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Crece la Tate y el imperio del arte de Serota

Reconocido como el hombre más poderoso del mundo en el arte, Nicholas Serota ya tiene una pirámide para su faraónica influencia
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Reconocido como el hombre más poderoso del mundo en el arte, Nicholas Serota ya tiene una pirámide para su faraónica influencia.
Es un monstruo que no pasa desapercibido. Turistas y locales se topan con él cada vez que caminan por South Bank. La mole de ladrillo al sur del Támesis impone. Muchos tenían sus dudas cuando se planteó convertir una antigua central de energía de Bankside en un museo de arte moderno porque, hace 20 años, el municipio londinense de Southwark no era precisamente el más popular y los británicos tampoco sentían especial devoción por este tipo de arte. Todo lo contrario. Sin embargo, desde su apertura el 12 de mayo de 2000, la Tate Modern se ha convertido en la segunda mayor atracción de Londres y es hoy el museo de arte moderno más visitado del mundo. Cada año, una media de cinco millones de personas pasan por su sala de turbinas de manera gratuita.
Pero parece que esto no era suficiente y el monstruo amplía ahora sus dimensiones. El próximo viernes, la Tate Modern abrirá sus puertas tras una remodelación que ha costado 260 millones de libras, es decir, 327 millones de euros. Tras la intervención, la antigua central contará con un 60 por ciento más de espacio: la obra mastodóntica encargada al estudio suizo de arquitectos de Jacques Herzog y Pierre de Meuron la ha hecho posible. La Prensa ya lo presenta como «el nuevo edificio cultural más importante en el Reino Unido desde la apertura de la Biblioteca Británica en 1998». La dirección de la Tate insiste en que no se trata de una extensión, sino de una galería «completamente nueva». No en vano, con The Tanks, se convertirá en el primer museo del planeta con un espacio dedicado sólo a «performance».

Un museo, tres secciones

La mole de ladrillo queda ahora divida en tres secciones: la sala de calderas más cercana al río, la sala de turbinas en el medio y la nueva Switch House, que añade 20.700 metros cuadrados al espacio actual. «Habrá viejos y nuevos amigos. Pablo Picasso, Joseph Beuys y Mark Rothko estarán acompañados por Saloua Raouda Choucair, Meschac Gaba, Daido Moriyama y Cildo Meireles, entre otros», adelantó sir Nicholas Serota durante un encuentro con la Prensa internacional. La prestigiosa revista «Art Review» le nombró en 2014 como el «hombre más poderoso en el mundo del arte». Aunque ahora con la nueva ampliación del imperio, muchos ya se refieren a él como «the gallery immortal man» (el hombre inmortal de la galería).
Fue en 1988 cuando se puso al frente del grupo Tate. Robert Mugabe acababa de convertirse en presidente de Zimbabue, Margaret Thatcher estaba en sus años de máximo apogeo y Estados Unidos todavía vivía en la época de Reagan. En Reino Unido, Serota ha sobrevivido cinco inquilinos de Downing Street y lo que comenzó como una galería en Millbank –la actual Tate Britain– se ha convertido bajo su batuta en un imperio de cuatro reinos con «conquistas», también en Liverpool y St. Ives (Cornualles).
Serota acaba de cumplir 70 años y no está muy claro si valora la retirada a corto plazo. Y en este sentido, el reputado crítico de arte Waldemar Januszczak cuestiona hasta qué punto puede ser beneficiosa su «inmortalidad». «Ciertamente, su éxito en la construcción de este imperio es un testimonio de algunas habilidades y métodos notables. Pero, cuando la visión de un hombre ha sido amplificada de manera tan exitosa y duradera como la de Serota, ¿puede ser realmente una situación saludable?», planteaba recientemente en «The Sunday Times». Serota siempre ha gozado de grandes habilidades políticas, herencia sin duda de su madre Beatrice, ministra de Sanidad con el Gobierno de Harold Wilson, convertida luego en baronesa. Todos los primeros ministros han comido de su mano, incluso el actual responsable del Tesoro George Osborne. De otra manera no se entiende una extensión faraónica cuando el país acaba de salir de la recesión, aunque la contribución pública al proyevto ha sido «sólo» de 58 millones de libras.

Mantenerse en cabeza

Sin embargo, tal y como destaca Januszczak, «la apertura de nuevos museos no es, sin embargo, lo mismo que salvaguardar el alma del arte moderno». «Las habilidades que se necesitan para mantenerse a la cabeza de una institución creativa durante 30 años no son las mismas habilidades necesarias para garantizar la creatividad continua de dicha institución», matiza.
En cualquier otro ámbito cultural, sería inimaginable la permanencia de un director durante tanto tiempo. ¿Cómo entonces ha conseguido Serota gobernar un mundo tan especialmente ingobernable como es el del arte moderno? A pesar de ser ampliamente reconocido como «el hombre que ha transformado Reino Unido, convirtiendo un país de enemigos del arte moderno en una nación de amantes del arte moderno», Januszczak recalca que la revolución fue impulsada principalmente por «eventos fuera del escenario». En particular, la llegada de Charles Saatchi, el hombre a cargo de la campaña de publicidad que convirtió a Margaret Thatcher en la Dama de Hierro.
La apertura en 1985 de su galería privada en St John’s Wood supuso un auténtico desafío tanto para la Tate como para la actitud que prevalecía en aquel entonces. «Al apostar por jóvenes talentos como Damien Hirst o los hermanos Chapman, Saatchi hizo algo que la Tate nunca había hecho: tener fe ciega en lo nuevo», explica el crítico de arte. Cuando Hirst y sus tiburones en formol comenzaron su viaje desde las últimas páginas del periódico a las portadas, lo hicieron en contraposición a todo lo que la Tate representaba en aquel momento. En 1997, la exposición Sensation de Saatchi supuso un antes y un después. «La apertura luego de la Tate Modern en 2000 fue la cereza en el pastel, pero no tuvo nada que ver con la cocción», afirma el experto. Hoy en día, Serota y Saatchi son una pareja divorciada. Y mientras Saatchi ha sido desterrado a un crepúsculo angustioso, su enemigo se ha convertido en el rey de decisiones e intendencia del arte contemporáneo.
«Cuando observo todo esto, veo una repetición de la situación que se produjo en Francia en el Siglo XIX, cuando gran cantidad del poder cultural se concentraba en muy pocas manos. Se necesitó de una revolución para restaurar la libertad creativa de la nación», señala Januszczak. El experto recalca que, en su apogeo, París tenía su propia figura de Serota «representada en el omnipotente conde de Nieuwerkerke, jefe de los museos imperiales y ministro de Cultura». Pero llegaron los impresionistas y cambiaron todo con una «creatividad que era auténticamente progresista». «Sospecho que en algún lugar del Reino Unido, muy lejos de las garras de la Tate y sus curators, se está gestando una revolución comparable. Y la única cosa que sabemos con certeza es que no se llevará a cabo en una ampliación de 260 millones de libras», concluye.
Por cierto que, a principios de este mes, todavía se necesitaba recaudar 30 millones de libras para completar la financiación del proyecto. La contribución de donaciones privadas ha sido clave. Han participado, entre otras, la Fundación Blavatnik, (que representa el empresario multimillonario Len Blavatnik), la Fundación Luma (la heredera farmacéutica Maja Hoffmann), el magnate naviero griego George Economou o Elisabeth Murdoch, hija del magnate de los medios Rupert Murdoch.

Experiencias

Todos ellos están ansiosos por ver la «nueva Tate». «Será un instrumento que ofrecerá a los visitantes una rica variedad de experiencias y a los artistas, la oportunidad de mostrar sus creaciones de diferente manera», matizó el propio Serota. Por su parte, el director de la Tate Modern, Chris Dercon, explicó que «el arte es una de las manifestaciones más dinámicas y comprometidas del comportamiento humano, y, actualmente, cuando la gente acude a los museos, no quiere ver obras alejadas de sus propias vidas, desea contemplar arte que le acerque a su experiencia vital». «La nueva Tate Modern será mucho más que un mero contenedor de arte, constituirá una plataforma para favorecer encuentros humanos», apostilló.
La galería ofrecerá una perspectiva del arte moderno «más diversa e internacional que nunca», al explorar la conexión entre los artistas de ciudades de todo el mundo, desde São Paulo a Tokio, con los tradicionales centros como Berlín, París, Londres y Nueva York. Muchas de las nuevas adquisiciones se expondrán por primera vez en 2016, como una instalación de pelo humano y guardabarros de coches realizada por la india Sheela Gowda, una habitación llena de sacos de arpillera, obra de la polaca Magdalena Abakanowicz o una película en pantalla múltiple del director tailandés premiado en Cannes Apichatpong Weerasethakul. ¿Se conseguirá una nueva revolución? Algunos lo ponen en duda.