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Cannes, el abucheo a Netflix y el monstruo que no vino a verme

Al director coreano Bong Joon-ho le falta mordiente con «Okja», un filme que concursó ayer y es una denuncia animalista y bizarra, pero torea con estilo la fuerte polémica antiNetflix servida el día anterior por Pedro Almodóvar: «Soy admirador de su cine, por lo que me honra que hable de mi película diga lo que diga»

Cannes, el abucheo a Netflix y el monstruo que no vino a verme
Cannes, el abucheo a Netflix y el monstruo que no vino a vermelarazon

Al director coreano Bong Joon-ho le falta mordiente con «Okja», un filme que concursó ayer y es una denuncia animalista y bizarra, pero torea con estilo la fuerte polémica antiNetflix servida el día anterior por Pedro Almodóvar

Como «Liberad a Willy» pero con un cerdo gigante. Extraña elección la de «Okja», del coreano Bong Joon-ho, para defender la causa Netflix que tantos ríos de tinta está derramando en el 70 aniversario del Festival de Cannes. A los abucheos de la prensa al logo de Netflix se añadió el error de formato de la proyección de primera hora de la mañana, que obligó a reiniciarla con veinte minutos de retraso sobre el horario previsto. Parecía que el propio certamen estaba boicoteando el estreno de una película, la tercera de las cuatro que hemos visto a competición, con niños en fuga, esta vez en busca de una mascota transgénica tan aberrante como mullida, fruto de los experimentos de una gran corporación agroalimentaria para aumentar su margen de beneficios. En la rueda de prensa no faltó, claro, la alusión a la diatriba antiNetflix de Pedro Almodóvar, a lo que Joon-ho, muy tranquilo, respondió: «No pasa nada, puede decir lo que quiera. Soy fan de su cine, por lo que me honra que hable de mi película diga lo que diga». Por supuesto, sacó a pasear la diplomacia: que si ha disfrutado de un gran presupuesto, que si Netflix le ha permitido hacer lo que le ha dado la gana... Resulta un tanto paradójico que la película sea una sátira contra el mundo corporativo, con una de esas presentaciones tan del gusto de los CEOS hipervirtuales (Tilda Swinton con ortodoncia) como prólogo sangrante, cuando la financia una gran corporación, aunque los dardos del coreano –que estuvo mucho más fino en la excelente «Rompenieves»– también se dirigen a los terroristas ecológicos, a ese Frente de la Liberación Animal que, obcecado por respetar la tradición de su pacifista libro de estilo, es capaz de contradecirse en cada una de sus «performances». Algunas salidas de tono imperdonables –el irritante y prescindible Jake Gyllenhaal como torpe zoólogo mediático– y estimulantes –las más bizarras: el paseo por el matadero de cerdos gigantes o una escena de cópula de hipopotámicas proporciones apenas entrevista–, no son suficientes para justificar la falta de mordiente de la denuncia.

Acción espectacular

«Okja» funciona mucho mejor en su registro íntimo; es decir, en tanto película infantil. Como en «The Host», Joon-ho no teme a la visibilidad del monstruo, en este caso porque sabe que de la ternura que despierte su relación con la niña protagonista dependerá la fuerza dramática del filme. Los primeros minutos en la jungla coreana son preciosos, casi como de una película de Miyazaki en imagen real. En ellos se desarrolla, sin palabras, el vínculo emocional que los une, y Joon-ho logra que percibamos al monstruo, una versión porcina de «La historia interminable», como un personaje que ama y padece. Ese vínculo sostiene a una película que demuestra que el coreano es un gran director de escenas de acción –espectacular la persecución entre camiones que acaba en un supermercado– y que, en este caso, no ha sabido dar consistencia a un material que necesitaba más sensibilidad que humor amarillo.

Sensibilidad es lo que le falta al húngaro Kornél Mundruczo («White Dog») al acercarse al tema de los refugiados en «Jupiter’s Moon». Para los que no somos expertos en astronomía, al principio se nos informa que una de las lunas de Júpiter, en la que hay lagos de agua salada y de donde podrían surgir nuevas formas de vida, se llama Europa. Si no bastara con la metáfora sideral, Mundruczo –que, inexplicablemente, es uno de los niños mimados del festival: es su tercera vez a concurso– se inventa un protagonista que es pura alegoría, esta vez bíblica. Un refugiado sirio, para más inri hijo de un carpintero, que, acribillado a balazos por la fascista policía húngara, resucita con el poder de levitar. Es más una reencarnación de Cristo que un superhéroe, y su poder será utilizado por un médico sin escrúpulos que, por contacto, encontrará en su bondad el camino definitivo a la redención.

En la Europa más podrida y corrupta, Mundruczo nos quiere enseñar a mirar hacia arriba, al cielo, aunque su película esté pegada a lo horizontal, a la superficie del mundo. Frívola y epidérmica, su pomposa meditación sobre el infierno europeo mezcla terrorismo, política ultranacionalista, culpa católica, miseria moral y desprecio al otro en un cóctel aberrante, servido en un envoltorio barroco, con delirios de grandeza formales –desde virtuosos planos secuencia a una impactante persecución automovilística, pasando por levitaciones digitales de variado pelaje– que no logran esconder la petulancia y falta de coherencia del conjunto.

El cine chileno, al abordaje en el festival

Con 24 productoras y más de 100 proyectos en fases diferentes de producción en el mercado, además de tres largometrajes y un corto en el festival en sus secciones paralelas, Chile se ha presentado en el certamen buscando un trampolín para mostrar la creatividad local. La directora de CinemaChile, Constanza Arena, señaló que la industria del país atraviesa un momento «excelente, con una oferta diversa y un volumen de producción muy grande para un país tan pequeño». «Cannes es el punto de partida. Todo comienza en Cannes. Nosotros lanzamos nuestro catálogo con la nueva oferta del año», indicó a Efe Arena. En esta 70 edición, el país está presente en la sección oficial Una Cierta Mirada con «La novia del desierto», coproducción con Argentina firmada por Cecilia Atán y Valeria Pivato. En la paralela Semana de la Crítica, cuenta con «Los perros», de Marcela Said, así como con la coproducción junto a Venezuela y Noruega «La familia», de Gustavo Rondón. La temática política, además, ha dejado de ser el hilo conductor de los proyectos actuales, para dejar espacio a todo tipo de géneros. Giancarlo Nasi, de Quijote Films, se mostró optimista sobre la coyuntura actual: «Tuvimos un ‘‘boom’’ con ‘‘La nana’’ o filmes como ‘‘No’’, y claramente una década después seguimos presentes en todos los festivales, a pesar de ser una población bastante pequeña comparada con vecinos como Brasil, Argentina o México». A su juicio, el despertar tardío de la industria está relacionado con la dictadura militar, si bien la vuelta de muchos emigrados ha resultado fundamental para el despegue producido desde 2000.

La curiosidad no mata a Agnès Vardà

A finales de este mes, el 30 de mayo, Agnès Vardà (en la imagen) cumplirá 89 años. Y ahí sigue, al pie del cañón, como una niña buscando oro entre los escombros. Puede haber perdido vista, pero no visión: cómo, si no, se explica que una fuerzas con un fotógrafo y artista que podría ser su nieto, de nombre JR, y, codo con codo, se lancen a la carretera en una furgoneta-cámara para escuchar y retratar a las personas que se cruzan en su camino, luego convertidas en grandes murales pegados a casas, fábricas, edificios en ruinas. «Visages Villages» demuestra que un cineasta vale lo que su curiosidad, y la Vardà la conserva intacta. Sigue escarbando en la realidad, sigue perfeccionando un autorretrato que no se libra del fantasma de Jacques Demy, sigue interesándose por lo humano en todas sus formas y colores. «Visages Villages», que aún tiene espacio para una impagable visita al hogar suizo de Jean-Luc Godard, sería un testamento más que digno para una filmografía con títulos tan emblemáticos como «Cléo de 5 a 7», «Sin techo ni ley» o «Los espigadores y la espigadora». No lo será: a la Vardà, por fortuna, le queda cuerda (documental) para rato.