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«La noche de Halloween»: Sangriento regreso a casa

larazon

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Ves una excelente película de miedo, pongamos por caso, «La noche de Halloween» (John Carpenter, 1978), y quizá alguna vez te dio por pensar qué fue de aquellos personajes cuando la pantalla se apagaba, de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), la entonces jovencísima superviviente de una serie de asesinatos protagonizados por un psicópata, y del propio maníaco enmascarado, el gigante inclemente y mudo Michael Myers, uno de los más terroríficos Hombres del saco cinematográficos de la historia, pongamos que cuarenta años más tarde que sucedieran aquellos traumáticos sucesos. Pues bien, se trata precisamente de lo que narra la secuela directa realizada por Gordon Green («Superfumados», «El canguro», «Joe»... esto se llama cambiar de tercio en toda regla). La traumatizada Laurie ha fracasado como madre de una única hija y esposa, vive enclaustrada en una casa a prueba de bombas y su existencia por siempre estará marcada gracias al, bueno de Myers, mientras éste, que ha pasado todo este tiempo en un psiquiátrico encadenado, consigue escapar y lo único que desea es reanudar el chorreo de crímenes. No nació para otra cosa. Pero, sobre todo, acabar de una vez con Laurie. Que será lo que intente tras varios crímenes horrendos y brutales, deliciosamente gores, cuando, por fin, ambos se vean las caras. Como si de una relación de amor- odio altamente tóxica se tratase, los dos parecían abocados a cruzar sus caminos de nuevo y terminar lo que empezó hace tanto tiempo en esta especie de western urbano (un género que a Carpenter, productor ejecutivo de la cinta, por cierto, le entusiasma) realizado con un respeto absoluto para con la película primigenia, desde los mismos títulos de crédito, y cumpliendo con casi todas las normas del género, incluidos algún que otro susto previsible y esa vieja ecuación de que adolescencia más sexo mata. Myers, el monstruo que sigue sin rostro (lo que resulta un gran acierto, qué nos importará), no quiere perdonar este nuevo 31 de octubre y vuelve con peor mala leche si cabe. Como Laurie, decidida de una vez por todas a dormir seguido tras cuatro décadas de inquieto, atroz insomnio. Entre las derivas de sagas como «Pesadilla en Elm Street», «Viernes 13» y otras de parecida cuerda, resulta cuando menos gratificante encontrarnos con un retorno natural y lo suficientemente cavilado. Porque, en el fondo, nadie habría podido tener un futuro distinto de ser Laurie, aquella otrora inocente canguro empapada en sangre que no descansará hasta que la bestia desaparezca. Quizá esta vez haya tenido más suerte.

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