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“Dos hombres y un destino”, el «western» más sexy de la historia

Paul Newman y Robert Redford elevaron a los míticos Butch Cassidy y sundance kid a un nivel inalcanzable de glamour
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Paul Newman y Robert Redford elevaron a los míticos Butch Cassidy y sundance kid a un nivel inalcanzable de glamour.
¿Qué es mejor: la nocilla o la nutella, el cola cao o el nesquik, Paul Newman o Robert Redford? Es el tipo de pregunta insoluble que se agota en sí misma, pensando, fantaseando, con uno u otro componente del binomio. Desde el estreno hace 50 años de «Dos hombres y un destino» sabemos que no cabe, en el mundo del cine, más «sex appeal» por metro cuadrado. A menos que recurramos a «El golpe», en el que Redford y Newman volvieron a hacer de las suyas solo tres años después del exitazo de la cinta, también de George Roy Hill.
Sobre el excelente guión de Willian Goldman en torno a los dos asaltadores de bancos más famosos del Far West, con todos los tonos crepusculares y románticos para vestir el mito del antihéroe americano, el director recreó una huida legendaria hacia Bolivia, seguidos por la autoridad, de estos dos forajidos llena de momentos simpar (el paseo en bicicleta de Newman y Katharine Ross, el famoso final congelado...) y de un halo de glamour impulsado por la belleza incuestionable de todo el casting y su célebre banda sonora. A priori, Steve McQueen iba a ser el Sundance Kid de ese Butch Cassidy que ya había aceptado ser Newman, pero la rivalidad de ambos estaba en su cúspide y el «rey del cool» se bajó del tren. Años después coincidirían en «El coloso en llamas» y McQueen exigió tener las mismas líneas de guión (ni una menos que Newman). Su salida abrió las puertas a Redford, que ya había despuntado como fuera de la ley en «La jauría humana».
En «Dos hombres y un destino» se cruzaron dos carreras legendarias para filmar una de las más entrañables «buddy movie» de todos los tiempos, por más que el nivel de exigencia histórica con estos dos personajes reales fuera lo de menos. Esta no es la historia de Cassidy y Kid, sino la leyenda hollywoodiense de aquellos dos personajes que sí fueron más allá de la frontera boliviana. De hecho, el primer guión de Goldman tenía en cuenta aquella segunda vida de los personajes en Suramérica, pero en los estudios se lo dejaron bien claro: «John Wayne nunca huyó a Suramérica». Hollywood tenía sus reglas y una de ellas era que, en materia de épica, para atrás ni para coger impulso. Así que los chicos malos de Wild Bunch tuvieron que morir en un tiroteo al filo de Bolivia.
La verdad histórica, trufada de todos modos de mito, le sirvió de base a Mateo Gil para un meritorio «western» español, «Blackthorne», rodado en tierras bolivianas. Hechos puntuales aparte, la cinta de George Roy Hill trasciende lo biográfico para dejarnos uno de esos retratos tan americanos de amistad y épica, de admiración por el fuera de la ley, semejante a «Bonnie y Clyde». De hecho, Warren Beatty descartó participar en esta cinta porque la consideraba muy parecida a su reciente trabajo. El éxito de «Dos hombres y un destino» propició que Newman y Redford volvieran a encontrarse en «El golpe», retrato de dos magníficos y atractivos timadores con la Prohibición como trasfondo. Entre ambas cintas, lograron 11 premios Oscar. Ahí es nada.
Ahora bien, ambos tuvieron que esperar a los 80 para ganar su propia estatuilla: Redford como director con «Gente corriente», y Newman como intérprete dando una lección de veteranía al pipiolo Tom Cruise en «El color del dinero».