Leos Carax: «Mis filmes son tan simples que hasta un niño podría verlos»
Carax vive escondido sempiternamente tras sus gafas de sol. El francés que sorprendió al mundo con «Chico conoce chica» (1984), «Mala sangre» (1986), «Los amantes del Pont-Neuf» (1991) y «Pola X»,(1999), entre otros títulos de una, con todo, corta filmografía (sobre todo, para los numerosos fans de este cineasta inclasificable y feroz), estrena la inquietante «Holy Motors», donde vuelve a repetir con el protagonista, Denis Lavant. La cinta, espléndida, cuenta la historia de un hombre camaleónico capaz de interpretar muchas versiones de sí mismo en un solo día.
-Ésta es su primera película en trece años. ¿Por qué ese tan prolongado parón?
-No sé, pero algo sí sé, lo mal que lo he pasado porque no tenía ni la más remota idea de cómo iba a ser recibida, porque creo que se trata de una historia bastante extraña.
-¿Y de qué manera logró conseguir la financiación? Porque, sin duda, a los productores les debía sonar un tanto marciana...
-Yo ruedo filmes desde que era muy joven y durante una época en la que todo el mundo apostaba por la novedad. Cuando hice el primero no había visto una cámara antes en mi vida, era un soñador de provincias que había llegado a París cargado de ilusión e inexperiencia. No soy demasiado hablador, tampoco sé venderme. Y, a pesar de todo, apostaron por mí, ahora mi trabajo refleja aquello de lo que sí sé hablar. Por otra parte, me parece que pocos artistas son capaces de venderse bien con quienes ponen el dinero.
-Sus obras necesitan siempre una profunda interpretación posterior, lo que supone un esfuerzo añadido al espectador. Y, aunque en su caso vale siempre la pena, podríamos decir que supone una apuesta arriesgada.
-Pues yo, sin embargo, paso poco tiempo imaginando la historia antes de rodarla. Esta película, por ejemplo, se concibió en únicamente dos semanas. Ni siquiera veo mis «dailies». Y nunca sé con exactitud lo que estoy haciendo. Es en la sala de montaje cuando me permito dar forma y estructura a las imágenes. He inventado mi propio género cinematográfico, porque no tengo ninguna respuesta, ningún motivo, para explicar mis películas.
-Según «Holy Motors», la vida es como una especie de sucesión de actitudes donde la tecnología tiene un lugar preferente.
-Me interesan mucho los mundos invisibles, los digitales, porque son mundos impuestos. No estoy en contra del virtual, al contrario, me parece fascinante, aunque, repito, no me gusta que me impongan nada. Los países ricos son los que realmente manejar nuestras vidas.
-¿Diría que ésta es una película de ciencia-ficción?
-Bueno, me gusta el drama, ya sea ciencia-ficción o de puro suspense. Mi segundo título, «Mala sangre», sí que pertenecía a ese género que menciona, pero a mí me parece que «Holy Motors» pertenece a uno más oscuro todavía.
-Parece que siente usted debilidad por Denis Lavant.
-He trabajado con él durante treinta años y, aunque no tenemos una relación personal fuera del set porque no somos amigos, nos gusta colaborar en el cine. Esta película ha sido creada para Denis, siempre pensé en él para el papel.
-Pienso que la música también juega un papel fundamental en la historia...
-En efecto. Espero un día poder hacer una película sólo con música. Yo la vivo intensamente y lo manifiesto en mis obras porque supone la parte más bonita de la vida.
-¿Y tiene ya el próximo proyecto en la cabeza?
-Sí, una sobre superhéroes. Creo que te puede llevar años. La idea sería encontrar a un tipo que tiene poderes y que de pronto se encuentra peleando contra el mundo. Me gustó «Chronicle» por cómo descubren sus poderes y vuelan. Me encantaría poder rodar una película como «Spiderman», donde para rodar dos segundos de una imagen de sus saltos en 3D hay que gastarse millones y millones de dólares...
-Así que Carax se pasa a ese cine.
-Tal vez. No sé si ocurrirá. Me gustaría hacer algo muy antiamericano, pero eso no significa que vaya a ser algo muy francés.
-Sigue, con todo, sin considerarse un director.
-«Holy Motors» no me ha cambiado en eso. Es difícil para mí llamarme realizador.
-En ella hay una referencia explícita a «Ojos sin rostro», de Georges Franju, cuando Edith Sob se coloca una máscara. ¿La introdujo conscientemente?
-No, llegó así, sin más; de hecho, el personaje se la coloca al final en el momento en que dice: «Me voy a casa». Pensé que no tendría mayor repercusión, pero me preguntan una y otra vez por ello. Quizá ahora me arrepiento de haberla utilizado porque le aseguro que fue una decisión arbitraria. Además, no me gusta hablar de referencias en mis trabajos, odio esa palabra.
-«Holy Motors» llega avalada por el festival de Cannes, ¿le impresionan ese tipo de reconocimientos?
-Lo que me interesa es que se vea, en París, en Nueva York. Además, mis películas, frente a lo que se dice de ellas, son muy simples; tanto, que hasta un niño de 11 años podría verla y seguro que la entendería.
El detalle
¿QUIÉN ES EL PÚBLICO?
Dice Leos Carax (arriba) que añora que las máquinas en el cine ya no tengan motor, y que hoy al empezar a rodar, habría que decir «Power» y no «Cámara, acción». También habla del público: «No sé quién es. Es gente que muere pronto. No me gustan las películas para las masas, sino para el ámbito privado, e invito a todo aquel que quiera a que vea mi trabajo. Me importa que lo vean. ¿Qué lo entiendan? No. ¿Que les guste? Sí». La crítica ha avalado sin fisuras
este último filme.