National Gallery

Oslo grita Munch

La ciudad, que aglutina casi el total de su obra, celebra este año el 150º aniversario del nacimiento del pintor, mientras la confrontación se instala en el consistorio para decidir la ubicación del nuevo museo

Oslo grita Munch
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Schopenhauer dijo que «el límite del poder expresivo de una obra de arte era su incapacidad para reproducir el grito». Schopenhauer no escuchó «El grito», el símbolo más universal de la ansiedad y el miedo, la angustia existencial que Edward Munch desdibujó en uno de los lienzos más famosos de la historia del arte. «Me encontraba paseando con dos amigos / el sol comenzó a ponerse / de pronto el sol se volvió rojo como la sangre / me detuve sintiéndome agotado y me apoyé sobre la valla / lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado y la ciudad / mis amigos siguieron caminando y yo permanecí allí, temblando de ansiedad / y sentí un grito interminable que atravesaba la naturaleza». Desde una colina, la de Ekeberg, con Oslo y el fiordo al fondo, el pintor advirtió una imagen que se convertiría en una metáfora de la soledad del ser humano en el mundo. Su legado artístico resulta, sin embargo, mucho más amplio, y «El grito», sólo la puerta de acceso a un universo que su ciudad celebrará durante 2013, el año en que se cumplen 150 del nacimiento del pintor. Para visitar el museo que albergará su obra habrá, sin embargo, que esperar.

Con una basta popularidad en todo el mundo y sin precedentes en el arte noruego, la leyenda de «El grito» comienza a escribirse con un suceso tan prosaico como significativo: su robo. El primero, en febrero de 1994, lo sitúa en el foco de la atención mediática. Diez años después, en agosto de 2004, vuelve a ser sustraído junto al de «La Madonna» (ambos fueron recuperados dos años después). «Sé que en la primera ocasión fue una persona que estaba muy interesada en él, que de hecho lo empezó a pintar en la cárcel. La segunda no hizo más que aumentar su popularidad. Por fortuna, volvieron al museo. ¿Por qué se roba tanto? Creo que simplemente se debe a su tremenda fama», explica el director de comunicación del Munch Museum, Sture Portvik. La posibilidad de que este último robo fuera un encargo es la que se baraja como más plausible. «También creo que esa imagen es más famosa que el propio Munch. Dejando a un lado la Mona Lisa, desde mi perspectiva se trata de la pintura más popular del mundo», destaca el director.

La existencia de cuatro versiones pintadas por el propio artista (ha llegado a realizar 100 reproducciones de un mismo cuadro) no le resta exclusividad, al menos no la necesaria para que en la subasta pública de una de ellas en mayo de 2012, en Sotheby's Nueva York, se metiera en el selecto club de más de 100 millones de dólares –se vendió por120–, y superara así los 106,5 pagados en 2010 por «Desnudo, hojas verdes y busto», de Pablo Picasso. «Su valor es incalculable», afirmó Simon Shaw, jefe de la división de arte moderno de Sotheby's. «Define la modernidad y es instantáneamente reconocible porque es una de las pocas imágenes que trasciende la historia del arte y que tiene un alcance global», añadió. El empresario Leon Black compró la pieza y la cedió al MoMA, museo del que es miembro del consejo, hasta abril de 2013.

Emplazamiento polémico

Al margen del protagonismo del que gozó «El grito», materializado en una serie estampaciones de Andy Warhol, portadas de la revista «Time» o como icono pop en camisetas, entre otras reinterpretaciones, la obra de Munch inunda en la actualidad la ciudad de Oslo. 1.106 cuadros, 15.391 grabados, 4.443 dibujos y acuarelas y 6 esculturas fueron cedidas incondicionalmente por el pintor a la ciudad. Con permiso del dramaturgo Henrik Ibsen, es el artista con mayor presencia a nivel urbano. Once frescos en la Hall University que se salvaron de las bombas porque no eran del agrado de los nazis, un friso en la fábrica de chocolate Freia con 12 escenas triviales, en el Ayuntamiento, en la National Gallery con 57 pinturas... Munch se asoma en cada tramo de un paseo turístico por la capital noruega. «Creo que, durante los últimos años, ha aumentado enormemente su popularidad. Sus pinturas siempre han sido impactantes, pero en tiempos difíciles es posible que el público las mire con mayor atención», asegura Portvik.

Tan magna producción no tiene cabida en el actual Museo del autor, por lo que se decidió la construcción de uno nuevo a través de un concurso internacional que ganó el estudio del arquitecto español Juan Herreros con el proyecto Lambda. Sin embargo, un desacuerdo político sobre su emplazamiento ha retrasado la construcción del proyecto. «No es la primera vez que un proyecto ganador en un concurso internacional se acaba retrasando y en ocasiones, paralizando por una discusión política. Los arquitectos sienten malestar ante lo que parece ya ser algo habitual en este país nórdico. Creen inadmisible que se cuestione, casi por defecto, la legimitidad de un concurso internacionalidad», aseguran personas cercanas al estudio.«Se decidirá este mes», cuenta, por su parte, Herreros, cuyo diseño está planeado al lado del edificio de la Ópera, en el centro. La otra opción es la ampliación del actual museo, en una zona más deprimida económicamente. Desde el estudio de arquitectura se defiende la ubicación de Bjørvika (donde se sitúa Lambda) ya que la estimación de visitantes asciende a 500.000, mientras que si es en Toyen, se prevén 250.000 visitantes anuales. En el Munch Museum (donde la estimación es de 50.000 visitantes) se almacenan obras por falta de espacio expositivo, presidido, por «El grito», pero también «La Madonna», la serie de los vampiros, «El beso», y decenas de obras influidas por una visión diferente, la de su «Modern Eye» –como se llama su retrospectiva más reciente–, persuadida por la puesta en escena del teatro de Johan August Strindberg, por la prensa escrita, donde llega a publicar una versión de «El grito», y por las imágenes que «salen» de la pantalla gracias al cinematógrafo, en plano medio y en tres dimensiones, y que intentará reproducir en sus motivos como una apelación directa al espectador. «Se trata de una de las muestras más exitosas de la historia del Pompidou», asegura el director del Museo Munch, responsable de 24.000 obras del artista. «Tenemos la colección más grande del mundo, e invitaciones todos los años. El interés por el pintor no para de crecer», añade.

Naturalista en sus orígenes, postimpresionista que derivó hacia el simbolismo y precursor del expresionismo, su impronta artística eleva el papel del espectador a intérprete de la imagen, un novedoso modo de mostrar la realidad basado asimismo en novedosas formas de explorarla. Munch gritó la amargura al mundo mientras lo observaba desde los ojos vacíos y tristes de una momia peruana, la que otea desde el centro del cuadro. «Creo que es una imagen muy fuerte y su significado es fácil de entender –explica el director del museo–. Tenía un punto de vista extremadamente subjetivo; no quería pintar lo que veía sino lo que sentía». Cabe pensar que en Munch percepción y sensación se confundieron para concluir en una de las obras que mejor han sabido plasmar la angustia existencial del hombre contemporáneo.

La locura que marcó su obra

«Enfermedad, locura y muerte fueron los tres ángeles negros que velaron mi cuna», escribió el pintor. La biografía más temprana de Munch (1863-1944) convirtió su vocación artística en una vía de escape. Su naturaleza frágil, que le postró en la cama enfermo durante largas temporadas, y presenciar la muerte de su madre y su hermana por tuberculosis cuando todavía era un niño marcaron los motivos de su obra. Más adelante, el pintor sufriría los efectos de sus traumas: alcoholismo, depresiones y trastornos mentales graves que le encerraron en hospitales psiquiátricos. Muerte, ansiedad, melancolía, resignación y amargura desfilan por el universo de Munch, más allá de «El grito» implacable que sonó siempre en su cabeza. La fascinación por el pintor también se percibe a través del interés por sus retratos. De hecho, la propuesta de vender al Pompidou un autorretrato fotográfico ha generado cierta polémica en Oslo. Munch (en la imagen) cedió toda su obra a la ciudad, por lo que algunos interpretan que esta iniciativa iría en contra de sus deseos. Los que defienden esta transacción creen que es una buena manera de que su obra sea más accesible.

El detalle

EN SU MESILLA DE NOCHE

Uno de los tesoros que esconde el Museo Munch es buena parte de la biblioteca personal del pintor. Sus volúmenes de arte recogen trabajos de Miguel Ángel, Goya, Picasso y El Greco, entre otros. En cuanto a literatura, el premio Nobel noruego Knut Hamsun –autor de «Pan» y «La bendición de la tierra»– Nietszche, Stefan Zweig, Victor Hugo son algunos de los autores que el pintor tenía entre sus lecturas.