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Y Chinchón se hizo con Formentera

José Sacristán se transforma en un viejo idealista para la ópera prima de Pau Durà.
larazon

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José Sacristán se transforma en un viejo idealista para la ópera prima de Pau Durà.
Lo más cerca que ha estado José Sacristán del movimiento hippie en su vida es con los lingotazos que, a modo de alucinógeno, le ha dado al chinchón tan propio de su tierra. Por lo demás, nada. «Entre los ajos y los melones todo eso pasó desapercibido en el pueblo [Chinchón]», ríe el protagonista de «Formentera Lady». Es hombre de meseta, muy alejado de la (cada vez menos) paradisiaca isla pitiusa, invadida ya por las hordas de turistas hasta octubre. De hecho, si no fuera porque iba a grabar la ópera prima de Pau Durà, hubiera sido difícil encontrarle por estos lares: «No viviría fuera del continente ni loco y menos para ir en bermudas. No sabría estar. Necesito echar a andar y ya pararé cuando no dé más de mí», cuenta el intérprete a la vez que se muestra sorprendido con un lugar que le ha tratado «de diez y que reconozco especial», puntualiza.
Sacristán se ha convertido en el sueño cumplido de un Durà que imaginó todo esto hace ocho años «flotando en pelotas» en playa Migjorn. Su mujer estaba embarazada de siete meses y, entonces, le invadió la responsabilidad: «Era como entrar en la madurez. Dar un paso hacia el compromiso y dejar atrás la vida tranquila y despreocupada de una pareja de 30 años», explica el director. Pero ese álter ego no iba a ser estrictamente él, sino Samuel (Sacristán), un hippie que en su día huyó hasta Formentera para vivir los 70 al máximo y huir de ataduras familiares. Hasta que la visita de su hija Anna (Nora Navas) le obligará a asumir las preocupaciones que nunca quiso tomar, pensar en el otro, y por lo que su nueva empresa será la de cuidar de su nieto Marc (Sandro Ballesteros).
Que no deje de sonar
«Es un tipo que vino aquí con la guitarra y ahora, cada vez que deja de tocar la “bandurria” [banjo], escucha todo lo que se ha dejado atrás. Por eso procura que no deje de sonar», confiesa Sacristán. La nostalgia que describía Kundera como el «dolor por la imposibilidad de regresar», repite Durà, es la que invade a un protagonista sacado de la propia isla. Es lo que el director ha visto en Formentera durante años lo que plasma en la cinta que toma prestado el nombre de la canción de los King Crimson: «Es un canto a la libertad del “hippismo”, un movimiento libre, sin política, y que solo piensa en el “peace and love”, algo que viene muy bien en estos tiempos de crispación política y cultural. Dejadme tranquilo en mi parcela», asegura Durà.

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