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Pedro Alberto Cruz: «Todo poema empieza con dolor y se acaba solo»

Profesor de Historia del Arte presentó en Madrid su cuarto poemario, «De la nada a tu carne»
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Profesor de Historia del Arte presentó en Madrid su cuarto poemario, «De la nada a tu carne»
“De la nada a tu carne” (Amarante) es el cuarto poemario de Pedro Alberto Cruz Sánchez (Murcia, 1972), colaborador de LA RAZÓN, después de “No comparto las razones de la luz “ (2012), “Cuerpo de un solo día” (2013) y “Tú y el afuera” (2014). Cuenta que sus versos ahora abordan por primera vez el tema amoroso, “no de una manera lírica ni exultante, sino que a través de un lenguaje contenido intenta describir aquello que siente un cuerpo ante la persona amada, las pequeñas modificaciones que salvan un día, que redimen un momento cualquiera”, explica. Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Murcia escribe en el móvil, al tiempo que pasea y en cualquier momento del día. Dice que los primeros versos son los que más cuestan, pero que “hay un punto en el que, cuando se supera, cuando conquistas una palabra específica, de repente llegan en cascada todas las demás”. Hasta ese momento Cruz Sánchez no puede pensar en otra cosa: “Estoy secuestrado”, dice. ¿Cómo se empieza y acaba un poema? “ Todo poema empieza con dolor y se acaba solo”.
Ayer presentó su nuevo libro en la librería Gaztambide de Madrid. El poeta Abraham Gragera fue el encargado de ponerlo en suerte ¿Y cómo se presenta un poemario? “Es lo más difícil. ¿Cómo explicar un poema? La poesía dura lo que su escritura. No hay poesía antes o después del poema. Hay veces, incluso, que, días o semanas después de haber escrito un poema, me cuesta trabajo entrar en él. No se trata de haber olvidado sus motivaciones, sino de que lo sentías mientras lo escribías fue esa vez y nunca más. De ahí que recrear esos momentos resulte tan difícil”, explica. Cuando le preguntamos por la importancia que tiene lo físico en este nuevo libro responde que “solo sé escribir y pensar desde mi cuerpo, desde la sensualidad que es capaz de percibir. Quizás por contradecir los grandes sentidos consagrados por la filosofía griega -vista y oído-, siempre he priorizando los "sentidos menores": tacto, gusto y olfato. Estos tres son los que predominan en mis poemas. Indican proximidad, percibir las cosas casi en una escala molecular. Intento disolver mi pensamiento en mínimas acciones que implican tocar, oler, tragar. Llegar al máximo de la sutileza. Hacerme fino como una aguja para adentrarme en la realidad.
Su poesía ha ido evolucionando. Por el camino ha dejado lo que denomina “grasa” para quedarse en el tuétano. “Los versos son cortos, evito las comas, huyo de metáforas complicadas. Entre verso y verso suelo dejar grandes vacíos, para que el papel de la página emerja casi como otra forma de expresión, para que entre frase y frase se abra una abismo. Me siento un poco "acuarelista": pintar lo menos posible, para que la blancura del papel tenga el máximo protagonismo”, comenta. Este acuarelista que enseña arte y que lo hace respirar a sus alumnos a través de cada uno de sus poros es profesor y admirador confeso de Duchamp, a quien dedicó un libro de reciente publicación. Prefiere pasar página cuando se le pregunta sobre su etapa en el mundo de la política. Allí no volvería jamás. Al verso, siempre.