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Pensar hoy con los clásicos

Aristóteles: el filósofo sin el que no existiría la Inteligencia Artificial

El alumno se rebeló contra su maestro, Platón, y puso las bases del mundo como lo conocemos. Es más actual que nunca: sin él no existiría internet ni la Inteligencia Artificial ni la ética moderna

Busto que representa al filósofo Aristóteles
Busto que representa al filósofo Aristóteleslarazon

Aristóteles importa. Sin él no existiría el mundo actual, la ciencia, los cohetes espaciales o Internet. Es el padre de toda la estructura y el sistema del saber que ha triunfado en occidente. Su éxito, desde la perspectiva de la larga duración, es indudable. Pero todo comienza, como no podía ser de otra manera, con una arquetípica traición al maestro: tenía que superar a Platón («matar al padre») y su mundo ideal de las formas. Es curioso pensar que, al principio, Aristóteles era uno de los miembros más destacados de la academia y más platónico que nadie en sus primeras obras: apodado «la mente», «el lector» por su enorme inteligencia, era sin duda el mejor alumno de Platón. Pero pronto todo cambió: «amicus Plato, sed magis amica veritas», según el viejo adagio. Admiraba a su maestro, pero pronto se separó de él radicalmente. Recordamos en «La escuela de Atenas» de Rafael cómo aparece como el gran antagonista de Platón: este señala hacia arriba, al mundo de las ideas, mientras que Aristóteles lo hace abajo, de forma más realista, con su Ética a Nicómaco en la mano, porque se basa en la realidad que percibe por los sentidos.

Y es que Aristóteles supone un salto de gigante, al cuestionar todo el legado anterior, tanto la tradición de los estudios sobre la naturaleza de los presocráticos, como también lo que hace Platón al postular un mundo de las ideas más allá de nuestro mundo sensible. Esto es lo que va a impugnar muy seriamente Aristóteles. Gran crítico, hace un recorrido por la historia del pensamiento y enmienda la plana a los otros pensadores, haciendo una primera genealogía o historia de la filosofía en la «Metafísica». Para resolver la cuestión del ser, que venía ocupando al pensamiento griego desde sus orígenes, Aristóteles buscar en el mundo visible a los sentidos, y no fuera de él, todos los elementos que permiten el conocimiento. Esto lo logra con el concepto de sustancia, que resulta una combinación de materia y forma, distinguiendo el sustrato o material del que está compuesta, que otorga la posibilidad que tiene algo de «ser en potencia», y la forma que esa sustancia adopta, que cubre y moldea sus cualidades y las diferencia, permitiéndole «ser en acto». Así se puede localizar lo permanente en el seno de la multiplicidad del mundo: en la determinación de las formas que se encuentra en el propio interior de las cosas. Los principios de la naturaleza se hallan en el análisis inductivo de los objetos, la definición de su clase y la determinación de su estructura interna. El conocimiento es posible y debe centrarse en la forma. Así, Aristóteles localiza los universales dentro de cada cosa en concreto en la que subsisten. El viejo problema del movimiento –que había torturado a los eléatas, por ejemplo– lo soluciona aplicando el proceso que media entre la potencia (dynamis) y la actualidad (entelecheia), mediante un desarrollo que puede implicar un cambio cuantitativo (crecimiento y disminución), espacial o cualitativo. La potencia, si las condiciones son correctas y no se ve impedida, llegará a ser actualidad si cumple su finalidad (telos) natural, lo que posibilita todo cambio y movimiento en el ser. La genial respuesta aristotélica al problema del ser y el movimiento incluye su famosa teoría de las cuatro causas, cuatro factores causales y simultáneos (material, formal, eficiente y final). En cuanto a la física, Aristóteles analiza la composición de su universo y cómo «una cosa se genera desde otra y lo diferente desde lo diferente» a partir de estos principios y causas. En su concepción teleológica de la realidad, el mundo no puede dejar de tender hacia su perfección: en último grado, anhela a la mente pura pensante, que es lo divino.

Matemática y retórica

Tras esclarecer así la realidad, su enorme corpus de obras irá desgranando todas las ciencias en un árbol completo, las demostrables empíricamente, a modo matemático, como la lógica, y las humanas, como la retórica, la política o la poética. Es admirable cómo elabora un sistema metódico para entender la realidad de forma global, de implacable lógica, aplicando su teoría del hilemorfismo (materia y forma), sus cuatro causas y su idea de finalidad a todo: desde los embriones a las constituciones, la matemática y la poesía … todo entra y queda armonizado en su gran sistema. Es el primer gran filósofo sistemático, antecesor necesario de Kant o Hegel y, antes que ellos, fundamental para la filosofía medieval, desde los árabes, para los que simboliza al gran sabio global, a la escolástica cristiana. Con ese deseo enciclopédico de saber, que inspira su gran escuela, el Liceo, y que fascinó a Alejandro Magno, su discípulo político, universalista y revolucionario, que cambió el mundo con sus conquistas, Aristóteles está hoy más vivo que nunca. Sin el método científico y experimental que preludia el gran sabio de Estagira y sin su magnífica construcción conceptual no podríamos viajar todo el planeta y dominarlo, entender la física materialista, construir robots y ordenadores y crear la inteligencia artificial. Pero hay mucho más, además de la lógica, la física o la matemática, Aristóteles también nos importa como fundador de la ética moderna, aunque

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