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"Diego Maradona": Un ídolo de barro

"Diego Maradona": Un ídolo de barro
"Diego Maradona": Un ídolo de barrolarazon

Dirección y guión: Asif Kapadia. Intervienen: Diego Armando Maradona, Corrado Ferlaino, Cristina Sinagra, Claudia Villafañe. Reino Unido, 2019. Duración: 130 min. Documental.

El crítico Serge Daney nos recordaba que el zoom se inventó para grabar el deporte en televisión. Decía que no tenía nada que ver con la mirada sino con algo meramente mecánico, «tocar con el ojo». El zoom, creía Daney, no es nada poético. Diríamos que es una pequeña aventura tecnológica desprovista de un devenir. No avista ninguna transformación en el horizonte. Así practica el documental Asif Kapadia, con el zoom automático. Este crítico lo pensaba mientras veía a Maradona correr como un demonio, hacer trampa guiado por «la mano de Dios» mientras le metía un gol trucado a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de 1986, driblar y ofrendar los frutos de su talento a un público enfebrecido. Por mucho que se mueva Maradona, y el montaje de Kapadia insista en registrar ese movimiento, todo está quieto. Se supone que el director británico ha manejado quinientas horas de metraje inédito, pero, incluso para un neófito del fútbol como el que esto firma, nada parece distinto. Kapadia sabe a dónde quiere llegar, por eso se salta a la torera los inicios del gaucho en Villa Fiorita, en las afueras de Buenos Aires, y su etapa en el Barcelona, con su fichaje millonario. Su llegada al Nápoles, al que salvó de un declive mortal, significa su divinización definitiva, la rendición de un país entero a los pies de un ídolo que será (como todos) de barro. Ahí está su adulterio, su relación con la Camorra, su adicción a la cocaína, su bipolaridad para con la Prensa. El Diego inseguro, «con el que te podrías ir al fin del mundo», y el Maradona cerrado a cal y canto «con el que no darías ni un paso». El icono popular, la figura pública, el bocazas y el devoto. No hay, sin embargo, ninguna verdad que ilumine la leyenda, solo un acercamiento maquínico, en simulacro, que sirve para construir un discurso polifónico –como ocurría en «Amy», pero sin su elegancia psicofónica– que matiza el metraje encontrado. El zoom, pues, aparenta aproximarse, pero se desliza por cuestiones fundamentales –la identidad nacional que defiende un deporte esencialmente capitalista, por ejemplo– sin apenas rozarlas. Es obvio que Kapadia no quiere hacer un documental que aplaudan los expertos en estudios culturales, pero tal vez es lo que tocaba con Maradona, que ya anda demasiado cargado de mitos y «fake news» para reforzar su imagen con fosforito. Dos horas y diez son excesivas para tan poca goleada.