El Greco fue la inspiración para la "rebeldía" de Picasso
El Prado retoma la obra de Picasso en su 50 aniversario y sitúa al cretense en la génesis del cubismo analítico
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Cuando Pablo Picasso era apenas un adolescente residía en Madrid y estudiaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En realidad, el malagueño pasaba más tiempo recorriendo las salas y pasillos del Museo del Prado, donde pronto se deslumbró por Velázquez. Sin embargo, en su omnívora sed, el pintor no bebía de todos los maestros. En un dibujo de aquellos años dejó escrito: «El Greco, Velázquez, inspiradme», mientras que en otro cuaderno de sus años de formación y copista del museo madrileño, aún fue más allá: «Yo, El Greco», garabateó. Ahora, en el año del cincuenta aniversario de la muerte del autor del «Guernica», el Prado celebra la conexión entre ambos creadores en «Picasso, El Greco y el cubismo analítico», una muestra que a través de ocho piezas presenta una tesis, la del papel decisivo de la obra del segundo en la génesis del cubismo analítico picassiano, porque éste consideraba que eran un «acto de rebelión contra el gusto reinante», según la comisaria de la muestra, Carmen Giménez.
Como describió Miguel Falomir, «se puede hacer historia de muchas maneras. Con investigaciones, con un libro o con una exposición. Y esta es un ejemplo perfecto, porque pregunta por el papel de El Greco en la mayor contribución de Picasso a la Historia del Arte». De la admiración de Picasso por El Greco dejó asimismo testimonio el también pintor Francisco Benareggi, compañero en las visitas al Museo, que recordaba cómo les llamaba «modernistas» con desprecio al resto al verles copiar al Greco en directo. El propio padre del pintor recriminó a su hijo el gusto: «¡Vais por mal camino!», le dijo. Y es que, aunque El Greco gozó de fama desde que se instaló en España en 1577 y hasta su muerte en 1614, tras su fallecimiento se cernió sobre su obra un manto de cierto desprecio por su estilo, calificado, según Giménez, de «extravagante, algo parecido a lo que le dirán después a Picasso», lo que le apartó de ser considerado uno de los grandes maestros. No fue hasta finales del siglo XIX cuando empezó a reivindicársele gracias al interés de los jóvenes vanguardistas.
[[H2:Más allá del «periodo azul»]]
Según destaca El Prado, en la literatura artística escrita sobre Picasso, casi todos los autores destacan la evidente relación entre ambos, pero ciñen la influencia a las obras de juventud del malagueño, al llamado «período azul». «Sin embargo, esta influencia sería mucho más profunda y duradera y fue especialmente crucial para el desarrollo del cubismo analítico, con su aplanamiento de perspectiva y formato vertical», explican sobre la relación entre las cuatro parejas de obras que se exponen en la muestra y que enfrenta el «San Simón» del Greco con «Tocador de mandolina» de Picasso; «San Bartolomé», con «Acordeonista»; «San Juan Evangelista» con «Hombre con clarinete»; y «San Pablo» con «El aficionado». Las cuatro piezas de Picasso corresponden al año 1911, cuando «se produjo la mayor revolución en la Historia del arte».
«Cualquiera que entre en esta sala, aunque no sepa nada de ninguno de los dos artistas ni de la Historia, puede ver que existe una relación entre ellos», dijo Falomir, que también puso de relieve que la biografía de Picasso va en paralelo a la reivindicación pública de la figura del Greco. Los retratos incluidos en la sala tienen una característica común en el tratamiento de los ropajes, que adquieren un aspecto anguloso y rígido que los aparta de una representación realista. También son comunes los fondos monocromos, que huyen de cualquier aspiración naturalista. Son, como se quiere mostrar en la exposición, un antecedente de la abstracción que Picasso hace de aparentes objetos reales o personas con atributos que los pierden también sobre un fondo alejado de la realidad.
Por otra parte, la comisaria de la muestra destacó que el reflejo del Greco fue fundamental para definir su estilo, que rompe con los pilares de la representación tradicional. «Picasso ve un acto de rebelión contra el purismo reinante. La singularidad y la gran variedad estilística son los rasgos que ambos compartieron», dijo Giménez. En declaraciones a la Prensa, Falomir abordaba además el intento de cancelación de Picasso en el año de su aniversario: «Este cincuentenario consiste en eso, ya que se vuelven a poner en Picasso todos los focos: se cuentan sus grandezas y sus miserias». Y calificó al pintor como «uno de los grandes maestros», evitando juzgar su obra en relación con su vida privada. «Era un genio y yo, que no lo soy, creo que tiene que ser una vida difícil y ida distinta. Se está tratando de hacer aproximaciones a su obra teniendo en cuenta estas complejidades», apuntó el director del Prado.