El club de los suicidas de Toni Servillo
El famoso actor italiano protagoniza el nuevo trabajo de Paolo Genovese, "El primer día de mi vida", poniéndose en la piel de un ángel involuntariamente redentor
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Tiene la muerte componente de pensamiento intrusivo, atávico, oscuro, prohibido: como ese ejercicio de descender mudos el remolino que mentaba Pavesse en aquel bellísimo poema –"esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo"–, pero también de revelación profética cuando nos ronda, de salto al vacío cuando la tenemos delante. Siempre tendemos a percibir este asunto como algo especialmente sensible y delicado cinematográficamente hablando porque la ausencia de vida sigue constituyendo algo incómodo y desagradable para las ramas más occidentalistas y más cuando hablamos de la muerte voluntaria, del suicidio, de la decisión de acabar con la propia vida.
"¿Quién está capacitado para legitimar el dolor ajeno?"Paolo Genovese
Al director Paolo Genovesse en cambio, y cambiando radicalmente el registro cómico del pelotazo taquillero que supuso su "Perfetti sconosciuti" (adaptada de manera magistral aquí en España por Álex de la Iglesia), no parece haberle temblado en exceso el pulso para acometerlo desde último trabajo, "El primer día de mi vida", basada en su propia novela: "Tú imaginas una historia en tu cabeza, aparece de repente, sin pensar en cómo necesitas contarla. Puedes convertirla en una obra de teatro, puedes canalizarla a través de una novela o puedas transformarla en una película. En este caso, me apeteció escribir una novela porque tenía ganas de soltar lo que estaba sintiendo de forma inmediata. El cine tiene tiempos más largos, depende de muchas personas, mientras que la escritura, el libro, lo vuelvas, lo escupes. La ventaja de la novela es que tú no necesitas a nadie, o al menos no en el momento en el que la estás escribiendo. Te sientas frente al ordenador, cierras los ojos y cuentas la historia. Cuando terminé la mía, quería compartir mi imaginación con la del público y descubrir si la forma que tendrían ellos de completar la novela se correspondía con la que y había tenido a la hora de trasladarlo a la pantalla", explica el consolidado cineasta italiano en entrevista con LA RAZÓN durante su visita a Madrid sobre los motivos que le han empujado a adaptar su propio libro en un ejercicio artístico semi onanístico.
Sirviéndose de un ritmo extraordinariamente melodramático y fabulador, casi como de cuento, Genovese propone un viaje hacia las profundidades de la tristeza iniciado por cuatro absolutos desconocidos cuyo único nexo de unión radica en sus respectivos suicidios (cada uno por diversos motivos) y que se encuentra capitaneado por una suerte de ángel enigmático y laico (interpretado por un siempre disfrutable Toni Servillo) que les ofrece el plazo de una semana para que cambien de idea, para que decidan aferrarse a la vida. Admite el director que "hacen falta motivos de peso para querer acabar con tu vida pero por lo general son muy diversos y muy complicados de identificar como tales. ¿Quién está capacitado para legitimar el dolor ajeno en realidad?", esgrime.
"En esta película yo muestro cuatro motivos distintos, pero en la vida real, por supuesto, existen muchos más. Hay quien piensa en terminar con su vida por amor, porque no ha conseguido un trabajo, por hambre, por rabia, por muchas cosas. Lo que sí que pienso es que ese motivo específico lleva a alguien a querer suicidarse está relacionado de algún modo con un contexto específico de la vida y si conseguimos superar esa etapa, ese tramo complicado, quizás el motivo ya no se presente más en tu vida. Quien decide terminar con su vida lo hace porque en ese momento no aguanta más, en ese instante necesita salir por la puerta de emergencia, no piensa en el futuro pero la vida continúa, la vida sale por otros canales, prosigue y esto es una de las cosas principales que necesitaba transmitir con la película: poder pensar en el momento más oscuro que hay otro trozo de la cinta que todavía no conoces, otra parte del recorrido que puede ir de forma completamente distinta a como tú piensas que va a ir".
Pese al aura ligeramente espiritual que orbita alrededor del concepto, no hay, afirma con rotundidad, ningún componente religioso en la configuración de este hombre que regala tiempo: «Esta es una historia laica, quiero dejarlo claro. La figura de Servillo no tiene nada que ver con la religión. Todas la reflexiones y motivaciones para acabar o seguir, están conectadas con la vida, no con lo que hay más allá de ella. Hay un hombre que intenta que cambien de opinión cuatro personas, que les dice ‘‘mira, la vida todavía puede tener un sentido’’, pero no les promete nunca nada porque el sentido mismo de la revelación no es el más allá, sino la propia vida». Porque al otro lado de la espesura y en clara referencia whitmaniana, el cineasta italiano nos dice que estamos aquí, que existe la vida y la identidad, que prosigue el poderoso drama y tú, nosotros, cualquiera, puede contribuir con un verso.