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Javier de Juan: «Coger por los cuernos es un recurso de malos toreros»

Javier de Juan / Artista. Presenta «Toreando la vida», una exposición audiovisual de movimientos del toreo ejecutados por personajes creados con tecnología puntera
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Presenta «Toreando la vida», una exposición audiovisual de movimientos del toreo ejecutados por personajes creados con tecnología puntera
Es de los que se enfrentan al toro a portagayola. De los que caminan levantando el mentón, con la espalda tiesa y balanceando los brazos. Desde que a los siete años vio una faena de «El Cordobés» y se emborrachó con sangría por primera vez, a Javier de Juan le ha fascinado el mundo taurino. Impertérrito ante las críticas, paladea sus puertas grandes. Verónicas, chicuelinas, naturales... En la exposición audiovisual que esta tarde presenta en Las Ventas refleja movimientos perfectos de la lidia ejecutados por personajes que ha creado de forma digital. Tecnología de vanguardia en el arte del toreo. Ole.
–¿Qué es «Toreando la vida»?
–Desde hace más de 30 años he buscado el movimiento perfecto. Siempre lo he hecho a través del dibujo o de la pintura, pero ahora llevo ocho años metido en temas audiovisuales y tecnológicos. En «Toreando la vida» he cogido movimientos de la lidia, muy precisos, que llevan como 300 años definiéndose y perfeccionándose.
–¿Es perfecto el movimiento del torero?
–Hay un ideal. Existen dos mundos, el del mar y el del toreo, que tienen lenguajes propios. Los presidentes de las corridas antes eran comisarios para que se siguiesen las reglas, y el que lo hacía mal podía dormir en comisaría. El movimiento de un buen torero requiere mucho entrenamiento y repetición, porque delante de un toro no se improvisa. También se debe tener un sentido estético, así como una idea de uno mismo muy cuajada. Tiene que haber mucha verdad en lo que se hace, ya que se nota cuando es mentira. No todos los toreros son artistas. Los hay atletas, o legionarios y gladiadores con un valor fuera de lo común.
–¿Puede el toreo ser imaginario?
–España es un país de toreo imaginario. Estoy comprometido con la belleza plástica en el arte, que ha ido por unos derroteros de denuncia. Eso está muy bien, pero cada vez me interesa menos el chapoteo en el charco de la realidad. Mozart hacía composiciones maravillosas en un mundo en el que había guerras, epidemias, olía mal...
–Hábleme de la imagen de un torero.
–Existen muchas teorías. Ha habido épocas en las que he pensado que el toreo es la lucha entre el hombre y la mujer. La estética tiene su trascendencia en la realidad. «El Gallo» decía a sus hijos que uno tiene que ser torero hasta para cagar. Y se sentaba en jarras en el retrete para explicarles cómo era ser torero en la vida.
–¿Y cómo es?
–La vida se tiene que torear. Es una forma de dignidad, de no quejarse, de aguantar embestidas y cornadas. La del torero ante el toro, frente al peligro y las dificultades, es una buena forma de encarar la vida. Me gusta esa actitud chulesca, arrogante, de subir la barbilla.
–¿Y si nos dan una cornada?
–Antes la gente no se quejaba tanto, quizá porque estaba más curtida. Se trata de levantarse y seguir. La capacidad de sufrimiento se ha perdido, pero cada vez es más necesaria. En el fondo vivimos una época privilegiada.
–¿Al toro se le coge por los cuernos?
–No. Se le torea poniéndose en el sitio adecuado. Coger por los cuernos es un recurso de malos toreros.
–¿A portagayola o desde el burladero?
–Depende del carácter de cada uno. A portagayola es más heroico, más gallardo. A veces un gesto nos lleva a la ruina, pero nos enriquece como personas. Soy de los que se enfrenta a la vida a portagayola, de los imbéciles que se tiran a la piscina sin saber si hay agua, pero haciendo el ángel para componer una buena figura en el aire. Y luego, claro, me voy dando unos trastazos...
–Pero también habrá salido muchas veces por la puerta grande.
–También. Y da mucho gusto. Muchas veces un instante justifica una vida. Como dirían los indios aquello de qué bello día para morir. Pero entiendo que no todo el mundo tiene que compartir esta actitud.
–Dejó usted la carrera de arquitecto para dedicarse a hacer cómics...
–La dejé para dedicarme a hacer lo que me daba la gana en cada momento, y eso me ha traído muchos problemas. Yo no respondo a ninguna etiqueta.
–¿Qué le diría a los antitaurinos?
–Ver a 30.000 personas de pie aplaudiendo a un toro indultado que da la vuelta al ruedo es una muestra de respeto hacia el animal que no he visto en ninguna civilización. No se puede criminalizar nada. La característica de estos tiempos tiene que ser la tolerancia.

El lector

Aunque Javier de Juan haya sido lector compulsivo de periódicos toda su vida, reconoce que desde hace unos años sólo compra la Prensa los fines de semana. A diario entra en la página web de LA RAZÓN, mientras desayuna. Una moda inevitable en pleno siglo XXI: «Nos atropellan los tiempos. El mundo digital nos ha comido», asegura.