Michael Fassbender: «Sí, tengo un superpoder: caer dormido donde sea»
Sí, es él, que regresa, ahora como un asesino de videojuego que ya para siempre tendrá los rasgos del intérprete.Y la España de la Inquisición es su enemiga.
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Sí, es él, que regresa, ahora como un asesino de videojuego que ya para siempre tendrá los rasgos del intérprete.Y la España de la Inquisición es su enemiga.
Me comenzaron a felicitar ya varios días antes de conocerlo como si me hubiese tocado tempranamente la lotería (por cierto, ayer, por lógica, ni una minúscula pedrea), y es comprensible: entrevistar a Michael Fassbender es algo así como que te toque el Gordo cinematográfico a lo bestia, aunque este notabilísimo actor de origen alemán, de lo mejor de su generación, sea realmente más menudo de lo que aparenta en la gran pantalla. Fuerte, sí; delgado, también; guapo, atractivo y cachondo, hasta el aburrimiento (aunque supongo que costará aburrirse de un hombre así), pero sus ojos medio líquidos e intensos no transmiten cuando lo tienes sentado frente a ti esa ambiguedad, ese oscuro pozo sin fondo a veces incluso hasta un poco obsceno, con que miran los ojos de Brandon, Bobby Sands, Lt. Archie Hicox o el propio Macbeth, varios de sus mejores personajes. Tipos para salir corriendo que gracias a que Fassbender está detrás provocan que frenes en seco. Nació el 2 de abril hace casi cuarenta años, o sea, un cabezota Aries de armas tomar.
Recientemente visitaba Madrid junto a la etérea Marion Cotillard, el director Justin Kurzel, y los españoles Carlos Bardem, Javier Gutiérrez y Hovik Keuchkerian, que también intervienen en la cinta, para presentar su nueva producción, «Assassin’s Creed», que asimismo produce, o la adaptación de los famosísimos videojuegos liderada por el enigmático Cal Lynch, alguien con un pasado y un pariente, Aguilar de Nerja, que lo marcará para siempre en el futuro. Y, de nuevo, todo ese potencial espeso de Fassbender se pone en funcionamiento debajo de la enigmática capucha. Quien en realidad interpreta dos papeles en el filme, a Carl, que «es una especie de alma perdida que se ha pasado la vida entrando y saliendo de instituciones penitenciarias» y Aguilar, «alguien que tiene una causa, la de esa secta que ha estado defendiendo y en la que siente representado por ella». Los Asesinos, que luchan contra los caballeros templarios, que están obsesionados por el poder y buscan desposeer a los seres humanos del libre albedrío.
–Echemos un vistazo rápido a su filmografía. «Malditos bastardos», «Shame», «Doce años de esclavitud», «Macbeth»... Parece que a Michael Fassbender le pueden los personajes, cuando menos, de cierta ambiguedad moral, oscuros, herméticos. Extrañísimos, para hablar en cristiano. No sé si los busca adrede o se los va topando en el camino.
–Lo que realmente me atraen son las películas provocadoras, las historias estimulantes, distintas, aticonvencionales, las que no ofrecen respuestas ante ciertos planteamientos ni explican el por qué de nuestras acciones. Eso sí me encanta.
–Dicen que a los actores europeos les gusta meterse más en líos que a los estadounidenses. Los papeles con aristas, arriesgados, de los que te dejas el pellejo, que se trata de otra manera, podría decirse, de hincarle el diente al trabajo.
–No, yo no estoy de acuerdo con esa idea; de hecho, los más grandes son norteamericanos, y suponen una inspiración para todo el resto de nosotros.
–Pero quizá, si pensamos en el caso de Hollywood, allí tienden a complicarse menos la vida porque el público suele preferir encontrarse en un filme con su estrella favorita independientemente del personajeque encarne, que en este caso sería un tema menor, ¿o no lo cree?
–No lo sé exactamente. Me parece que la única diferencia entre unos y otros es que se trata de distintas clases de intérpretes. Y que, quizá en el caso de EE UU, como dices, un tipo de espectador quiere ver, va buscando, a uno en concreto, el papel que defiende le da más igual, mientras que otros intentan descubrir cómo defiende un actor, cómo ha encarado a un determinado personaje.
–Y, ya que hablamos de luminarias, la vida le ha cambiado mucho en estos últimos, no sé, diez años. ¿A qué le suena hoy la palabra anonimato?
–Me suena distinta que antes. Pero mi día a día, actualmente, no ha sufrido cambios. Intento que la popularidad no me afecte demasiado, aunque en un entorno público me piden fotos, por ejemplo, pero es distinto cuando salgo con amigos... peor tampoco me siento incómodo. Por otro lado, si no trabajo, mi existencia es muy simple, porque tengo una visión de la vida bastante sencilla. Bueno, aunque sí quiero, puedo obtener una buena mesa en un restaurante. Eso está bien... (Y el cálido Fassbender se ríe y a una, y a muchos, le tiemblan un poco las piernas otra vez)
–Citábamos antes el durísimo y excelente filme «Shame» (Steve McQueen, 2011), donde, por cierto, se incluía su desnudo integral tan comentado. ¿De alguna manera ese título y aquel notabilísimo trabajo por el que obtuvo numerosos premios marcó su trayectoria profesional?
–Bueno, fue intenso, complicado, pero también un privilegio intervenir en él. Ya antes, en 2008, había trabajado con el mismo director «Hunger» ( una contundente y epatante opera prima, donde Fassbender era Bobby Sands, que lideró la huelga de hambre organizada por el IRA en 1981 dentro de la prisión Maze), que probablente también se trata de uno de mis trabajos más duros. Lo importante, no obstante, siempre radica en lo mismo, en la energía, frente a cualquier proyecto. No sé si muchos cambiaron de opinión sobre mí tras protagonizar «Shame», aunque sí que se trata de una historia que provoca reacciones fuertes porque gira en torno a un adicto al sexo, un asunto del que el cine no suele hablar jamás.
–De hecho, hay escenas que costaba mucho digerir y no precisamente por el hecho sexual en sí, sino por la angustia, el vacío, la inquietud extrema que desprendía aquel hombre... Y resulta cierto que nunca antes hubo una cinta protagonizada por un tipo podría decirse que enfermo de erotismo.
–Sí. Hay otros enganches, otras enfermedades análogas, al alcohol, a las drogas, a sustancias, en resumen, que no necesitas para vivir, que sí han estado siempre, pero este tipo de obesión se compara sobre todo con el que algunos sienten por la comida. Personalmente, al encarnarlo, tuve el máximo de respeto. Y conocí a una persona que lo padecía, hubo dolor, y fueron 25 días en los que creí enloquecer, pero con todo fue una experiencia positiva.
–Pero no sólo de angustia vive Fassbender... También ha sido, y supongo que volverá a ponerse la capa llegado el caso, porque lo borda, Magneto hasta en tres ocasiones para los «X-Men». Curiosamente, para muchos «fans» y frikis de bien está considerado el mayor villano en la historia del cómic. Y le tocó también a usted....
–(Sentado, hace el característico gesto con la mano de Magneto). Sí, y me encanta.
–¿Y usted, cómo anda de superpoderes, hay alguno que no conozcamos?
–No, ninguno, soy un tipo muy normal, común, en serio... Bueno, la verdad es que te confieso que tengo uno: me puedo dormir en cualquier lugar, por ejemplo, aquí, en este suelo, ahora mismo durante 15 o 20 minutos. Lo malo es que cuando estoy bastante cansado nada ni nadie me puede despertar...
Y quién va a querer que se despierte Michael Fassbender si tienes la suerte de que se te quede frito al lado. Así que pasen horas.