Sección patrocinada por sección patrocinada

Cine

Cruise, una despedida de altos vuelos

El estreno de la que posiblemente sea la última (y esperadísima) entrega de la saga "Misión Imposible" nos recuerda que todo tiene que acabar un día

Ethan Hunt (a quien vuelve a dar vida el incombustible Tom Cruise) en una espectacular escena de «Misión Imposible: Sentencia final»
Ethan Hunt (a quien vuelve a dar vida el incombustible Tom Cruise) en una espectacular escena de «Misión Imposible: Sentencia final»Imdb

Seamos realistas. Con un tema musical como el compuesto por el gran Lalo Schifrin para la serie de televisión original de los años sesenta, la franquicia cinematográfica de “Misión Imposible” tenía gran parte del trabajo hecho. El resto, desde que debutara en 1996 de manos del mítico Brian De Palma, consistía solo en ilustrar de forma cada vez más y más espectacular el elegante, emocionante y sinuoso sonido jazzístico de Schifrin, que, tanto o más que el tema para 007 de Monty Norman, define per se el thriller de espionaje perfecto.

Dicho esto, reconozcamos que nadie podía sospechar entonces que estábamos ante el nacimiento de una saga que duraría prácticamente treinta años y sobrepasaría en cantidad y calidad a la mayor parte de sus competidoras, incluyendo la serie Bond, convirtiendo al hoy sexagenario Tom Cruise en icono de un cine de acción que en muchos aspectos creíamos periclitado desde los noventa. Los caminos de Hollywood son inescrutables. Y los de Cruise también. Porque su personal compromiso con esta franquicia es, sin duda, uno de los fenómenos más sorprendentes, interesantes y, quizá, significativos del cine del siglo XXI.

Durante los años noventa Tom Cruise hizo lo posible e imposible para escapar a su imagen de guaperas e ídolo juvenil, demostrando que era una actor de cuerpo entero en “Nacido el cuatro de julio” (1989), “Algunos hombres buenos” (1992), “Entrevista con el vampiro” (1994), “Eyes Wide Shut” (1999) o “Magnolia” (1999). Bien es cierto que alternaba estos papeles dramáticos, comprometidos y virtuosos con otros de acción y aventura, pero a partir de “Misión Imposible: Protocolo fantasma” (2011) es como si hubiera decidido dejar de lado casi cualquier tentación intelectual o artística para centrarse por completo en su rol como héroe de acción. Y de uno que, a la antigua usanza, realiza personalmente la mayoría de sus stunts en las escenas de riesgo, recuperando el aura circense del espectáculo cinematográfico original de los seriales, convirtiendo su persona dentro y fuera de la pantalla en algo casi intercambiable. Enmascarando un poco, de paso, sus escándalos relacionados con la polémica Cienciología.

Exotismo y nostalgia

La evolución de la franquicia es también, al tiempo y a la vez, la evolución de su protagonista. Si sus primeras entregas eran cine de acción prácticamente de autor y “Misión Imposible”, “Misión Imposible 2” (2000) y “Misión Imposible 3” (2006) pertenecen a De Palma, John Woo y, por desgracia, a J. J. Abrams tanto o más que a Tom Cruise, a partir de la citada “Misión Imposible: Protocolo fantasma”, la saga queda totalmente en manos de la posesiva y mesiánica personalidad de su protagonista y productor. “Protocolo fantasma” muestra el talento y talante animosos de su director, Brad Bird, quien la convierte en uno de sus mejores episodios gracias a su gozosa ligereza y su espíritu de genuina película de súper agentes de los sesenta, llena de humor, exotismo y nostálgica música de Michael Giacchino -quizá el mejor filme Bond sin Bond del siglo XXI-, pero aparecen también aquí los nuevos concepto y equipo que acompañarán a Cruise en sus futuras cruzadas para salvar a la humanidad, así como su sesgo cada vez más espectacular, tanto físico como digital, basado en el clifhanger interminable, que llegará a identificarla y a devorarla por completo.

El encuentro histórico entre Cruise y el guionista y director Christopher McQuarrie, su principal cómplice en estas y otras aventuras como las de Jack Reacher, “Valkiria” (2008) o “Al filo del mañana” (2014), se transformaría en piedra angular del resto de la franquicia hasta su desenlace, regalándonos otra de sus mejores entregas con la estupenda “Misión imposible: Nación secreta” (2015), donde introduce su SPECTRA particular: el Sindicato de terroristas que representa el nuevo anarquismo apocalíptico según Hollywood, para empezar pronto a caer en el implacable exceso excrementicio del cine de acción actual.

“Misión imposible: Fallout” (2018), continuación de la anterior, y “Misión Imposible: Sentencia mortal. Parte Uno” (2023), así como su directa secuela que hoy se estrena, “Misión imposible: Sentencia final” (2025), se van abismando más y más en la autocomplacencia, la repetición, la elongación injustificada de duración y escenas espectaculares, amén de introducir un tono más oscuro y sentimental que las ralentiza sin elevarlas. Ciertamente, la saga permite múltiples, interesantes y divertidas interpretaciones. Sociopolíticas, cinematográficas y hasta esotéricas. Pero resulta finalmente otra muestra más del agotamiento de un cine que se devora a sí mismo con ansias aceleracionistas.

Que las dos últimas entregas tengan como archivillano a la Entidad, una IA omnipotente, otra iteración de Matrix, Skynet, Colossus y HAL 9000, quizá suponga un último esfuerzo por parte del viejo (sí: viejo) Tom Cruise por reivindicar el cine en el cine, el espectáculo físico y con alma, contra lo que se nos avecina. El problema es que parecen escritas y dirigidas por una IA, y necesitan tanto de la tecnología digital como la Entidad misma. Porque en su imposible carrera contra el tiempo, Ethan Hunt lleva todas las de perder.

¿Ocho entregas y ocho caras distintas?

Por Marta Boira

Desde que Tom Cruise se lanzó a la acción como Ethan Hunt en “Misión Imposible”, en 1996, hemos sido testigos de una transformación estética que podría rivalizar con una película de acción repleta de giros inesperados. A través de las distintas entregas de la saga, el actor ha logrado capturar no solo la esencia del espionaje, sino también los matices de la lucha contra el paso del tiempo.

En la primera película, Cruise era un joven carismático, con su característico peinado de chico de la calle y esa mirada que grita “ven a perseguirme”. En ese entonces, la estética de su personaje era casi sinónimo de libertad y adrenalina. Sin embargo, ya en “Misión Imposible 2” (2000), su apariencia comenzó a adoptar un enfoque más marcado hacia el héroe de acción. Con un look más pulido, que incluía una vibra más intensa y un cuerpo tonificado, Cruise destacaba como el ícono de lo que un espía debía ser: atractivo, atlético y listo para cualquier cosa.

Con cada entrega de la saga, el actor no solo ha perfeccionado sus habilidades de acrobacias, sino que también ha renovado su aspecto. En “Misión Imposible 3” (2006), vemos a un Cruise ligeramente más maduro, pero todavía inquebrantable, con un aire de confianza que envidia incluso a los relojes más caros. Su scelto y la chispa en su mirada se mantuvieron firmes a pesar de los inevitables efectos de la edad.

Llegamos a “Misión Imposible: Protocolo Fantasma” (2011), donde Cruise brinca entre escenas de acción adrenalínicas y despliegues de moda que parecen venir de una pasarela de alta costura. Aquí, su figura se siente más esculpida; los pómulos más marcados y la mandíbula más definida nos hacen preguntarnos qué fue lo que realmente pasó entre las tomas. Posturas cinematográficas y una dieta rigurosa dan su fruto, dejándonos preguntándonos si su rostro tenía un contrato secreto con la bioplastia.

Sin embargo, la evolución más marcada se ha visto recientemente en “Misión Imposible: Fallout” (2018) y “Misión Imposible 8” (2025). A pesar de abordar los 60 años, Cruise continúa desafiando la lógica del envejecimiento, manteniéndose en forma y con un aspecto que se niega a reconocer el tiempo que pasa. La clave de su éxito estético no radica solo en los químicos o los bisturíes, sino en su compromiso con un estilo de vida que combina ejercicio extremo y una dieta ajustada. Aún con algunas arrugas que le dan un toque de madurez, luce como un hombre que podría correr maratones y escalar montañas sin previo aviso.

Vamos, que la evolución estética de Tom Cruise a lo largo de la saga “Misión Imposible” es, en sí misma, una especie de película. Desde un joven espía audaz hasta un héroe maduro que sigue arrojándose desde aviones, Cruise ha demostrado que la acción y la belleza pueden ir de la mano, todo mientras nos mantiene a todos en vilo sobre qué retoque vendrá a continuación. Al final, ¿quién necesita liposucción cuando se tiene el impulso de la adrenalina?