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El holandés para bibliófilos

larazon

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Una producción de bella factura, bastante original en su presentación, pero con un complejo entramado psicológico, y con alguna escena un tanto rebuscada, que fue recibida con interés y numerosos aplausos por el público del Liceo.
«El holandés errante», de Richard Wagner. Albert Dohmen, Attila Jun, Elena Popovskaya, Director de escena: Philipp Stölzl. Directora musical: Oksana Lyniv. Gran Teatro del Liceo. Barcelona. 2-V 2017.
La coproducción de la Ópera de Basilea y la Staatsoper de Berlín transforma la historia ideada por Wagner en el sueño romántico de una triste joven a la que su padre obliga a casarse con un hombre, supuestamente rico, de mucha mayor edad. Senta, en la propuesta con dirección de escena de Philipp Stölzl, pasa sus días ensimismada con la novela del Holandés y su recreación onírica se reproduce en el enorme cuadro romántico del mar embravecido que preside la aburguesada vivienda de Daland como si de otro escenario se tratase. La joven vive confundida con la leyenda del atormentado marino que ofrece ricos tesoros por un amor que le redima y su avejentado prometido que nada tiene que ver con ella. La cuidada escenografía del propio Stölzl y Conrad Moritz Reinhardt tiene un gran atractivo y funciona bastante bien como un escenario único, pero muy variado y sorprendente, que se ofrece sin interrupciones. Hay detalles de gran ingenio como la llegada de ambos navíos a la costa o la interacción de los personajes y el coro, pero también algunos recursos poco inspirados, como las hilanderas convertidas en un ejército de limpiadoras o el dúo del Holandés y Senta en dos planos diferentes que no acaban de funcionar a nivel musical. Sorprende al espectador un final muy alejado del espíritu musical y artístico de Wagner, convirtiendo el acto de amor redentor del sacrificio de Senta que en el original se lanza al mar por un tosco suicidio de la joven, más como huida de su triste futura vida conyugal que como esperanza de encontrar un amor inmortal. La directora musical ucraniana Oksana Lyniv sorprendió desde la obertura con una dirección muy potente y dramática de esta partitura de juventud pero sin descuidar los detalles y la exquisitez de los pasajes más líricos de la partitura. Su Wagner tuvo personalidad y estilo y la Orquesta Sinfónica respondió con emotividad y talento a pesar de algún desliz en los metales y en la conjunción sonora. Del reparto vocal destacó especialmente el Daland de Attila Jun en un personaje que le va a la perfección. Además del experimentado Albert Dohmen como Holandés por autoridad y adecuación al rol y sorprendió la impactante soprano moscovita Elena Popovskaya como una Senta de gran poderío vocal, quizá por momentos algo ruda y con algún agudo un punto descontrolado, pero de gran eficacia en uno de los papeles de mayor dificultad del repertorio. Por su parte, el Erik del tenor Timothy Richards destacó también por una voz algo más dramática y consistente de lo habitual pero con una destacada participación en el papel. Muy correcto Mikeldi Atxalandabaso como el Timonel y siempre eficaz la adecuada mezzosoprano Itxaro Mentxaca como Mary. Una producción de bella factura, bastante original en su presentación, pero con un complejo entramado psicológico, y con alguna escena un tanto rebuscada, que fue recibida con interés y numerosos aplausos por el público del Liceo.

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