Disparando a dar en la Casa Encendida
Marcel Dzama y Anna Bella Geiger abren el curso en el centro con dos arriesgadas propuestas
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Marcel Dzama y Anna Bella Geiger abren el curso en el centro con dos arriesgadas propuestas.
¿Dónde? La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid.
¿Cuándo? Hasta el 7 de enero de 2018.
¿Cuánto? Entrada gratuita.
Los artistas, dos nacionalidades distintas y una manera de entender el arte. O quizá dos tan distantes que se tocan. La denuncia es el elemento de unión de los trabajos de los dos creadores que han inaugurado la temporada expositiva de La Casa Encendida, que este año celebra su primera década de vida. Marcel Dzama es canadiense (nacido en Winnipeg en 1974) y cuelga en las paredes de este espacio lo que llama su «revolución» a través de piezas que denuncian y analizan la actualidad del mundo, desde las políticas de Donald Trump a la lucha feminista. Dice el artista que cuando duerme crea, que en ese duermevela concibe sus obras y para que no se le olvide lo que ve lo anota en un cuaderno. Es su particular imaginario, ese que reproduce los sueños que producían monstruos de Goya. Es uno de los artistas de mayor proyección. Daremos solo un dato: su galerista es David Zwirner.
Es la primera vez que presenta una individual en España (que estará abierta hasta el 7 de enero), donde muestra desde sus primeros dibujos en tinta y acuarela, hasta los más recientes, todavía frescos, pues han sido acabados hace pocos días, en los que se centra en la temática de la revolución. Junto a sus obras dijo que a pesar de su temática no se considera «militante», sino alguien a quien le gusta «reaccionar» ante lo que ve y su particular manera de hacerlo es mediante el arte. Dividida en tres salas la exposición recoge obras como «The love of all things Golden», una obra satírica cuya figura principal es Donald Trump, flanqueado por dos patos y en cuya cabeza un hombre desnudo defeca; u otras como «La rèvolution sera fémenine», en las que muestra su lado más feminista y alienta al activismo. Obras en las que, según reconoce el artista, se ve la influencia que han tenido en él artistas como el ya citado Goya, Duchamp, Picabia o El Bosco, aunque pasada por su tamiz de ironía.
Sin embargo, no será la figura del presidente de Estados Unidos sino un mural de generosas dimensiones realizado por el propio Dzama la que se convertirá en un reclamo de esta exposición, una pieza que cuando en enero concluya la exhibición desaparecerá y en la que pone de manifiesto la importancia de la denuncia política. En las otras dos salas también se pueden contemplar piezas escultóricas de minuciosa elaboración, así como el vídeo «Una danza de los bufones» (2013), que se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Pero Dzama no está solo. Su exposición va de la mano de la brasileña Anna Bella Geiger (Río de Janeiro, Brasil, 1933), que le saca muchos años y en cuyas obras se reflejan la frescura de su técnica, representada por alrededor de un centenar de obras, entre vídeos, fotografías, o fotocollages. En «Geografía física y humana», sobre todo a través de sus mapas, despliega su reflexión sobre las políticas coloniales, los estereotipos culturales, las exclusiones o los discursos impuestos por la hegemonía. «Empecé a interesarme en los mapas –cuenta la artista– cuando era niña y veía a mi hermana dibujarlos». Pero este interés se convirtió en arte con la llegada de la dictadura a Brasil, así como con el conocimiento que recibió de su marido, el reconocido geógrafo brasileño Pedro Geiger. Así, con estos mapas, según la comisaria de la exposición, Estrella de Diego, la artista «traza los esquemas del poder» ya que para Geiger se trata de territorios asignados históricamente a los hombres, informa Efe.
creación sólida
Para De Diego estamos ante «una de las creadoras más sólidas de su generación, que tal vez no ha obtenido todo el reconocimiento merecido por el hecho de ser mujer, tal y como ha pasado a menudo con las artistas. Pese a todo, la trayectoria de Geiger es luminosa desde los orígenes, abandonando muy pronto sus comienzos abstractos de los años 50 del XX para entrar de pleno en las propuestas conceptualizantes, en especial tras su viaje a Nueva York en la década de 1970 –en pleno desarrollo de su etapa conceptual donde entra en contacto con Acconci y Beuys». Sus collages merecen una visita a esta exposición (ella está representada en algunos que suponen un verdadero hallazgo), lo mismo que esos dibujos del territorio, apenas intuidos, dibujados a lápiz con un trazo levísimo y que permiten ver un continente de un golpe de vista.