Festival de Berlín / Berlinale

Diana Toucedo: «Quería filmar una Galicia que ya no existe»

La joven cineasta muestra una Galicia entre lo real y lo fantástico
La joven cineasta muestra una Galicia entre lo real y lo fantásticolarazon

En El Courel de «Trinta Lumes», el tiempo es circular, el pasado se confunde con el futuro, el documental con la ficción, los vivos con los muertos y Alba, nuestra médium, habla con la voz de los que ven más allá de lo real. El hipnótico debut en el largo de la cineasta gallega afincada en Barcelona Diana Toucedo, que se presentó en la sección Panorama, es toda una aventura de la percepción.

–Su película parece partir del planteamiento de una pregunta: cómo filmar un mito.

–Con ella quería tratar algo que me tocara de cerca, pero fíjate que yo soy de la costa, no de la zona de El Courel, y toda esa parte de la Galicia de los mitos y leyendas está mucho más viva allí que donde yo nací. Para mí era importante aproximarme a la relación entre lo visible y lo invisible, que es lo mismo que decir entre los vivos y los muertos. Por eso era fundamental que el centro temporal del filme fuera el Día de los Difuntos, con sus ritos cristianos pero también con los paganos. Quería filmar una idea de Galicia que ya no existe, y que se vinculaba con algo que había vivido con mis abuelos de pequeña. ¿Cómo filmar algo que ha desaparecido? Ahí surgió la idea de mito.

–«Trinta Lumes» se adentra en el terreno de lo mágico y lo fantástico cuestionando de esa manera el concepto clásico de documental.

–Es que no creo en esa etiqueta de «lo documental». Tampoco quería buscar un registro de lo fantástico, quería que surgiera de lo natural, que es como se vive en Galicia. Muchos gallegos, aunque sea de forma inconsciente, no ven la muerte como un fin. La creencia en los fantasmas, o mejor dicho, en las presencias, es generalizada. Son muy supersticiosos. La muerte es la transformación en otra cosa, y esa «otra cosa» puede estar conviviendo con nosotros, es potente, pero muy difícil de filmar. Ahí estaba precisamente el reto: demostrar que cargamos con una percepción modulada por nuestra educación, nuestra cultura y nuestro contexto, pero que hay otra manera de ver las cosas.

–Es justamente lo que le pasa a Alba...

–Lo nuestro, de hecho, fue un flechazo. La conocí en el colegio donde grabamos, y rápidamente supe que era muy especial. Tardamos algo de tiempo en materializar la relación. Un día estábamos rodando con los cazadores en la zona del pueblo y se me apareció, sola, en medio del bosque.Había caminado desde su casa, ahora y media de dónde estábamos. Y pensé: «Ha venido a mí».

–También está el paisaje, que es esencial en este caso y que parece dar voz a esas presencias...

–Por supuesto. En Galicia, la naturaleza tiene una presencia muy sensorial. La lluvia y el viento son la manifestación de lo invisible, de esa «otra percepción» de la que hablábamos y que tiene Alba.

–En esa aproximación que realiza a lo fantástico desde lo real. o desde lo natural, la película me recuerda a veces al cine de Apichatpong Weerasethakul.

–Es precisamente la concepción del tiempo cíclico, que los gallegos comparten con la cultura oriental... Durante mi trabajo tuve presente la pieza de «Hotel Mekong», con esas motas de polvo que parecen materializar lo invisible. En estos pueblos abandonados de El Courel, todavía se cree que la gente que se exilió, si ha muerto, ha vuelto como una presencia. Hay que pensar que todos ellos fueron personas que se quedaron sin sus terrenos, expropiados por el franquismo, y ya no podían cultivar ni cuidar a sus animales. Su marcha tuvo algo de traumático para esta zona y por eso estaban predestinados a volver a sus orígenes. Todo estos lugares tienen una energía extraña, muy intensa.

–¿Cuál era, entonces, la intención última que hay detrás de «Trinta Lumes»?

–Reivindicar que ese sistema de vida, de creencias, de tradiciones, es tan válido como cualquier otro, y es algo que en Galicia se menosprecia. Reivindicarlo desde lo natural pero con orgullo, con honra, porque forma parte de la identidad gallega. Cuando estrenamos la película en el Festival de Orense, en forma de

«work in progress», estaba muy nerviosa por saber cómo reaccionaría la gente de El Courel. Y fue un placer que los más mayores, que no estaban acostumbrados a ver cine, se sintiera representados.