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Kruithof plantea en «Testigo» dónde se encuentran los límites de la privacidad
Kruithof plantea en «Testigo» dónde se encuentran los límites de la privacidad.
A pesar de su pasión por las historias de espías, Thomas Kruithof nunca se planteó utilizar una de ellas como carta de presentación en el mundo del cine. Tampoco que su protagonista fuese un intérprete de la talla de François Cluzet. Sin embargo, ambos hecho se produjeron. «Tenía la idea, y luego esta me convirtió en director. Hacer una ópera prima es subirse a un barco y ser el capitán, cuando nunca había estado en uno, ni siquiera sobre el mar, pero todo el mundo confió en mí hasta el final», dice el realizador. El primero en hacerlo fue Cluzet, que desde que recibió el guion abanderó la idea. Por ello el francés sólo tiene palabras de agradecimiento: «Ha sido maravilloso trabajar con él. Necesitaba un actor de su talento. Tiene una manera de trabajar muy sobria, de gran sutileza, y ha dotado al personaje de una humanidad que no estaba escrita».
El resultado es «Testigo», un thriller muy influido por «La conversación» de Francis Ford Coppola o el ambiente crepuscular de las novelas de John Le Carré, donde se dan la mano «la traición, la frustración y la manipulación». En él se cuenta la historia de Duval, un hombre de mediana edad desempleado y ex alcohólico que recibe una oferta de trabajo por parte de un misterioso hombre de negocios para mecanografiar y transcribir a diario escuchas telefónicas a cambio de recibir un sueldo cuantioso y de respetar escrupulosamente las normas establecidas. Sin preguntarse el porqué o para quién, Duval acepta el rutinario empleo, que deja de serlo cuando en una de las grabaciones descubre un complot político. «Respetar los órdenes está dentro de la naturaleza humana. “Testigo” es un filme sobre la autoridad y la obediencia. El protagonista pasa de tener unas reglas que le resultan cómodas a escapar del control de los otros para poder gestionar su propio destino», afirma el director.
Inspirado en la realidad
La conspiración, basada en numerosos hechos reales ocurridos en Francia durante los últimos 20 años, afecta a las altas instancias, y el protagonista se ve inmerso sin pretenderlo en un juego de espías entre los servicios secretos y el mundo de la política francesa. «Unos escuchan a la gente, pero a su vez son vigilados por otros. Es completamente vertiginoso», asegura Kruithof. Y es que uno de los objetivos del filme es mostrar también la obsesión actual por el control, manifestado en su máximo exponente en el misterioso empleador, que no deja absolutamente nada al azar en su organización. No obstante, esto no le hace escapar de los problemas. «Es paradójico que incluso inventando cada vez mejores herramientas, sigue habiendo programas con los que se puede hacer caer un sistema entero. El caos llega siempre», declara Kruithof refiriéndose al ciberataque global que hace menos de un mes colapsó miles de empresas en todo el mundo.
«La frontera de la privacidad es muy delicada, y con el terrorismo será peor aún», continúa. «Sea por razones de seguridad o comerciales, vivimos constantemente vigilados». La realidad a veces supera a la ficción y eso es lo que convierte a «Testigo» en escalofriante.