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Las meninas antes de «Las meninas»

Las meninas antes de «Las meninas»
Las meninas antes de «Las meninas»larazon

Hace siglos que se sabe de su existencia, pero se dudaba de su autoría. En los libros de historia constaban dos «meninas» obras de Diego Velázquez: una, la archiconocida del Museo del Prado, y otra, un boceto que había vivido una particular peripecia hasta terminar en la casa (más bien palacio) de Lord Banks, un aristócrata inglés que hace 200 años colgó el cuadro presidiendo su salón de chimenea. Allí, «los viejos barnices y las excrecencias» del humo opacaron sus matices, según afirma Matías Díaz Padrón, conservador del Prado e investigador con enorme currículum, y probablemente fueron la causa de que, desde el siglo XIX, se considerase que el lienzo era un «pastiche» posterior, obra de Martínez del Mazo, cuando antes, en los siglos XVII y XVIII, constaba en los catálogos como propia del pincel de Velázquez. Según las últimas investigaciones de Díaz Padrón, avanzadas ayer en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, «ha llegado el momento de restituir la autoría» del pintor sevillano. Sus conclusiones serán publicadas con detalle en una monografía que se presentará en Londres en la primavera de 2014, pero los resultados se avanzaron con motivo de la exposición que el Prado inaugura mañana y en la que se expondrá esta pieza discutida ya restaurada.

Ejecución transparente

Tras una investigación de más de 20 años con el mecenazgo de la Fundación Juan de Goyeneche, Días Padrón ha acreditado que esta obra es, en realidad, las «Primeras meninas». «Técnicamente, no veo diferencias de estilo entre el ''modeletto'' y el lienzo del Museo del Prado: ni en la factura, ni en la formulación corpórea del volumen. Mazo trata sus obras con toques de pincel más frontal y, aunque fiel al maestro, le falta la precisión de sus pinceladas, el frescor y la espontaneidad que hay en el boceto. Sus trazos eran más próximos al impresionismo moderno», aseguró ayer este experto. «La ejecución de las ''Primeras meninas'' es transparente. Está visible la imprimación y las bellas pinceladas de luz y de color. Toques vibrantes que nada tienen que ver con un acomodaticio seguimiento de copia a partir de la obra acabada», añadió. Al margen de estas consideraciones, lo cierto es que la obra había sido atribuida a Velázquez por la Real Ademia de Bellas Artes e incluso por Goya («nadie dudará de que Goya sabía distinguir un boceto de una obra definitiva», apuntó el investigador), Jovellanos y Ceán Bermúdez, hasta que Henrietta Harris atribuyese la pieza a Martínez del Mazo, yerno de Velázquez. Lo interesante de la comparación de ambas piezas es que incluso «hay más verdad en el boceto tomado en directo» que en la obra final. El «modeletto» lo hacían los «pintores responsables» para mostrar a sus clientes el aspecto final de los encargos, y sobre ellos se producían modificaciones para satisfacer a los pagadores. Y para acreditar las autorías que en la época se hacían de esta pieza, el investigador alude a tasaciones de los inventarios reales que le atribuyen un valor muy superior a lo que podría ser una pieza de Martínez del Mazo.

Incluso, el investigador se atreve a especular sobre la verdadera naturaleza de la obra, misteriosa como pocas. «Muchos han interpretado signos crípticos, morales y consignas premonitorias de carácter dinástico, pero la respuesta está en el lugar al que se destinó: el despacho privado del Rey, un lugar íntimo. Me pregunto si la razón de esta pintura está en algo tan normal como el cariño de un padre a su pequeña ''sabandija'', como la llama cariñosamente en tantas cartas. El Rey sabe que la perderá pronto por razones de Estado. Es el sacrificio mínimo de los reyes para evitar guerras y consolidar el bienestar de sus naciones. Se desposó siendo niña aún, con Leopoldo, futuro emperador, y murió muy joven, a los 26 años. Pasó por la vida como una tenue brisa. Velázquez la salvó del olvido con esta pintura», aseguró este reputadísimo experto, que apunta que todos los lienzos que tenía Felipe IV en su despacho privado estaban dedicados al amor profano y a las flores, ninguno era religioso. «Me pregunto si es el amor paternal el mensaje de esta pintura con la complicidad de su pintor de cámara».