Obituario

Chiquitistán se queda sin monarca

Chiquitistán se queda sin monarca
Chiquitistán se queda sin monarcalarazon

Ha sido una fuente de inspiración, uno de los actores de este mundo surrealista en que vivimos capaz a su vez de crear un universo gramatical y vital propios. Él nos sirvió en «El Mississippi» para dar forma a una parodia de aquella España de mediados de los noventa y que naciera Chiquitistán, un país que tenía un himno sin letra, solo con música, que era la de «Bonanza», y cuya capital estaba instalada en Barbate. Había cinco tipos de ciudadanos, los asexuados, los modositos, los torpedos, los jlanders y los bambinos, con un vocabulario en el que había más letras que palabras y en el que todo podía solucionarse con una expresión. Cuando el teléfono sonaba en Chiquitistán no se escuchaba el típico «ring ring», sino un «No puedo, no puedo». Lo que hicimos en el programa fue impregnarnos de su espíritu, que era el que había calado en toda España porque el lenguaje de Chiquito estaba en la calle, todo el mundo hablaba así. Fue un artista gracias al cual pudimos ser capaces de crear un universo paródico de un momento concreto de España. Yo no llegué a conocerlo personalmente nunca, pero se convirtió en nuestro monarca, que no rey: era Chiquito I el Grande. Sus chistes se habían convertido en parábolas a través de las que explicar la vida y de cada una sacábamos una lección. Como artista ha sido muy importante en el humor español pues fue capaz de que los españoles asumiéramos sus vocablos en el habla diaria. Y eso solo lo pueden hacer los grandes. Todos sabíamos que si te llamaban «fistro» no era bueno o que si alguien te decía «cuidadin» es que sucedía algo, había peligro cerca. Cada palabra suya necesitaba de un diccionario para explicarse. No me cabe la menor duda de que ha sido uno de los más grandes y de que será irrepetible, pues era así de nacimiento, no se trataba de un artista prefabricado, de una creación, sino de una actitud vital. Las banderas, pendones y banderines ondean a media hasta desde ayer porque Chiquito I el Grande, el monarca, ha muerto, el hombre que marcó una época y que ha conseguido que al menos por unas horas, por un día, no hablemos de Puigdemont ni de Forcadell. Quizá porque, en el fondo, de lo que tenemos ganas es de olvidar.