Despolitizar el cine español
España es un país paradójico y peculiar: se demanda enérgicamente una ambiciosa batería de medidas fiscales que permitan la sostenibilidad económica de la cultura, sin que previamente se haya conseguido convertirla en una política de Estado con mayúsculas. Para botón de muestra, el del cine: difícilmente se podrá encontrar una «materia» más politizada y utilizada como arma arrojadiza que ésta. La opinión enquistada en el modo de pensar de los españoles es que el cine es una cuestión que la izquierda protege y la derecha ataca. La profundidad hasta la que ha calado esta visión maniquea de la realidad ha llegado a ser interiorizada por los diferentes agentes –políticos, culturales y mediáticos– que, en ningún caso, logran zafarse de los arquetipos sobrevenidos en esta contienda sin ganador. Si no se logra hacer del cine –y, por extensión, del conjunto de la cultura– un territorio objetivo, a salvo de los fanatismos y de los apriorismos ideológicos, no habrá medida económica alguna que salve a nuestra famélica industria cinematográfica de una segura y pronta extinción.
Entre las consecuencias funestas que está teniendo el encapsulamiento político del cine español está que cualquier opinión que se lanza sobre los muchos puntos susceptibles de ser discutidos resulta de inmediato recibida en términos de «connivencia partidista» o de «venganza destructiva». Cualquier palabra o concepto se encuentra viciado de antemano, anulados como herramientas de construcción de un debate sin ataduras históricas. Y, precisamente, una de las necesidades urgentes que tiene el cine español es la de afrontar un proceso de autorreflexión en profundidad y sin elementos eximientes. Pretender solucionar los graves problemas que le acucian mediante una exclusiva «salida económica» supondría una solución en falso que no haría sino acorazar la auténtica causa de su enfermedad: el hecho de que la mayor parte de la población lo contemple como una cuestión política más que «patrimonial», y de que, en consecuencia, su masa crítica objetiva se encuentre visceral e irreconciliablemente dividida. O despolitizamos de una vez el cine español o lo acabaremos matando a golpe de intereses espurios.