Davos, para tomárselo con mucho humor
El periodista Andy Robinson se introduce en el misterioso hábitat de las cumbres ecónomicas con su nuevo libro
Una vez al año, Davos, un pequeño pueblo entre las montañas suizas se convierte en lugar de peregrinación de los individuos más poderosos del mundo. En los telediarios se conoce como «Foro Económico Mundial», días en los que el mundo contiene la respiración ante lo que pueda salir de entre las cumbres. Entre reunión y reunión, se suceden fiestas a lo Gran Gatsby y allí las corbatas pasan a adornar las cabezas de los ricos magnates. El «Davos Man», hombre de Davos, es ese ser que se mueve en las alcantarillas del poder -naturalmente, impolutas y talladas en metales nobles-, pero también en la superficie. Allí acude, atraído como una mosca, Andy Robinson, periodista entrometido y persistente. Utiliza técnicas tan punteras como el «eavesdropping», eso de sentarse en un café y disimuladamente prestar atención a lo que se comenta en la mesa de al lado, u otras menos complejas como recopilar una ingente cantidad de datos y contrastarlos con expertos. Estas indagaciones de sabueso toman forma en su último libro «Un reportero en la montaña mágica. Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo». Todo aderezado con humor negro -Buffetito refiriéndose a Warren Buffet, Zapandreu híbrido de Zapatero y Papandreu, y un largo etcétera- que hacen de su lectura una experiencia agridulce.
De cumbre en cumbre
Para ilustrar las reflexiones que cada visita a Davos han generado -cinco en total-, Robinson utiliza el libro de Thomas Mann, La Montaña Mágica, como metáfora de qué es lo que ocurre en ese pueblo. En el caso de Mann, el inquilino de estos parajes era la nobleza del Antiguo Régimen, que sanaba sus enfermedades en los balnearios mientras seguía con sus fiestas y extravagancias, sin darse cuenta de lo que se cocía en Europa y que estaba a punto de cristalizar en una guerra mundial. «No me puedo resistir. Cada vez que voy, el «feeling» de deja vù me asalta«, explica. Actualmente esa élite es de naturaleza más diversa, ya no dependiente de títulos nobiliarios, pero si de una cartera importante de acciones. Banqueros, líderes políticos, magnates de los medios de comunicación, emprendedores con grandes fortunas...la tipología es variada, aunque con una característica común: el poder en su concepción más esencial, es decir, la capacidad de acción que tiene el «Davos Man» y el impacto de sus deciciones.
Varias son las tesis que maneja y es entonces cuando Robinson se pone serio. La primera y punto trasversal en cada capítulo es que el capitalismo no puede sobrevivir sin la clase media. Esa sociedad que el escritor reconoce como la del «1-99%» -mientras la renta del 99% de españoles caía en picado durante la crisis, en 2012 la remuneración media de un consejero delegado español ascendía a 3,25 millones de euros-,es insostenible para el crecimiento. Así lo advirtió en una conferencia Fareed Zakaria, director de la revista «Time«, ante un auditorio de peces gordos en 2011: «Es un cáncer que destruye la capacidad de nuestras economías para crecer y generar empleo»«. Tiene lógica, según explica Robinson: si todos los beneficios del crecimiento econónico van a parar a los bolsillos de los más ricos, éstos invertirán el dinero en mercados de activos especulativos como la Bolsa o el sector inmobiliario; eso crea burbujas, amenazando el crecimiento económico sostenible. En cambio, un reparto de la riqueza estimularía el consumo de la clase media y, por tanto, el crecimiento de la economía real.
«Estuve hace poco con Richard Wilkinson, autor de «Desigualdad, un análisis de la (in)felicidad colectiva«. Mientras comíamos le comenté que en España había subido tres puntos en tres años el coeficiente de Gini -que mide la desigualdad en las sociedades- y me dijo: «Es imposible. Esos cambios suelen ocurrir a lo largo de décadas». Y es que, en opinión de Robinson, España tiene margen de acción. «Creo que hay que aprender a decir "no"a Davos. España tiene mucho poder, porque tiene el poder del insolvente. La idea de una alianza de los países del sur creo que podría funcionar. Algo parecido a lo que ocurrió durante la Guerra Fría y el momento relativamente pacífico que se vivió debido a la amenaza de una catástrofe nuclear. Es decir, yo tengo tanto poder como tú para destruir, así que, mejor, colaboremos».
Filantrocapitalismo
Otro de los puntos que marca Robinson y que da una idea del matiz de complejidad que ha añadido la globalización a la palabra crisis es que los problemas se trasladarán a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), principalmente al gigante asiático. «De hecho, ya está ocurriendo. Las previsiones son que su crecimiento puede bajar a un 3 ó 4% -la solución va a pasar por fortalecer su mercado interno, que claramente afectará al resto del mundo-. Si esto ocurre, Brasil no va a aguantar, ya que todo el modelo de desarrollo de Dilma y Lula está basado en la exportación de materias primas a China. La India, a su vez, está sufriendo ahora una salida del mercado de capitales, una caída de su divisa en picado, eso va a generar problemas de solvencia, porque un 30% de la deuda de sus empresas está en euros o dólares y si su divisa sigue cayendo no va a poder pagar su deuda».
El «Davos man« solidario tampoco ha escapado de las garras intelectuales del periodista, al que él denomina «filantrocapitalista». Personajes como Bill Gates, Bill Clinton con su fundación, Warren Buffet y el cantante de U2 Bono aparecen retratados en la obra, y sus intenciones no son tan altruistas y carentes de interés personal como en un primer momento pudiera parecer. «Supongo que hay algo de buena intención, que son conscientes de que esto es grotesco. Culpabilidad quizá, porque ellos han vuelto a batir los récords de remuneración de consejeros delegados. Pero para el funcionamiento de Davos es indispensable la existencia de este tipo de acciones. Hay una nueva tendencia que se llama "impact investing". Por ejemplo, Arpan Busson, el novio de Umma Thurnman, tiene un "hedge fund"que está gestionando escuelas públicas. Se llama "Rentability for kids". ¡Rentabilidad para los niños! ¡Hasta ahí ha llegado el discurso!. Davos está lleno de prácticas como el «green washing» o el «white washing»; las marcas se mueren por mejorar su mala imagen. Y tampoco les cuesta mucho, porque tiene tanto dinero...». La gran pregunta es si después de esto dejarán entrar en Davos a este periodista, sobre todo si se tiene en cuenta que uno de los capítulos se titula «Fuck WEF» -«que le jodan al Foro Económico Mundial»-.