«El jugador de ajedrez»: Jaque al delirio nazi
Creada:
Última actualización:
Junto a «Pieles», de Eduardo Casanova, esta película de época rodada en tres idiomas en Budapest cierra la Sección Oficial del Festival de Málaga.
Borges, tan aficionado al ajedrez como a toda la simbología orientalizante, ya advertía de que «también el jugador es prisionero de otro tablero de negras noches y blancos días». Podría ser ése un buen epígrafe para esta cinta que cerró ayer la competición oficial en el Festival de Cine en Español de Málaga. Y es que, como en el poema del argentino, un «Dios detrás de Dios», juega con las ilusiones y esperanzas del protagonista de este filme de época, de producción ambiciosa y pulcra ambientación. La trama, tomada de la novela homónima de Julio Castedo («el libro y la película son hermanos gemelos, pero cada uno con su personalidad», advierte el director Luis Olivares) gira en torno a Diego Padilla, un campeón de ajedrez que abandona la España franquista para satisfacer los deseos de su esposa francesa.
Una vez instalados en París y con los nazis ya en la capital, Padilla, que siempre se ha mantenido al margen de la política, dará con sus huesos en prisión por culpa de una falsa delación. «El jugador de ajedrez» nos habla de los enroques del destino contra este ser fundamentalmente honesto, capaz de calibrar todas las vías ganadoras en el tablero pero impotente ante el juego impredecible de la vida y la guerra. Como señala Marc Clotet (protagonista de la cinta), «el ajedrez enseña a sobrevivir, ya que antes del jaque mate puedes conseguir unas tablas y salir con vida». Y eso es lo que le sucede a Padilla, quien se salvará del paredón gracias a su genialidad ante el tablero, que llega a oídos de un jerarca nazi. Desde entonces, pasará las tardes enseñando sus movimientos al militar, dueño último de su destino.
Juan Antonio Casado, productor del filme, considera que la relación que se establece entre ambos, demuestra que «en la cultura podemos entendernos todos». El ajedrez abre una veta estructurada en un mundo, el de la II Guerra Mundial, que ha perdido los papeles. Casado detalló la complejidad de esta película, rodada en tres idiomas (español, francés y alemán) en Budapest, aprovechando de hecho el mismo equipo que trabajó junto a Steven Spielberg en «El puente de los espías». Con todo, añade, «es una película cien por cien española». De este deporte, Clotet ha aprendido que «cada movimiento cierra unas puertas y abre otras», lo mismo que la vida. Por su parte, Alejo Sauras, que da vida a un izquierdista amigo de Padilla que lucha por dinamitar el régimen franquista, quiso alabar a estos «peones» de la posguerra: «Cuando acaba la partida, no quedan peones, pero era importante abrir camino para que alguien llegara después y ahora tengamos libertades y derechos».
w fuera del mundo normal
Esta cinta, junto con «Pieles», el debut de Eduardo Casanova, cierra la Sección Oficial a la espera de que hoy se dé a conocer el palmarés. Casanova, sobre su ópera prima, asegura que la intención no ha sido escandalizar a pesar de que su propuesta sea insólita en nuestra cinematografía. Se trata de una cinta arriesgada que contó, eso sí, con la complicidad de Álex de la Iglesia. La película, entrevera la historia de distintos seres alejados del «mundo normal» por sus deformidades. Sin embargo, para Casanova ni los personajes ni el humor surrealista hacen que la cina sea tremendista. «Es lo que yo he vivido», asegura. Junto a ella, «Verano 1993» es la otra favorita. La cinta de Carla Simón ya se ha hecho con el Premio Feroz Puerta Oscura que conceden los informadores de cine. «No sé decir adiós», de Lino Escalera, podría disputarle los premios gordos, pero especialmente en las categorías de interpretación. Finalmente, «Últimos días en La Habana», «La mujer del animal» y «El otro hermano» son las latinoamericanas que mejor sabor de boca han dejado de cara al reparto de biznagas.