El décimo disparo de Chapman
Chapman ha acudido, por décima vez, a la junta carcelaria oportuna para que se le restituya la libertad condicional
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Chapman ha acudido, por décima vez, a la junta carcelaria oportuna para que se le restituya la libertad condicional.
Eróstrato prendió fuego al templo de Artemisa en Éfeso para que la historia recordara su nombre, pero en esta sociedad laica, donde apenas existen templos célebres y si los hay se los ignora, los eróstratos actuales prefieren matar estrellas pop, que es lo que garantiza la primera plana, o sea, la fama, que es el becerro de oro actual, aunque sea perecedera y efímera, sobre todo en esta sociedad tan Andy Warhol que son las redes sociales. La batalla del hombre siempre ha sido por garantizarse la perpetuidad, que la posteridad le recuerde a uno, y de esa ambición ha surgido toda una épica que arranca con Homero y que alcanza nuestros días. Lo que sucede es que antes sí importaba cómo dignificar la leyenda de uno y no pasar a los libros de historia como un saltabardas y por eso la gente se dejaba matar en las Termópilas o en Salamina en aras del heroísmo o, según escribió el poeta Thomas Macaulay, «defendiendo las cenizas de sus padres», vamos, la identidad cultural y civilizatoria de donde se proviene.
El problema es cuando falta savia intelectual y valor moral, y se las reemplaza por esas ideas espurias que son el fanatismo, la barbarie o la enfermedad de Meursault, paradigma del absurdo contemporáneo que tan bien nos reveló Albert Camus en «El extranjero». David Mark Chapman asesinó a John Lennon, y no a cualquier otro anónimo o circunstancial transeúnte que encontró entre su casa y el edificio Dakota de Nueva York porque el cantante le garantizaba un plus de notoriedad que no le iba a dar cualquier mengano. Chapman conocía bien la distancia que existe entre liquidar a un abogado común y corriente y a un Beatle, y que radica, exactamente, en que la foto de uno vaya a una columna en la sección de sucesos o a todo trapo en la portada. El cine y la música nos ha traído un politeísmo nuevo que son los ídolos del espectáculo, que se han convertido en diana de diferentes admiraciones públicas y también en el objetivo de la puntería de pistoleros anónimos.
Chapman ha acudido, por décima vez, a la junta carcelaria oportuna para que se le restituya la libertad condicional, ahora que sus apellidos ya se redactan junto a los de otros tipos de su mismo calado, como Charles Manson o el asesino del Zodiaco. De momento, Yoko Ono ha advertido a los jueces oportunos, que tomarán una resolución al respecto en los próximos días, que teme por su vida y la de su hijo, y los fans han tomado Central Park con guitarras y gafas redondas para protestar, justo como los jipis de antaño.