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Un día de Furias en El Prado

Una exposición aborda un tema mitológico que dominó Europa entre 1548 y 1668. De Tiziano a Ribera, pasando por Rubens, Goltizus y Luca Giordano, todos viajaron al averno
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Caronte conduce las almas de los visitantes del Museo del Prado al infierno en la exposición que la pinacoteca dedica a "Las Furias"
Sísifo arrastrando una y otra vez su roca pendiente arriba. Tántalo condenado a no poder comer ni beber, pese a tener el agua y la fruta a mano. Ixión sufriendo tormento eterno en una rueda que gira. Y Ticio, a quien buitres y serpientes devoran las entrañas día tras día. Los cuatro pecadores de la antigüedad clásica grecoromana, castigados en el Hades por sus osadías y crímenes –violaciones, adulterio, asesinato de su propia prole, servida en banquete a los dioses...– recibieron en la España de los siglos XVI y XVII un nombre concreto: las Furias. Aunque fruto de un error –las Furias originales eran tres mujeres terribles, las también llamadas «Benévolas»–, el nombre caló en nuestro país. Había surgido en 1548, cuando María de Hungría encargó a Tiziano cuatro «Furias» para su Palacio de Binche en homenaje a la victoria de su hermano, el emperador Carlos V, en la batalla de Mühlberg. Desde aquella serie, Europa vivió 120 años en los que el tema fue habitual entre los grandes pintores. Cuajó sobre todo en los Países Bajos, con obras de Rubens, Goltzius, Van Haarlem o Rombouts, y en Italia, donde lo abordaron Luca Giordano, Antonio Zanchi, Langetti, Assereto, Salvator Rosa y, con especial huella, el español Diego Ribera, artista veneciano por aquellas fechas. Aunque no faltaron ejemplos en España, como el «Ticio» de Gregorio Martínez.
Gracias a los «Amigos»
Con el nombre de «Las Furias. De Tiziano a Ribera», el Museo del Prado ha emprendido su particular bajada a los infiernos, como bromeó ayer el director de la institución, Miguel Zugaza, en una exposición que reúne por primera vez obras de esta temática. Organizada por Miguel Falomir, jefe del departamento de pintura italiana y holandesa (hasta 1700), la idea de la muestra nació en una conferencia que éste impartió para la Fundación de Amigos del Museo del Prado y ha sido patrocinada por las aportaciones de esta entidad, que cuenta ya con 26.511 «amigos», como explicó su directora.
Dieciséis pinturas, dos dibujos, ocho grabados y una medalla, algunos de los fondos de El Prado y otros procedentes desde Ámsterdam hasta Puerto Rico, componen esta muestra, no muy extensa, pero coherente y trazada con un orden impecable, en la que se explica adecuadamente la evolución artística del motivo elegido, desde la sobriedad de Tiziano hasta la huella de Caravaggio en Rubens. Del primero hay dos obras: un «Sísifo», el único que se conserva de la serie encargada por María de Hungría, y un «Ticio», la copia que el propio artista hizo para el Duque del Infantado de su original, hoy desaparecido. Del holandés destaca el «Prometeo encadenado»: la iconografía del hombre que robó el fuego de los dioses era gemela a la de quien intentó violar a Leto y fue condenado al Tártaro; incluso los buitres que devoraban su hígado pasaron en las representaciones a ser un águila. El viaje estilístico prosigue hasta los «tenebrosi», la escuela de lo truculento, con Ribera, cuyo «Ticio» se deleita en el dolor, o el «gore» del que pintó Salvator Rosa, con los intestinos al aire.
La muestra analiza el significado alegórico inicial de Las Furias –las de Tiziano celebraban el poder de Carlos V y servían de advertencia, algo que hasta entonces se hacía con la Gigantomaquia, los gigantes caídos– y su cualidad de reto: las Furias se convirtieron pronto en vehículos para exhibir los más complejos escorzos y las representaciones más fieles del dolor corporal. Como tal, en el centro de la muestra se ha colocado la copia de José Trilles (1887) de la monumental «Laocoonte», la escultura atribuida a Agesandro, Atenodoro y Polidoro de Rodas que fue considerada ya por los clásicos «exemplum artis» y «exemplum doloris». Una obra ejemplar que marcó a Tiziano, a Rubens y quizá al propio Velázquez.

El detalle

UN MIGUEL ÁNGEL CON UN CRISTO ESCONDIDO
Aunque la moda de las Furias comenzó en 1548, hubo precedentes, como el «Ticio» de Miguel Ángel, incluido en esta muestra. Es la primera vez que el museo recibe en préstamo una obra de Buonarroti. Se trata de un dibujo de 33x19 cm. que se exhibe por ambas caras, ya que, en el verso, el artista utilizó el mismo escorzo, pero invertido, para un «Cristo crucificado».
- Dónde: Museo Nacional del Prado. Madrid.
- Cuándo: desde hoy hasta el 4 de mayo.
- Cuánto: 14 euros, entrada general.

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