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El ministerio de la Historia

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La serie de televisión «El Ministerio del Tiempo» ha puesto de relieve la Historia desde la aventura y con una premisa: «¿Qué hubiera sucedido si...?».
España, siglo XX. El Imperio más grande que haya conocido la humanidad, el español, discurre plácidamente por su cuarto siglo de existencia, después de que una jugada genial del sucesor del prematuramente fallecido rey Felipe II, Don Juan de Austria, lograra asegurar su futuro al abdicar del catolicismo y sumarse a la fe protestante. Con este movimiento maestro, dio comienzo una época de esplendor y engrandecimiento continuos, asegurados por un aparato administrativo que, con la Inquisición a la cabeza, se adaptó a la nueva situación. ¿Una locura? Tranquilo, no hace falta que revise sus libros de historia porque, no hace falta decirlo, nada de eso ocurrió en realidad. Se trata tan sólo del contexto del que parte el argumento de la saga iniciada por «Danza de tinieblas», del escritor español Eduardo Vaquerizo, uno de nuestros más destacados autores en ese subgénero de la literatura fantástica conocido como «ucronía», y que el éxito de la serie de TVE «El Ministerio del Tiempo», o el anuncio de que va a adaptarse a la televisión la que puede que sea la más famosa de todas, «El hombre en el castillo», de Philip K. Dick, ha puesto en primera línea de la actualidad.
La ucronía (término acuñado por el filósofo francés Charles Renouvier en su obra del mismo título de 1876) se construye a partir de un principio ineludible: el hecho de que, en algún momento del devenir de la historia, algo no habría sucedido como nos ha sido contado: una batalla mudó su signo, murió algún personaje llamado a hacer grandes cosas, o un cataclismo inesperado alteró profundamente el escenario político o social. A partir de ese momento, la historia cambia y sigue su propia ruta, muchas veces jugando con los efectos de los cambios en personajes que existieron en la realidad.
Este momento de cambio (conocido como «punto Jonbar» en homenaje a un personaje de una novela de Jack Williamson) puede situarse en prácticamente cualquier instante de la historia. La web uchonia.net, un compendio enciclopédico de los innumerables libros editados siguiendo estas premisas, parte desde la misma formación de la Tierra (¿qué hubiera pasado, por ejemplo, si no hubiéramos tenido Luna, o si hubiéramos tenido más de una?) y llega hasta el 2010, planteándose un escenario en el que el Papa Benedicto XVI hubiese sido asesinado durante su visita a Gran Bretaña. Entre medias, todas las variedades: los dinosaurios no se extinguieron («West of Eden», de Harry Harrison); un Imperio Romano que no decae, llega hasta nuestros días y pasa a extenderse por América («Roma Eterna», de Robert Silverberg), el fin de la Europa medieval a causa de la peste y su ocupación por China y el Islam («Tiempos de arroz y sal», Kim Stanley Robinson), un Hitler victorioso tras la Segunda Guerra Mundial («Patria», Robert Harris)... Las posibilidades son inmensas, y todas muy sugerentes.
Alterar la realidad
Gran parte de la ingente literatura nacida al calor de este género tiene mucho de juego, pero en otras ocasiones reviste una potente carga que busca profundizar en determinados hechos y significados de la realidad a través de su alteración. Así, por ejemplo, la muerte de Franco produjo un brote de obras ucrónicas («En el día de hoy», de Jesús Torbado, premio Planeta 1976, o «Los rojos ganaron la guerra», de Fernando Vizcaíno Casas), que planteaban la entonces provocadora alternativa de una Guerra Civil ganada por el bando republicano. En otros, como «Fuego sobre San Juan», de Pedro García Bilbao y Javier Sánchez Reyes, o «Historia lógico natural», de J.J. Merelo, se lanza una mirada a cómo hubiera sido la historia de España si nuestro país no hubiera perdido la guerra de Cuba. De hecho, la obra de Merelo va más allá, retratando un país capaz de aprovechar los avances tecnológicos de genios olvidados como Torres Quevedo, Cervera Baviera o el mismo Peral, como medio para retratar las carencias y pérdida de oportunidades de nuestra historia real.
«Las ucronías nos ofrecen una oportunidad única para volver a escribir la historia, y esto no es nada baladí. Sus autores pueden servirse de ello, para, por ejemplo, dar más voz a colectivos que no suelen participar en la historia, como las mujeres, los desfavorecidos, o incluso en el caso del colonialismo, otras culturas. Creo que la literatura tiene un papel que cumplir de comentario a nuestra sociedad, y la historia no se queda fuera de esto. Las ucronías nos ayudan por lo tanto a buscar respuestas sobre nuestro pasado, tratar de entender qué ocurrió y cómo hemos llegado hasta aquí, así no tenemos que repetir los mismos errores. Y la literatura, como cualquier arte, tiene un papel que cumplir en ello». Marian Womack, una de las más destacadas traductoras y conocedoras de literatura «steampunk» y cofundadora del sello Nevsky Prospects, señala así una de las funciones de una literatura que, a fuerza de señalar otro pasado que nunca ocurrió, en realidad nos interpela sobre nuestro propio presente. J. J. Merelo, por su parte, apunta al enorme potencial del género, que explicaría su creciente éxito: «Mezcla dos o tres temas que son atractivos de por sí y tienen muchos seguidores: por un lado, la historia; nunca pasan de moda las novelas históricas. Generalmente son también historias de aventuras, que también llaman la atención a un público amplio. Y, por último, sin dejar de ser ciencia ficción, no hay láseres ni marcianos (quizás viajes en el tiempo), con lo que también atraen a los seguidores de este género».
Coto reservado
El éxito atípico de «El Ministerio del Tiempo», que acaba de renovar para una segunda temporada después de una campaña sin precedentes en nuestro país por parte de sus muchos seguidores en las redes sociales, supone también, junto a la publicación en grandes editoriales generalistas de obras como «Tesla y la conspiración de la luz», de quien esto firma, que la ucronía está llamada a dejar de ser un coto reservado a los más fieles seguidores para llegar al gran público». El fantástico y la ciencia ficción tienen tradición en España. En su literatura, en su televisión (antes de las privadas), en el cómic... Desgraciadamente, algunos decidieron de repente que era algo que “no gustaba a la mayoría”. Se equivocaban» afirma Javier Olivares, uno de sus creadores.
En realidad, la serie relata en cada capítulo una «antiucronía», pues el trío protagonista, agentes temporales procedentes de distintas épocas, se afanan en cada capítulo por evitar que los acontecimientos se aparten de lo que relatan los libros. Una táctica que, lejos de afirmar que vivimos en la mejor de las historias, vuelve a servir para poner de relieve «que la historia siempre acaba mal para los ciudadanos de a pie. Dios nos libre de vivir momentos históricos apasionantes: son revoluciones, guerras... Por debajo de la gloria de algunos, siempre está el drama de muchos», dice Olivares. Y, ¿servirá la serie para que nuestras televisiones, públicas o no, apuesten más por ideas que, como «Doctor Who» en la BBC, con más de medio siglo de vida, pueden convertirse en icónicas? «Nosotros sólo hemos creado una serie en la que contamos lo que sentimos y con la que pretendemos divertir y hacer reflexionar. Más allá de eso, no soy quién para hacer esa predicción. Me conformaría con que nuestra ficción valorara más a sus creadores y les dejara trabajar con su estilo. Es lo que hemos hecho nosotros gracias a TVE».

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