«Amanece en Edimburgo»: Mamma mia!
Título: Amanece en Edimburgo (Sunshine on Leith). Dirección: Dexter Fletcher. Guion: Stephen Greenhorn. Intérpretes: Peter Mullan, Jane Horrocks, George MacKay, Kevin Guthrie. Gran Bretaña, 2013, 100 min. Género: Musical.
La publicidad vende "Amanece en Edimburgo"como la "Mamma Mia"escocesa. Si sienten escalofríos, abríguense bien: es bastante peor. El eslogan tiene sentido: si aquella era un musical urdido alrededor de los grandes éxitos de Abba, este es un musical urdido alrededor de los grandes éxitos de The Proclaimers. Si este nombre no les dice nada, esperen a escuchar "I'm Gonna Be (500 miles)"y se acordarán de un anuncio de Retevisión repetido hasta la saciedad. Lo mismo les ocurrirá con "Life With You", banda sonora de otro célebre spot de telefonía móvil. Será por lo pegadizo de las melodías, por su deseo de agradar a todos los públicos, que todos los temas son intrínsecamente publicitarios. Mensajes simples, directos, a pie de calle, que surgen de una fórmula magistral de primer curso de guion, que se limita a hilar canción tras canción a través de la historia de tres parejas que tienen que aprender a superar los obstáculos que les impone la vida –con hija secreta incorporada- para darse cuenta de que el amor siempre vence.
Los imperativos de la 'feel good movie' impiden que los conflictos que plantea la película, por otro lado completamente previsibles, sean creíbles a un nivel dramático. A eso se suma la incapacidad de Dexter Fletcher para filmar las escenas de baile, la torpeza con que se quiere aludir a la realidad social de nuestra época –los dos jóvenes protagonistas regresan a Edimburgo tras participar en la guerra de Afganistán, en la que han experimentado un hecho traumático que, extrañamente, apenas hace mella en su pobrísimo retrato psicológico-, la presencia de una actriz tan irritante como Jane Horrocks y, en fin, la tramposa trivialidad del conjunto. Sólo Peter Mullan, que se arranca con un solo afónico y conmovedor en medio de la celebración de sus bodas de plata, alejándose así de su condición de imagen corporativa del realismo sucio británico, es capaz de afrontar su cometido con dignidad y elegancia.