La Berlinale cierra su competición reivindicando la sanidad pública
A la espera hoy del palmarés, el documental "Sur l’Adamant" fue la última gran película vista en la Sección Oficial
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La Berlinale terminó ayer su selección oficial con dos de cal y una de arena. Mejor empezar por las buenas noticias, impresas en el documental “Sur l’Adamant”, de Nicolas Philibert. El cineasta francés filma la vida cotidiana del centro de día Adamant, una estructura flotante en el Sena parisino dedicada al cuidado de la salud mental. Philibert, que ya había frecuentado la clínica psiquiátrica de La Borde en “La moindre des choses” (1997), escucha atentamente a los pacientes habituales del centro, observa cómo participan en las actividades y talleres, y atiende a los debates con los cuidadores para, finalmente, construir el retrato de una comunidad que ha encontrado un espacio donde expresarse libremente, alejada de los prejuicios de una sociedad que tiende a marginar, asustada, todo lo que asocia a las patologías mentales.
Es fácil comparar el estilo documental de Philibert con el de Frederic Wiseman, aunque el director de “Ser y tener” es menos ambicioso en cuanto a la delimitación de su campo de trabajo. Da la impresión de que, si Wiseman entiende las instituciones como un organismo vivo, mutante, siempre en expansión, Philibert las reduce a un microcosmos que representa una cuestión social que le preocupa. Así las cosas, en un momento donde la sanidad pública de toda Europa está en crisis, con recursos económicos a la baja y tocada de muerte por la pandemia, Philibert quiere demostrarnos que su supervivencia es fundamental para que exista otra psiquiatría, más humana y menos mecánica, que atienda a los pacientes desde su singularidad y no desde patrones medicalizados.
Para ello, se dedica enteramente a los enfermos, a los que deja hablar ante la cámara para que expresen libremente lo que piensan. Ese pensamiento en verso libre define la subjetividad de cada uno de ellos sin estar atado explícitamente a una historia de sufrimiento: a veces surge una vida de marginación, desplegada desde una sinceridad sin filtros, para derivar en la manifestación de una mirada sobre el mundo que desafía las normas del sistema. Si al principio de “Sur l’Adamant”, el espectador puede tener dudas sobre si Philibert está explotando a sus objetos de estudio, no tardará mucho en convencerse -al ver también el talante democrático de los debates entre enfermos y cuidadores- de que la presencia de la cámara buscará siempre la imagen justa de sus confesiones, acercando el oído sin invadir su espacio. Hacer cine, claro, es también saber escuchar.
En “Til the End of Night” el alemán Christoph Hochhäusler aborda el thriller de infiltrados desde la historia de amor y odio, por supuesto tóxicos, entre un policía gay y un chico trans. A veces parece que esa relación, que aspira a tener ecos fassbinderianos, devora la trama detectivesca, destinada a desenmascarar a un traficante de drogas, y a veces ocurre lo contrario. La película es más indecisa que ciclotímica, y el resultado es a todas luces difuso, hasta el punto de que parece víctima de la transfobia que pretende denunciar.
Cerrando la competición, la cinta china de animación, “Art College 1994”, pretende hacer un retrato de la juventud de su país en un tiempo de cambio, durante el que la dictadura comunista toma la velocidad de crucero del consumismo capitalista. Cuatro estudiantes de la Academia de las Artes del Sur de China cruzan sus destinos y hablan sin parar sobre si el arte ha de trascender la realidad o debe plegarse a las leyes del mercado. Liu Jian, que ya concursó en la Berlinale con “Have a Nice Day” (2017), firma una película ingenua y discursiva, y nos hace soñar con la maravilla que podría haber hecho con este material un Richard Linklater.
[[DEST:L|||Si hablamos de películas de consenso, el jurado presidido por la actriz Kristen Stewart (y secundado por la catalana Carla Simón) no tendrá mucho donde escoger: entre la delicadeza de la coreana “Past Lives”, de Celine Song, y la vitalidad tragicómica de la alemana “Afire”, de un renovado Christian Petzold, se moverán las deliberaciones. “Suzume” podría merecer un Oso de Oro, pero corren tiempos más proclives a las películas graves. Es muy probable que la española “20.000 especies de abejas” esté en el palmarés, como también lo es que la elíptica poesía de “Music”, de Angela Schanelec, y el drama tumultuosamente familiar de “Tótem”, de Lila Avilés, tenga recorrido. Tal vez la defensa de la sanidad pública que esconde “Sur l’Adamant” en su interior le haga hueco entre los premiados. |||Incierta quiniela]]