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Juan Antonio Bayona: «Echo de menos hablar español en un set»

Juan Antonio Bayona / Director de cine. Estrena mañana un nuevo anuncio de la cerveza San Miguel, que cumple 125 años: «Lo mejor está por llegar». Y en su caso, vaya si se cumple
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Dalí aparece del brazo de Gala, vestido con americana clara. Ella se acerca a la gente, conversa. Ante un joven con barba, que aprovecha para hacerse una foto con un iPad junto al matrimonio deja escapar un: «Mira, esto es mucho más rápido que tus cuadros». A Hemingway le secan el sudor, y Grace Kelly habla con un intenso acento inglés. El fundador de la saga San Miguel deambula por la cantina del Matadero. Parece que no ha pasado el tiempo, pero sí. Ciento veinticinco años han transcurrido desde que se puso la primera piedra del negocio cervecero que ha dado la vuelta al mundo. Para celebrar la efeméride el director de «Lo imposible», Juan Antonio Bayona, ha hecho eso mismo, lo imposible, para condensar en 60 segundos más de cien años de historia e historias.
–¿Es complicado pasar del largometraje al minimetraje que es un anuncio?
–Ha sido un rodaje que hemos hecho con mucho esfuerzo, tanto de medios, como del propio rodaje; las situaciones que hemos tenido que afrontar, con todos los actores, la elección del casting, que también tiene su miga, las pruebas de maquillaje. Los decorados... No hemos descuidado ni un solo detalle.
–El anuncio es pura vitalidad. Leo, nada menos, que ha habido más de 17 localizaciones y 250 extras. Una película, casi.
–Es la sensación que queríamos transmitir ,e imprimirle también un tono más cinematográfico, no hay más que fijarse en la producción. He trabajado junto al equipo de «Los otros» y «Lo imposible».
–Me parece increíble que se puedan condensar 125 años en un minuto.
–No ha resultado sencillo contar esta historia de emprendedores españoles, tan épica y evocadora, y eso es un reto. Para mí lo ha sido.
–Podría incluso rodar una película con la historia de San Miguel.
-Claro, porque es en sí misma una aventura, la de unos españoles que se marcharon a Manila y abrieron la primera cervecera del sureste asiático. La cámara atraviesa esos lugares, montañas, desiertos, mercados, nos metemos en Tailandia y acabamos en un bar de jazz.
–Tomando unas cuantas cervezas. ¿Le gusta a usted?
–No soy muy cervecero, pero de las que he probado, San Miguel es la que más me gusta.
–Dígame cómo rodaron la escena del tren que atraviesa el mercadillo. Parece una broma.
-Es real. Queríamos que hubiera formado parte de «Lo imposible» pero no pudo ser al final. Ese mercado existe, es el de Mae Klong, y es así, tal cual se ve: el tren pasa por el medio unas cuatro veces al día y tienen que levantar los puestos y volverlos a montar después; es una imagen que atrae a montones de turistas.
–Ha pasado de «Lo imposible» a «Lo mejor».
–A «Lo mejor está por llegar», que es la frase del anuncio. Se la escuché hace años a Victoria Abril y me gustó. Pensé en ella y me dije, «pues sí, tiene razón».
–Qué curioso que hayan coincidido dos anuncios de dos cervezas rodados por dos directores de la misma generación, usted y Amenábar, aunque no tengan absolutamente nada que ver uno con otro.
-Sí, es una casualidad. Hemos hecho bromas con el tema. Siempre decimos que tenemos una muy buena amistad con una cerveza por el medio.
–Después del éxito internacional de «Lo imposible», ¿no cree que tiene ojos hasta en el cogote escudriñando cada uno de sus movimientos? Tiene en la recámara nada menos que dos títulos de envergadura.
–Son dos películas pero por su complejidad diría que son seis. En «Un monstruo viene a verme» estamos con el montaje, los efectos especiales y la música, y con la segunda parte de «Guerra Mundial Z» estamos con el guión, también los efectos especiales y las primeras escenas. Demandan muchísimo esfuerzo y además se estrenarán con ocho meses de diferencia.
–¿Ocho meses entre los dos estrenos?
–Sí, soy consciente de que es una complicación, pero lo bueno se disfruta así doblemente.
–¿Cómo se quedó cuando Bradd Pitt le señaló directamente para rodar con usted?
–Me hizo bastante ilusión. Nos conocimos, hablamos de cine y me pareció un tipo muy interesante y curioso a quien le gusta rodearse de gente a la que admira, y no lo digo por mí. Está en Hollywood pero su trabajo mira en todas las direcciones.
–¿Cómo surgió este rodaje?
–Nunca me había porpuesto rodar una segunda parte, por lo menos hasta que no tuviera tres películas, pero me quería demostrar a mi mismo que era capaz y que podía.
–¿Echa de menos rodar en español?
–Tengo varios proyectos y, además, me apetece estar en un set y poder hablar en español, lo echo de menos, sí. A veces, al no hablar en tu lengua hay cosas que te pierdes, que no terminas de entender. Yo vivo en Barcelona y desde allí hago mi vida.
–¿Con qué actor español rodaría?
–Bueno, hay un montón. Con José Sacristán y con los grandes. Soy un fan de muchos, como Penélope Cruz o Laia Costa, que se acaba de traer un premio muy gordo de Alemania.
–¿No tiene la sensación de que todo en su vida está transcurriendo demasiado rápido?
–Soy consciente de que vivimos en un mundo que va a toda pastilla, no nos paramos a reflexionar, no hacemos pausas. El Barça gana la quinta copa y ya le estamos pidiendo la sexta. Hay una hambre excesiva y una ambición sin fin. Yo he tenido la suerte de estar arriba y ver cómo es el panorama, pero mis pies están en el suelo. No vivo en Hollywood, sino en el Eixample de Barcelona.
–¿Y cómo es el panorama del cine español?
–Estamos a la cola de Europa y eso que tenemos los mejores decorados. Las políticas de desgravaciones nos están condenanado a ser lo más pequeño, pero no es sólo culpa del Gobierno, sino nuestra también. Yo no quiero llevarme el trozo más grande de la tarta, sino que ésta sea lo más grande posible.
–¿Qué nos falta?
–Ser ambiciosos. Hacemos lo que podemos y no lo que queremos. Tenemos que hacer grandes producciones porque es bueno para la industria. Nuestro público quiere al cine español, lo está demostrando, es un negocio rentable y no podemos cruzarnos de brazos ni tener miedo a que venga el cine americano a quitarnos lo que es nuestro cuando las grandes producciones internacionales pueden convivir perfectamente con las nacionales.

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