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El genio incontenible de la música negra

Prince se encontraba preparando sus memorias, que iban a llevar el título de “The Beautiful Ones”.

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Un talento desaforado, una ambición superlativa, símbolo del exceso y también de la excelencia, la muerte de Prince a los 57 años supone el fin de un genio incontenible y una figura indispensable de la música negra y el pop.
Obras maestras como los discos “Purple Rain” o “Sign o’ The Times” marcaron la cúspide de un artista cuyo trabajo, por profundidad y éxito comercial, brilló especialmente en los años ochenta, época en la que sólo Michael Jackson podía, tal vez, hacerle sombra dentro de la música negra.
A lo largo de sus más de 30 álbumes, Prince dio forma a un cóctel musical anfetamínico, innovador y verdaderamente excitante, en el que cabían estilos como el rock, el funk, el soul, el pop, el rhythm and blues y la psicodelia.
Heredero de los renovadores de la música negra en los años setenta como Curtis Mayfield, Marvin Gaye o Stevie Wonder, Prince redefinió y llevó el género a un nuevo escalafón también a través de sus letras obsesivas sobre el sexo, la religión o el amor.
Nacido en Mineápolis el 7 de junio de 1958, Prince Rogers Nelson creció en un ambiente musical dado que su padre era pianista de jazz.
Debutó en 1978 con “For You”, al que seguirían discos como “Prince”, “Dirty Mind”, “Controversy” y “1999”, con los que progresivamente fue ganando popularidad.
Pero todo lo anterior quedo eclipsado por “Purple Rain” (1984), banda sonora de la película homónima que supuso un fenomenal éxito y por la que gano un Óscar a la mejor canción original.
Firmado junto a su banda The Revolution, “Purple Rain” le convirtió en una superestrella ecléctica e inconfundible gracias a canciones como “Purple Rain”, “Let’s Go Crazy” o “When Doves Cry”
La ambición de Prince, multiinstrumentista y perfeccionista en el estudio como pocos, no se detuvo.
De nuevo sacudió los cimientos de la música negra con “Sign o’ The Times” (1987), un impresionante doble álbum de estilo barroco y enrevesado que le garantizó un lugar entre los grandes artistas del siglo XX.
Prince cerró su década dorada con la banda sonora de “Batman” (1989), antes de perder popularidad y enredarse en pleitos legales en los años noventa con su discográfica Warner, lo que le llevó a cambiarse el nombre por un símbolo indescriptible e impronunciable, una pirueta más para un artista acostumbrado a la extravagancia.
Otra muestra de ello fue cuando decidió lanzar de manera gratuita su disco “Planet Earth” con un periódico en junio de 2007, adelantándose de cierta manera a la polémica generada por U2 en 2014, cuando colocó su álbum “Songs of Innocence” en iTunes para todos sus usuarios.
Pero la peculiaridad del artista bebía principalmente de su gusto iconoclasta para la moda, siempre dinámico, colorido, arriesgado y estiloso, optando por conjuntos de dos piezas o monos de un único color o un único estampado.
No dudó en apostar por los tacones, lápiz de ojos, gafas de sol casi siempre negras, pantalones de talle alto y bastones de formas con los que jugaba en una notable evolución desde sus primeros posados desnudo y con bigote para su debut musical, hasta su etapa más fetichista en los ochenta.
Aunque continuó con sus giras y grabando discos, su relevancia disminuyó con el tiempo. Actuó en 2007 en el descanso del Superbowl y su último álbum publicado fue “Hit n Run Phase Two” (diciembre de 2015).
El cantante estuvo casado dos veces. La primera con la bailarina y cantante puertorriqueña Mayte García, entre 1996 y 1999. Con ella tuvo un hijo nacido el 16 de octubre de 1996 con el síndrome de Pfeiffer, que murió siete días después.
Su segundo matrimonio fue con Manuela Testolini Nelson, entre 2001 y 2006.
Prince se encontraba preparando sus memorias, que iban a llevar el título de “The Beautiful Ones”.

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