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El cielo por asalto: Así fue el Frente Popular

La política del «donde dije digo...» ya se impuso en la agrupación de la izquierda a mediados de los 30.
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La política del «donde dije digo...» ya se impuso en la agrupación de la izquierda a mediados de los 30.
No era raro para la época que el PSOE, como sus homólogos europeos, quisiera llevar la República hacia el socialismo. El problema era que un sector importante del partido, sobre todo las bases, despreciaba las reglas del juego democrático, apelaba a la violencia y se arrogaba un derecho exclusivo a gobernar. La radicalización del PSOE se aceleró con su salida del Gobierno en el verano de 1933, el ascenso del Partido Radical de Lerroux, y la derrota en las elecciones de diciembre de ese año. Largo Caballero fue su principal instigador. Ya en aquella campaña electoral habló de sustituir la bandera republicana por la roja, amenazó a las empresas que se resistían al control obrero, aludió a una inevitable guerra civil, y a que los socialistas no aceptarían un gobierno de la derecha. Comenzaron a llamarle el «Lenin español». Largo Caballero se apoyó así en la militancia del partido, con su discurso bolchevizante, para arrinconar al «centrista» Prieto y al «moderado» Besteiro, y en enero de 1934 ya era presidente del PSOE y secretario general de UGT.

División del PSOE

La revolución contra la legalidad republicana de octubre de 1934, mal planeada y ejecutada, y que hirió de muerte al régimen, quiso resolver por la fuerza lo que por las urnas no se había conseguido. Largo Caballero fue encarcelado y Prieto marchó al exilio. Fue entonces cuando Indalecio Prieto se empeñó en la reconstrucción de la coalición electoral con los republicanos de izquierda, enfrentándose así a la tendencia caballerista, que pretendía seguir en solitario. Esto, y cuestiones personales entre los líderes, provocaron en 1935 la división del PSOE.

Manuel Azaña quedó libre de la imputación por implicación en la revolución de 1934, y propuso a Prieto la necesidad de crear una alianza electoral que les devolviera al poder. Azaña realizó una intensa campaña en 1935, con grandes mítines en Valencia, Barcelona y Madrid, hablando de la necesidad de una alianza electoral de toda la izquierda. El propósito era «recuperar» la República; es decir, gobernar a cualquier precio. El tono de Azaña se volvió más radical, incluso demagógico, alentando a las masas contra el gobierno que había montado «una persecución política», una «represión», aprovechando, a su entender, los hechos de 1934. A la Izquierda Republicana de Azaña se unió la Unión Republicana de Martínez Barrio, y el Partido Nacional Republicano de Sánchez Román, que se retiró en cuanto supo que el PCE se añadía a la coalición.
En la primavera y verano de 1935 confluyeron el movimiento de Azaña y Prieto para resucitar la coalición republicano-socialista, con la nueva táctica comunista en Europa. Lenin ya había dado las pautas para la bolchevización de la izquierda y su cohesión en un frente único. Pero no fue hasta el VII congreso del Comintern, en agosto de 1935, cuando Stalin dio instrucciones precisas para que los comunistas buscaran alianzas electorales con los socialdemócratas –que hasta entonces insultaban– y con los «partidos burgueses»; es decir, los izquierdistas moderados. El Frente Popular se concibió como un instrumento para lograr que los comunistas conquistaran la hegemonía en la izquierda, y formar gobiernos de transición al socialismo. En Francia se formó antes, con el nombre de Rassemblement Populaire, y enseguida adoptó el término comunista de Front Populaire. En España era posible ya que la coalición entre socialistas y republicanos había funcionado desde principio del XX, al igual que en el país vecino, y sobre ella se había levantado la Segunda República, y se habían practicado las «Alianzas obreras» entre sindicalistas.
A finales de 1935 ya estaban aliados Izquierda Republicana y Unión Republicana con el PSOE, el PCE –cuya inclusión fue una exigencia de los caballeristas para contrarrestar el peso de Prieto-, y otros siete partidos izquierdistas, como el Partido Obrero de Unificación Marxista, y el Partido Sindicalista, del anarquista Ángel Pestaña. El Frente Popular se oficializó cuando se convocaron las elecciones en enero de 1936. Mientras, en Cataluña el 4 de febrero se reproducía la alianza, impulsada por Companys, llamada Front d’Esquerres de Catalunya. Pactaron que, conseguido el poder, se formaría un gobierno exclusivamente republicano que haría las reformas, daría la amnistía para los de 1934, y dejaría paso a un gobierno revolucionario socialista.

Una dictadura

El Frente Popular polarizó aún más política española, hizo desaparecer el centro político, y sublimó el enfrentamiento como necesidad histórica para echar a la derecha e imponer un régimen propio. La campaña electoral contó con gran dosis de violencia. El Frente Popular ganó las elecciones del 16 de febrero del 36 por un estrecho margen, apenas el 1,5% de los votos. El Gobierno republicano de Azaña quedó en manos de partidos radicales, por lo que quiso que el PSOE de Prieto entrara en el Ejecutivo. Sin embargo, los caballeristas lo vetaron insistiendo en que solo liderarían un gobierno revolucionario, no uno burgués. De hecho, los de Largo Caballero esperaban que la falta de orden público provocara una asonada militar que les justificara para hacerse con el gobierno. El PCE compartía esta táctica para llegar a una «república democrática de nuevo cuño» como transición, y «tomar el cielo por asalto» para un «gobierno de obreros y campesinos»; esto es, establecer legalmente la dictadura. Algunos teóricos del Frente Popular, como Joaquín Maurín, del POUM, veían bien una guerra civil, como en Rusia, que permitiera la imposición de un gobierno socialista. La guerra inició una nueva fase en el Frente Popular, imponiéndose el propósito de aprovechar el conflicto para hacer la revolución, y Largo Caballero formó gobierno en septiembre de 1936.
En Cataluña, la victoria del Front estableció un poder doble: la Generalitat y la CNT, que entró en el gobierno catalán en octubre del 36, y meses después estalló la guerra entre ellos. El Frente Popular unió a fuerzas divergentes. Prieto se convirtió en el principal artífice de la política autonomista para el País Vasco, auspiciada por el PNV, a los que antes despreciaba por ser conservadores, nacionalistas y «vaticanistas». Su implicación fue tal, que desempeñó un papel determinante en la elaboración de su Estatuto en 1936. La unidad frentepopulista duró seis meses, hasta que comenzó la guerra entre sus componentes, donde no importaba la República o tan siquiera la democracia, y permitió que los radicales se impusieran a esos «moderados» que meses atrás habían querido utilizarlos para lograr el poder.