no legales, como China y Rusia. Con la economía contaminada no ha existido un libre mercado, sino una jungla sin beneficios para la gente común.
Así, esos europeos pasaron de jornadas laborales sin intensidad durante el comunismo –lo dice el autor– a trabajar mucho sin recompensa moral o material. Por eso los jóvenes bien formados dejaron su comunidad para buscarse un futuro mejor en otros lugares porque, cita Garton Ash, «es más fácil cambiar de país que cambiar a tu país». Al tiempo, sus naciones se llenaron de extranjeros venidos de lugares más pobres, y se les quiso inculcar una agenda progresista que no les convenció. Esto pasó en Polonia, Hungría y Alemania del Este, principalmente. Esos europeos quedaron atrapados entre una promesa europeísta que no se cumplía y un trato discriminatorio en su propio país. Veían que la oligarquía vivía muy bien al tiempo que quería adoctrinarlos y los rodeaba de inmigrantes con otras costumbres y creencias.
Apareció así el nacionalpopulismo, que les dijo que debían recuperar sus tradiciones para corregir los males de su presente. La solución del populista, cuenta el autor, estaba en la reacción, entendida como la defensa de la nación, la familia y la religión cristiana, y no en los derechos LGTBI ni en la acogida de unos inmigrantes que no reconocían ninguna de esas señas de identidad. El populista dijo que había que tener hijos, sostener la familia tradicional de hombre y mujer, priorizar la vivienda, el empleo seguro, y hacer que se respeten las costumbres propias.
Los populistas prometieron que esa reacción les devolvería la dignidad y la tranquilidad. Es curioso, pero Garton Ash coincide con los populistas en el diagnóstico de que todo se hizo mal tras 1989, pero su solución es sorprendente. El autor apuesta por una salida «progresista», que identifica con la restauración de una democracia liberal que sostenga la misma corrección política de la Unión Europea contra la que se ha levantado el nacionalpopulismo; es decir, la prioridad de los derechos del colectivo LGTBI, la inmigración africana e islámica de puertas abiertas, o la transición ecológica a cualquier coste. En suma, dice que se hizo mal pero que hay que repetir, quizá porque en esta ocasión se puede hacer bien.
Llegó el momento...
El libro acaba con una salida propia de Mayo del 68, que fue el ambiente en el que se educó Garton Ash. Dice que «ha llegado el momento de una segunda liberación de la Europa central». La primera vez fue para echar a los comunistas, la segunda ha de ser para expulsar a los nacionalpopulistas. El autor imagina una gran movilización juvenil que tenga como símbolo a una «mujer progresista y proeuropea», para forjar un partido, un programa y unos líderes que ganen las elecciones. El alegato termina con unos versos de Byron referidos a la revuelta heredada de padres a hijos. La obra, en definitiva, es una mirada oficialista sobre la situación política de Europa. El libro de Garton Ash no rebate con argumentos los postulados nacionalpopulistas sobre la inmigración y el islamismo, por ejemplo, y carece de un análisis sociológico en profundidad de las poblaciones actuales, aferrándose con demasiada ligereza a los tópicos.
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