Sección patrocinada por sección patrocinada

cultura

'Comedian' y el precio del relato

La compra de Comedian no es un simple intercambio comercial; sino la colisión de dos sistemas especulativos que intentan redefinir nuestras nociones de precio y verdad: el mercado del arte contemporáneo y el de las criptomonedas

Noticias de última hora en La Razón
Última hora La RazónLa RazónLa Razón

Parece un chiste contado con perfección, pero es mucho más. 

La obra 'Comedian' de Maurizio Cattelan, esa infame banana pegada con cinta adhesiva a la pared, ha sido subastada recientemente por Sotheby’s por una suma exorbitante. Su nuevo dueño es un magnate de las criptomonedas. Hasta ahí la noticia.

La compra de Comedian no es un simple intercambio comercial; sino la colisión de dos sistemas especulativos que intentan redefinir nuestras nociones de precio y verdad: el mercado del arte contemporáneo y el de las criptomonedas. Ambos se alimentan de grandes narrativas, de la proyección de expectativas y del capital simbólico. En este caso, la cinta gris y la fruta se convierten en el tótem perfecto para un magnate cuya fortuna se ha construido en el mercado descentralizado y etéreo del blockchain, donde el valor está determinado no por tangibilidad, sino por creencia colectiva. Como historia tiene todo bastante sentido.

Cuando Cattelan presentó Comedian en el Art Basel de Miami de 2019, el impacto fue inmediato. Los que la vimos no sabíamos si reír o llorar, y los críticos se dividieron entre quienes lo vieron como un golpe maestro y quienes lo consideraron una broma de mal gusto, lo habitual entre los críticos por otra parte. Sin embargo, el verdadero éxito de la obra no estaba en la obra en sí.

¿Qué vale más, la banana o la idea de la banana? Como ha demostrado su última venta: ninguna de las dos. El valor radica únicamente en el relato, que es lo que ha fijado su precio.

La fruta es efímera, pero la narrativa que se construye alrededor de ella -la intención del artista, el furor mediático, los debates culturales y ahora su conexión con el mundo cripto- perdurará.

Eso ya cumple uno de los propósitos del arte, que es contar los tiempos en los que vivimos. Es una alegoría perfecta de la posverdad, un fenómeno en el que los hechos objetivos importan menos que las emociones y las creencias que los rodean.

Que un magnate de las cripto haya adquirido esta obra no es casualidad. El mercado de las criptomonedas, como el arte conceptual, está enraizado en la noción de que el valor no es intrínseco, sino relacional. Un bitcoin no es un objeto físico, sino un acuerdo compartido sobre su valor. Del mismo modo, Comedian no es un “objeto artístico” en el sentido tradicional, sino una idea encarnada que adquiere valor a través de su capacidad para generar discursos, expectativas y emociones.

La conexión entre ambos mundos se hace aún más significativa en el contexto de la era de la posverdad. A mí personalmente me hace hacerme preguntas bastante incomodas como: ¿Qué es más absurdo, una banana vendida por millones? o quizás es el hecho de que parte de nuestra economía global o nuestros poderes estén sostenidos por relatos igualmente arbitrarios.

Me hace reflexionar sobre la naturaleza de los conceptos valor y precio en un mundo donde tanto la verdad como los valores son, cada vez más, una cuestión más de consenso social y que de hechos objetivos.

Al final, la banana se pudrirá. Se tiene que haber podrido muchas veces en cinco años, de hecho. Su comprador ya ha anunciado que se va a comer la fruta, continúa el relato, que es lo único que permanecerá. Quizás esa sea la lección duradera de Comedian: no es la obra lo que importa, sino lo que “decidimos” creer sobre ella. En un mundo donde la verdad es cada vez más efímera, tal vez ese mensaje sea lo único que realmente tiene valor. Lo demás es solo cuestión de precio.