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Cine
Crítica de "Misión Imposible: Sentencia final": vivir y morir en las sombras ★★★ 1/2
Director: Christopher McQuarrie. Guion: Christopher McQuarrie, Bruce Geller, Erik Jendresen. Intérpretes: Tom Cruise, Hayley Atwell, Ving Rhames, Simon Pegg. EEUU, 2025. Duración: 169 minutos. Acción.

“Misión imposible: Sentencia final” parece organizarse alrededor de dos enormes, majestuosas secuencias en las que Tom Cruise vuelve a desafiar la ley de la gravedad. En la primera, que se sitúa en las profundidades del mar de Bering, la verticalidad del héroe clásico de acción se ve permanentemente cuestionada al sumergirse en el agua, ahora a la merced de las frías corrientes del destino que la fuerza del rostro de una estrella como las de antes (la única fuente de luz de una escena azulada y abisal) pretende anclar en su particular resurrección desde el mundo de los muertos, que se produce en la que tal vez sea la imagen más hermosa de la película, y la más reveladora: Ethan Hunt, ya en horizontal, como un cadáver a expensas de su mortaja, frente a una gruesa capa de hielo que también parece una gruesa capa de nubes, el cielo que puede esperar a nuestro héroe liminar, más que nunca el nuevo Mesías que salvará al mundo de su Armaggeddon digital.
Tal vez por su condición de Jesucristo laico, Hunt parece dispuesto a volver a la vida tantas veces como haga falta, incluso cuando, al final, colgado de una avioneta, con el rostro deforme por el viento, lo que desee sea resucitar al espíritu aventurero de los acróbatas aéreos de Howard Hughes. Si Tom Cruise hace la mayoría de escenas de acción poniendo en riesgo su vida, su pulsión de muerte puede leerse también como el último, desesperado grito de reivindicación por una superproducción analógica, a la vieja usanza, con presupuestos ditirámbicos, que amenaza con estar en peligro de extinción. Una película de 340 millones de dólares que empieza con una cinta de VHS que se autodestruye parece dejar clara su adscripción vintage.
A pesar de ser una secuela, “Misión imposible: Sentencia final” luce andamios de filme-compendio. Cita y recupera explícitamente imágenes y personajes de anteriores entregas, aunque su nostalgia es, en este caso, tan sombría como la propia naturaleza de la misión de Hunt, que nos alerta, como lo hacía “Misión imposible: Sentencia Mortal Parte Uno”, de la amenaza de una abstracta Entidad digital, un Anti-Dios en forma de Inteligencia Artificial que todo lo puede, y que ha convertido al mundo en un caos de noticias falsas y conspiraciones políticas, colocándolo al borde de la guerra nuclear definitiva.
La misión podría ser lo de menos, teniendo en cuenta que siempre funciona como ‘macguffin’, si no determinara de tal modo los biorritmos del filme, el más discursivo e irregular de la saga. Sorprende que, siendo la velocidad y el eterno movimiento los rasgos comunes a todas las aventuras de Ethan Hunt, la película sienta la necesidad de explicarse con tanto detalle antes de que ocurra cada acción, como si la redundancia intentara situar al espectador en una alambicada trama que no lo es tanto, si la reducimos al clásico argumento universal de la salvación del mundo. Es como si Ethan Hunt y su equipo confiaran cada vez menos en su capacidad para convencer a los escépticos, por lo que tal vez sea, sí, el momento más adecuado para recoger velas y avistar tierra firme.
Lo mejor:
Dos secuencias de acción ejemplares, que demuestran que Tom Cruise sigue siendo el Douglas Fairbanks del siglo XXI.
Lo peor:
Es la más discursiva, tediosa de las entregas de una saga que, por otro lado, tiene un magnífico nivel.
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