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Patty Jenkins. Allan Heinberg. Gal Gador, Chris Pine, Robin Wright, Elena Anaya, Connie Nielsen. EE UU, 2017. 141 minutos.
La niña amazona Diana quiere ser guerrera, como su madre, la reina, como todas las mujeres que viven en esta hermosa isla Dios sabe en qué parte de la galaxia mientras entrenan para cuando llegue ese día en que los hombres, o Ares, el dios de la guerra y todopoderoso hijo de Zeus, las encuentre para destruirlas. Pero la pequeña princesa debe esperar todavía aunque espíe y emule a las alumnas. Tras unas formidables y minuciosamente coreografiadas escenas de lucha con cuantas armas se les ponen por delante (desde el caballo, cuerpo a cuerpo, únicamente una pequeña pega, el quizá excesivo uso del ralentizado que consagró y elevó a los altares ya para siempre «Matrix»), y una no menos espectacular uso del cableado, el espectador reconoce la fuerza, el valor y coraje de estas señoras, sobre todo, de Antiope (la fabulosa Robin Wright, lástima que aparezca poco), tía de Diana y magnífica en el arte de acabar con el enemigo. Pero lo bueno dura poco, y un día aterriza en aquellas orillas un piloto americano (Chris Pine) tras sufrir un accidente de avión durante la Primera Guerra Mundial y ser salvado por Diana, que ha crecido ya lo suyo y transformada en una bella y atlética señorita. Una superheroína todo corazón y bondad que se enamora perdidamente del misterioso joven. Convencida de que solo Ares ha podido provocar una contienda que le ha costado la vida a millones de personas, decide dejar el piélago porque cree que puede detener la matanza. Y es allí, en esa tierra extraña rodeada de siniestros personajes (el alemán Ludendorff, la doctora Maru, que encarna nuestra gran Elena Anaya de rostro deforme y con un número de escenas considerable), descubrirá Diana los verdaderos poderes que posee y, de paso, cuál es el auténtico destino de la joven. Tras una ristra de filmes dignos de pasar al olvido (con excepción del primer «Superman», «El caballero oscuro», «Lego Batman» y pare usted casi de contar), la «Mujer Maravilla» le ha devuelto la esperanza cinematográfica a la factoría de cómics DC con un filme sólido, entretenido a rabiar, atestado, cómo no, de vistosos efectos especiales y, sobre todo, con un delicioso aire «vintage» y noblemente feminista. Recuerden que dirige una chica. Diana, un pedazo de pan aun cuando pueda elevar varios metros un tanque por encima de su cabeza sin despeinarse, solo quiere la paz y que esos peligrosos tipos uniformados, quienes, piensa, deben estar poseídos para cometer tamañas atrocidades, dejen de suponer una amenaza. Ahí es nada la faena que le queda todavía por delante.