Leer, escuchar y pintar a Calderón de la Barca
El Museo del Prado y la CNTC presentan «Calderón y la pintura», itinerario que entrelaza la dramaturgia del autor con el arte barroco de Velázquez, Rubens, Herrera el Viejo o Ribera
Madrid Creada:
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El arte es punto de encuentro. Entre ciudadano e historia, entre mitología y conflicto, entre discurso y belleza. Un lugar de unión que se materializa en las obras de arte colgadas de un museo, espacio que también agrupa y reúne. Así lo percibe la iniciativa que, hasta el 10 de septiembre, deambulará por las salas del Museo Nacional del Prado. La Pinacoteca ha organizado, de forma conjunta con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), un itinerario que aúna verso y pincel, dramaturgia y lienzo. «Calderón y la pintura» busca invitar al público a contemplar la férrea relación entre la pintura barroca y la sutilidad conceptual y estética de Calderón de la Barca, poniendo así al autor «en el sitio que le corresponde. Calderón o Lope de Vega son mucho más de lo que pensamos. Como Shakespeare para los ingleses y Molière para los franceses, con Calderón debe haber algo que trascienda de lo estrictamente teatral», señala Lluís Homar, director de la CNTC.
En diferentes salas de la primera planta del edificio de Villanueva del Prado, se distribuyen 17 telas colgadas con citas calderonianas, cuadros con cartelas explicativas en relación a su teatro, así como varios textos que contextualizan el pensamiento del autor en relación a la obra de Velázquez, Ribera, Veronés, Herrera el Viejo o Rubens. Además, se proyectan seis vídeos en los que varios intérpretes –entre ellos Homar– recitan textos de Calderón que interactúan con determinados cuadros. Resume el director del museo, Miguel Falomir, que el objetivo es el de «leer, ver y oír a Calderón», así como Xavier Albertí, comisario del itinerario junto a Albert Arribas, apunta que «es posible pintar con palabras». Así, las reflexiones sobre las deficiencias insalvables del conocimiento de la obra de Calderón, muestran estrecha relación con la reivindicativa luz de Caravaggio, la corporalidad de Rubens o la rupturista pincelada de Velázquez. La fugacidad en el instante teatral calderoniano, comparte dramatismo con la expresividad y el dinamismo de los cuerpos de «La fragua de Vulcano». Así como la magia de los bastidores bien halla su presencia en la perspectiva de «Las meninas». Se puede, en definitiva, leer la pintura y teatralizar con pinceladas.