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El juez que se saltó la ley

Fabrice Luchini interpreta a un magistrado en la nueva película de Christian Vincent, papel por el que obtuvo el premio al mejor actor en Venecia
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Fabrice Luchini interpreta a un magistrado en la nueva película de Christian Vincent, papel por el que obtuvo el premio al mejor actor en Venecia
Hace más de 25 años el director Christian Vincent dirigió su primera película, «La discreta», el protagonista era un entonces desconocido Fabrice Luchini, que hoy, como dice Vincent, «es un actor muy popular en Francia que te garantiza un número de entradas vendidas, y a menudo sale en televisión porque en un momento te monta un espectáculo, no hace falta hacerle preguntas, él habla sólo y es muy graciosos. Al mismo tiempo hay bastante gente que le odia». Por eso, después de este cuarto de siglo sin trabajar juntos, Vincent quiso construir un papel para sorprender a Luchini, un personaje que le pusiera entre la espada y la pared, aunque al final terminó poniéndole una toga y subiéndole al estrado en su nueva película, «El juez».
El filme se centra en proceso judicial en el que hay dos protagonistas, el jurado en su conjunto y, sobre todo, el magistrado principal, interpretado por Luchini. Vincent describe al personaje del juez, llamado Michel Racine, como «un hombre desagradable, despreciativo, que siempre está de mal humor y se dispone a hacer un juicio como cualquier otro». Sin embargo, su actitud cambia cuando, explica el director, «de repente se da cuenta de que uno de los miembros del jurado es una mujer, Ditte Lorensen-Coteret, que él conoció hace 5 o 6 años y de la que se enamoró locamente». Racine, un magistrado totalmente dentro de la ley, decide saltarse la norma que impide las relaciones entre los jueces y los miembros del jurado y comienza a verse con Ditte. Ésto afectará directamente a la manera en que Racine está acostumbrado a realizar su trabajo y sus reacciones durante el juicio no dejarán indiferente a los abogados ni al resto de magistrados.
Tampoco al jurado, «un lugar donde todas las clases y razas convergen, ya que parte de sus miembros son elegidos a suertes, me parece muy democrático», comenta Vincent. Para él era trascendental encontrar un punto de encuentro de las diferentes capas sociales y culturas y profundizar en su convivencias, ya que él mismo, debido a su profesión de cineasta, está envuelto en un círculo bastante cerrado de amistades procedentes de una élite creativa e intelectual y, sin cortarse, reconoce que «estamos alejados de la realidad». De hecho, añade que en Francia los directores «se ven muy alto, casi como alguien excepcional».
- Grabar a un malo
Para descubrir esa vida real de los juzgados, Vincent se recorrió los tribunales con el fin de conocer de primera mano el trabajo de los magistrados y definir cuál sería el caso al que se enfrentaría Racine. Se decidió por el de un hombre que confiesa haber matado a su hijo. No obstante, admite el director, «el niño fallece por accidente y el padre sólo quiere proteger a la madre. Ellos no son mala gente, y necesitaba que fuera así porque para mí era más soportable pues no sé cómo filmar a una presona horrible. Cuando filmas a alguien terminas haciendo que el público empatice con él». Por eso, dice, «me costaría mucho grabar la violencia. Tuve hace poco una conversación sobre Martin Scorsese, un director al que le fascina la violencia. Recuerdo una entrevista en la que que él afirmaba que rodaba escenas de violencia para denunciarla pero no me lo creo, uno graba lo que le gusta». Y a Vincent lo que le agrada, y de lo que ha aprendido es «del cine humanista francés de los años 30, 40 y 50 que se dirigía al pueblo, que quería ser popular».

Más estúpidos

El director que consagró a Luchini como intérprete cinematográfico fue Éric Rohmer. Asegura Vincet que «según me ha contado Fabrice, era un director que hablaba muy poco con los actores, daba guiones impecables y los intérpretes tenían enorme libertad a la hora de trabajar». Rohmer se caracterizaba por crear personajes inteligentes, sin embargo, Vincent los prefiere estúpidos. De hecho, admite que «me pesa no haber escrito más papeles de tontos, lo digo de verdad».