Cuando Franco quiso acabar con Unamuno
Un libro aporta nueva documentación sobre los últimos días del escritor y filósofo y las extrañas circunstancias de su muerte
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El 31 de diciembre de 1936 el mundo se sorprendía al conocer la inesperada muerte de Miguel de Unamuno en una Salamanca que se había convertido en la sede del cuartel general de Franco. Era la misma ciudad en la que el gran intelectual se había convertido en preso en su propio domicilio. Durante demasiadas décadas se ha apuntado que aquella fue una muerte repentina, que Unamuno murió por los achaques de la edad y, tal vez, de pena tras quedarse solo como consecuencia de su enfrentamiento con Millán Astray el 12 de octubre de ese sangriento 1936 en la universidad salmantina.
Poco a poco está surgiendo la verdad gracias, especialmente, a las investigaciones de Manuel Menchón en su documental «Palabras para un fin del mundo» y el libro «La doble muerte de Unamuno», escrito con Luis García Jambrina. De esta manera sabemos que la versión oficial no es cierta y que hay muchas dudas sobre las causas que acabaron con la vida del autor de «Niebla». Todo apunta a un crimen ordenado y apoyado por quien tenía su cuartel general en Salamanca.
Un nuevo libro, con importante documentación hasta ahora inédita, arroja algo más de luz sobre los últimos días de uno de los intelectuales españoles más importantes de todos los tiempos. Eso es lo que ofrece Carlos Sá Mayoral en «Miguel de Unamuno: ¿Muerte natural o crimen de Estado?», publicado por Editorial Cuadernos del Laberinto. Entre los materiales que destaca este ensayo destacan los informes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y que confirma que se seguían los pasos del escritor y filósofo, además de una extensísima carta redactada por Unamuno el 7 de diciembre de 1936 y dirigida al escritor estadounidense Henry Miller.
La misiva nunca había sido publicada con anterioridad y nos permite conocer mucho más de las luces y las sombras que perseguían al último Unamuno. Cabe decir que Miller nunca pude leerla porque la carta fue interceptada por el SIM. Así queda demostrado por un documento rescatado por Sá Mayoral y redactado por el coronel jefe del SIM, Salvador Múgica. Está dirigido al Jefe de los Ejércitos de operaciones, es decir, el mismísimo Franco, y dice así: «Excmo. Sr.: Tengo el honor de remitir a V. E. una nueva carta que dirige D. Miguel [de] Unamuno a Mr. HENRY MILLER, en París, en la que además de insistir en los conceptos injuriosos consabidos sobre la situación nacional se apunta el deseo de huir al extranjero». El informe está fechado el 20 de diciembre de 1936, once días antes de la muerte de Unamuno.
¿Qué es lo que decía esta carta para provocar que se tuviera que redactar un informe para Franco? El autor de la investigación ha logrado acceder al original en el que todavía se divisan las manchas provocadas por la oxidación del clip que las unía al documento que se acaba de citar. Hay que señalar, como recuerda Sá Mayoral en el libro, que Miller sentía un especial interés por la obra del autor vasco, algo que se aprecia en la mítica correspondencia cruzada entre el autor de «Trópico de Cáncer» y la escritora Anaïs Nin. «Yo estoy por entero con Unamuno», afirma Miller en una de sus comunicaciones con Nin.
«Tienen orden de asesinarme»
El 7 de diciembre de 1936, Miguel de Unamuno toma la pluma para contarle a Miller lo desesperante de su situación en Salamanca, pensando que el estadounidense, en esos momentos residente en París, podría ayudarle a huir. Unamuno responde a una misiva por ahora perdida y afirma, con ingenuidad, que «todavía no me interceptan la correspondencia». A continuación reconoce que está «preso en mi casa. Cierto es que me dicen, con hipocresía tiránica, que puedo circular por la ciudad pero es seguido a cierta distancia por un policía para que no salga de Salamanca, donde se me tiene en rehén no sé por qué ni de qué ni para qué, y con orden, si intento salir de ella, hasta de asesinarme. Y no le extrañe. Son muchos los que llevan asesinados así, sin formación de proceso, estos salvadores de la civilización cristiana». El autor de «San Manuel Bueno Mártir» añade que «la barbarie de esta guerra incivil excede de toda cuenta. Es un suicidio de España atacada de una trágica de mentalidad colectiva, de una verdadera parálisis general progresiva espiritual, no sin fermento de la otra, de la corporal. Y si los llamados rojos y marxistas, los hunos, llevan esa guerra con una salvajería brutal, los hotros, los nacionales o salvadores, establecen su régimen de terror blanco, con una perversidad refinada».
En la carta admite que en un principio apoyó el golpe del «pobre general Franco» porque lo «que había que salvar en España era la civilización occidental cristiana y la independencia nacional que no podía depender de Rusia». Pero las cosas, para el filósofo y escritor, cambiaron y en el momento de escribir esa nota ya «ni se trataba aquí de civilización occidental cristiana ni de independencia nacional, si no de militarización africana (África no es culturalmente Occidente) pagano-imperialista –católica a la española– y de dependencia a Italia y Alemania». Eso le hizo describirle a Miller lo que había sucedido el 12 de octubre en la Universidad de Salamanca: «Prediqué la concordia y dije que vencer no es convencer ni conquistar es convertir y que hay que renunciar a la venganza que no es justicia. ¡La que se armó! Consecuencia que el gobierno mismo que llaman nacional, el que me restituyó a mi rectorado, me destituyó de él y después me ha encarcelado, de la manera que le cuento arriba en esta mi casa». Por todo ello, y con pesar, anuncia a Miller que «hoy en España no se puede decir la verdad ni de una parte ni de la otra» y que el país iba hacia «una dictadura castrense y militar».
En la carta encontramos un ruego por parte de Unamuno a Miller: poder huir a Francia donde están «esos españoles inteligentes y de veras patriotas». Porque «yo cuando pueda evadirme de esta prisión tendré que desterrarme, a mis más que 72 años, arruinado y con cuatro hijos todavía a mi carga, a ganarme la vida con ellos». El objetivo del escritor es poder explicar lo que está sucediendo en España, algo que pide a Miller que transmite a los que ya han podido huir: «Diga a los españoles liberales e inteligentes que conozca que no piensen en volver acá, que el fascismo español es aun peor que el italiano o el alemán. Que es odio a la libertad de conciencia, odio a la inteligencia, odio a la libre individualidad».
Pero Unamuno no podrá cumplir su deseo de escapar. El 31 de diciembre, cuando estaba solo en la casa, se presentó un joven llamado Bartolomé Aragón que se haría pasar por antiguo discípulo suyo, lo que no era cierto. Sí lo es que era un radical que dos días antes había llegado a Salamanca procedente de Huelva. Hacía diez días que el SIM había advertido a Franco de que Unamuno quería huir.
A la familia del escritor no se le permitió que se hiciera autopsia al cadáver. Otra vez, Franco salió ganando.