Crítica de «Sobre todo de noche»: así se hace un mapa ★★★★
Director: Víctor Iriarte. Guion: Isa Campo, Víctor Iriarte, Andrea Queral. Intérpretes: Lola Dueñas, Ana Torrent, Manuel Egozkue, María Vázquez. Fotografía: Pablo Paloma. España, 2023. Duración: 90 minutos. Drama.
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“Hacer mapa, como lo hacen la orquídea y la avispa, es más acción que representación”. Pensando en esas palabras de Deleuze, es hermoso ver en Vera (excelente Lola Dueñas) a esa avispa que dibuja una cartografía del mundo actuando, moviéndose, circulando. Por eso “Sobre todo de noche” tiene el aspecto de una película en permanente construcción, tal vez porque se busca a sí misma sin hipotecarlo todo a lo impreso, a lo sabido de antemano. Por eso el filme cambia de piel a medida que avanza el metraje, y lo que había empezado como una película de misterio acaba siendo una ‘road movie’, y lo que había sido una larga carta que dialogaba con imágenes-acción acaba viendo la vida encerrada en un círculo, como si la miráramos por un catalejo o un microscopio, cerca y lejos al mismo tiempo, para desembocar en una imagen bucólica, casi renoiriana, al borde del agua dulce. Acaso podría reprochársele al debut en el largo de Víctor Iriarte una sobredosis de recursos expresivos, pero entonces cometeríamos el error de ningunear su generosidad retórica, y su capacidad para convertir el deseo lúdico de experimentar su razón de ser.
Una de las grandes virtudes de “Sobre todo de noche” es evitar los clichés del cine de denuncia social sin renunciar a la visceralidad que despierta su materia prima, que no es otra que el dolor de las madres de los bebés robados de la España del franquismo y la Transición. En la compleja cartografía diseñada por Vera, que se pone en marcha cuando decide buscar a la madre adoptiva del hijo que creía muerto, también hay un lugar para la historia reciente de nuestro país, y para reivindicar a esas mujeres olvidadas por los que la escribieron. Así las cosas, las pesquisas neuróticas de Vera contemplan la reconciliación sin rechazar la venganza. Vera y Cora (Ana Torrent), también víctima de esa España amante de las mentiras, están hechas la una para la otra, son imágenes que habitan lados opuestos del espejo, e Iriarte las vincula, feliz idea, a través de las manos, traduciendo palabras a signos o signos a piezas musicales. La verdadera condición del hombre es pensar con las manos, decía Godard. Iriarte parece darle la razón: así, después de todo, se hace un mapa.
Lo mejor
►Que trate un tema de denuncia social explorando las posibilidades del cine
Lo peor
►A veces algunas decisiones formales pueden parecer algo gratuitas