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¡Canta, Quijote!

larazon

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Tomás Marco reestrena en Madrid su ópera de cámara «El caballero de la triste figura» para conmemorar los 400 años de la muerte de Cervantes.
«El Quijote» es una de esas obras nutricias, fundacionales, que respeta su propia tradición. Sólo «La odisea», «Hamlet», «Fausto» y «Don Juan», entre muy pocas otras, pueden alardear de lo mismo. Por eso no es raro que la obra magna de Cervantes se haya repetido con infinitas variaciones en todas las disciplinas artísticas hasta recalar, más tarde o más temprano, en la ópera. El compositor Tomás Marco (Madrid, 1942) llegó a ella en 2005, cuando la Sociedad Estatal de Conmemoraciones le encargó una pieza basada en «Don Quijote de La Mancha» para celebrar el cuarto centenario de la primera parte de sus aventuras. «Era todo un reto –confiesa–. Evidentemente, hay que pensárselo mucho antes de meterse ahí. También lo era por el hecho de hacer yo mismo el libreto y teatralizar una novela muy larga y compleja. Lo acabé en la primavera de 2004, pero hubo que montarlo a la carrera para estrenarlo el 27 de diciembre del año siguiente, antes de que acabara el año conmemorativo», rememora.
Con todo, la obra triunfó y ha girado desde entonces por Madrid, El Escorial y Guanajuato (México), donde, dice Marco, «fue un éxito, la gente estaba encantada, porque allí están convencidos de que Cervantes es de su tierra». Ahora, en otro año cervantino, «El caballero de la triste figura», la recreación operística de Marco, vuelve a reponerse en una producción del Real para los Teatros del Canal.
Ceñido al autor
Con un equipo muy similar al original –los mismos solistas excepto el tenor–, aunque un coro totalmente nuevo, esta ópera de cámara de Marco promete un «Quijote» reconocible desde su mismo principio: «Por supuesto, arranca con “En un lugar de La Mancha”». Explica: «Hice el libreto yo mismo porque nunca he encontrado libretistas que me satisfacieran. No hay tradición en el siglo XXI en España y, salvo una época que colaboraba con Paco Nieva, los he hecho yo siempre. De todos modos, aquí me ciño siempre a las palabras de Cervantes, a diferencia de, por ejemplo, un montaje de Calderón que hice incluyendo textos de Descartes o Platón».
La selección de Marco incluye escenas archifamosas: los molinos de viento, la batalla de las ovejas, la Cueva de Montesinos, el caballo de Clavileño, la muerte de Don Quijote... La ópera cabalga de lo cómico a lo dramático, de la melancolía al lirismo. En Cervantes cabe todo. «Don Quijote es un barítono heroico, de carácter, mientras que Sancho es un papel muy refinado porque tira al agudo, requiere de un tenor de verdad». Junto a los dos protagonistas, una tríada fundamental apuntala la obra: una mezzosoprano como narradora, una soprano polivalente (interpreta al ventero, a Dulcinea o a la duquesa) y un coro sólo de mujeres que a ratos puede ser el pueblo llano, el silbido de los molinos o las ovejas que acometen al caballero andante. «La orquesta es pequeña –continúa el compositor–, por eso era necesario seleccionar muy bien los timbres». Apenas sendos pares de flautas, trombones, violines, violonchelos y percursión, junto a unos sintetizadores, bastan para recrear la amplia gama de registros de «El Quijote». «Por ejemplo, la vela de armas se resuelve con sonidos de pato y flauta tipo jazz y la descripción del ejército de las ovejas se hace mediante trombones», puntualiza. Todo ello acompañado por una escenografía muy reconocible a cargo de Guillermo Heras, quien «sabe poner en valor las cualidades de esta obra y hacer un espectáculo verdaderamente teatral».
El despliegue operístico en torno a Cervantes no acaba aquí. El Teatro Real pondrá en escena hoy «El retablo de Maese Pedro», de Manuel de Falla, con un espectáculo de títeres y marionetas. El propio Tomás Marco se fijó atentamente en esta «obra maestra» del compositor gaditano para su recreación quijotesca. «Procuré que no se pareciera a ella, que es quizá la mejor obra que se ha hecho nunca sobre el Quijote». Además, estudió los precedentes que existen en la clásica y la ópera, caso de Strauss y Massenet, «que compuso una ópera mejor de lo que la gente cree, aunque alejándose del libro».
Tampoco el compositor madrileño cierra con las representaciones de «El caballero de la triste figura» este año de fastos cervantinos. De hecho, volverá sobre el asunto con su «Dulcinea», que se representará este año en el Festival Internacional de Granada. Para Marco, la obra de Cervantes siempre es un buen pretexto para «reconocernos, aprender y divertirnos». Él mismo, desde que leyera por primera vez en su infancia «El Quijote», cuyos recuerdos quedaron asociados especialmente a la vis cómica del libro, confiesa que «vuelvo una y otra vez al libro y, al estar dividido en pequeños capítulos e historias, siempre puede uno abrir una parte y leerla».