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Objetos universales

Lo divino y lo terrestre en una llave

Son símbolo de propiedad particular y pública, representan lo divino y lo terrestre e históricamente las llaves se entregaban en las guerras de conquista como símbolo de vasallaje

Cuadro de “La rendición de Breda” o “Las lanzas”, de Velázquez
Cuadro de “La rendición de Breda” o “Las lanzas”, de Velázquezlarazon

La llave es un objeto cotidiano, abre la puerta de nuestra casa, de nuestro buzón de correos, del inmueble donde vivimos, o de nuestro coche, brillan en el fondo de bolsos y mochilas. Actualmente son de pequeño tamañoy veces inexistentes sustituidas por una tarjeta o un código que como por encantamiento abre una cerradura digital. También tienen las llaves un enorme valor simbólico, en Madrid se entregan las Llaves de Oro a todos los jefes de estado que visiten la ciudad, y en Londres el Fredom of the City se entrega a sus visitas ilustres desde 1237. Como objeto, las primeras llaves eran de madera y se usaron en el antiguo Egipto asociadas a cerraduras con clavijas que podían ser levantadas manualmente con la llave, ambas estaban asociadas a ceremonias para proteger a los altares. De ellas no quedan restos materiales sólo las improntas de los cerrojos como sombras en la piedra localizadas por los arqueólogos. Los modelos de llave y cerradura más antiguos provienen del palacio del rey Sargon II en Khorsabad, en el actual Irak, datados en el 722 a.C.

Aunque se atribuye a Teodoro de Samos, arquitecto del templo de Artemisa en Éfeso, la invención de la llave, éste no hizo más que utilizar los modelos egipcios pero fabricados en metal. Eran artefactos de gran tamaño que permitían abrir puertas muy pesadas que crujían bajo sus goznes como se describe en algunos libros bíblicos como el de Nehemías donde se mencionan las puertas de la ciudad de Jerusalén con sus cerrojos y llaves, o en el libro de los Jueces. Si bien las llaves existieron en el mundo prerromano fue en Roma donde alcanza un mayor desarrollo, su mismo nombre proviene de la palabra clavis que significa pestillo o barra pequeña. Las llaves se fabricaban normalmente de bronce o de hierro existiendo multitud de modelos en función del cerrojo utilizado. Las llaves de tipo curvo o en arco, denominadas de templo fueron las más antiguas, algunos ejemplares como el del yacimiento inglés de Hod Hill imitaban a las llaves griegas. En las famosas galeras de Calígula se encontraron llaves dentadas o en ocasiones placas de metal con perforaciones que permitían la apertura el cerrojo a través del giro. Si bien en Roma ya se usaban llaves de hierro éstas se fueron perfeccionando durante toda la Edad Media, normalmente era llaves de gran tamaño de cañón cilíndrico hueco de tamaño proporcional al inmueble que custodiaban como la llave de 25 centímetros encontrada en Grado de Pico (Ayllón) depositada en el Museo de Segovia por la Comisaría Provincial de Excavaciones de Segovia-Ávila en los años 50. Otras llaves similares se custodian también en este museo traídas desde Granada como trofeos tras las campañas militares y ofrecidas como donaciones a las iglesias en el siglo XV. Hasta 1848, las llaves de casas y palacios fueron de gran tamaño pero en esa fecha el americano Linus Yale invento un bombín que permitía introducir una llave plana más pequeña, muy similar a las actuales.

En la jurisprudencia romana las llaves son la metonimia de la propiedad por ello como establece el jurista Papiniano en sus Quaestiones la entrega de la llave implica la entrega de la propiedad, norma que es incluso válida en las compraventas de nuestros días. En el evangelio de Mateo Jesús entrega las llaves del Reino a san Pedro, una llave que abría las puertas del reino de Cristo custodiado por el Papado, escena representada por Pietro Perugino en un fresco de la capilla Sixtina. Así mismo, entregar las llaves de la ciudad en un proceso de guerra era el símbolo de sumisión del vencido por lo que fue frecuente en las guerras castellanas contra el Islam en la Edad Media, aunque la ciudad se rindiese por capitulación, como ocurrió en Sevilla (1248) o Granada (1492). Tras la conquista de Sevilla en noviembre de 1248 el gobernador almohade de la ciudad Axataf entregó las llaves de la ciudad a Fernando III en señal de vasallaje alrededor del 22 de diciembre, tras el mes concedido a los musulmanes para abandonar la ciudad si ese era su deseo, la llave contenía una inscripción en la que se señalaba que todo lo acontecido era voluntad de Alá. La reducida comunidad hebrea de la ciudad hizo lo propio, recibió al rey con las llaves de la obediencia, con una inscripción en el paletón “Dios abrirá, y el rey entrará”, y un texto en hebreo en la orla del perfil con el mismo significado. Actualmente las llaves se conserva en la catedral de Sevilla y los orfebres las reproducen como souvenir existiendo una copia de las mismas en el Museo Sefardí de Toledo. Así mismo tras la capitulación de Granada en Santa Fe Boabdil entregó

las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos en enero de 1492, una escena imaginada por Francisco Padilla y Ortiz en su cuadro de 1882 custodiado en el Palacio del Senado en Madrid. La entrega de llaves no era un acto clásico de vasallaje en las guerras contra el Islam, sino en todas las guerras libradas primero por los reinos de Castilla y Aragón y más tarde por el Imperio español, como reflejó Velázquez en la Rendición de Breda (Museo del Prado), cuadro pintado para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. En él Justino de Nassau entrega de las llaves de Breda al general Spínola durante la guerra de independencia de los Países Bajos, pero en este caso las llaves no fueron suficiente ya que en 1848 tras la Paz de Westfalia éstos eran independientes del Imperio español. Objeto y símbolo las llaves fueron y son en nuestros días divisa de propiedad y dominio político uniendo incluso el cielo y la tierra, aunque lo olvidemos y perdamos las nuestras en el mostrador de un bar.