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«El tesorero»: un maletín repleto de carcajadas

larazon

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Ibáñez celebra el número 200 de sus «sexagenarios» Mortadelo y Filemón con una aventura plagada de guiños a la actualidad
Quizás les suene: el Ministro del Peculio encuentra las arcas del Partido Papilar vacías, «mondo y lirondo»; nadie sabe nada pero...el tesorero ha desaparecido; sólo cabe una salida desesperada: recurrir a Mortadelo y Filemón, los agentes más ¿sagaces? de la TIA. De esto, y mucho más –gran profusión de «aaagh», «uff», «fú y «ptchaf»–, va «El tesorero» (Ediciones B), la última aventura de los dos personajes franquicia del dibujante Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936). Eso sí, aunque el tufillo a telediario pasado por un Callejón del Gato a lo bestia sea más que evidente, este maestro del humor y el birlibirloque, es capaz de retorcer hasta lo más obvio: «cualquier parecido con la realidad es pura casualidad», decía ayer durante la presentación del libro que lleva a Bárcenas (y su peineta) en la misma portada. Verborreico e impredecible, en el Círculo de Bellas Artes –institución que el año pasado le dedicó una exposición retrospectiva–, Ibáñez insistió en que «el tesorero es un personaje que surge quizás de manera inconsciente al ver todo lo que salía en televisión y radio; pero no me aprovecho de él para criticar su forma de hacer, de pensar o de maniobrar, sino para que haya mil gags con Mortadelo y Filemón; yo no pretendo que la gente diga cuando lo lea ‘‘mira qué malo es este tío’’, para eso ya está otra gente, yo sólo pretendo que se rían».
12.000 páginas de los agentes más famosos
La carcajada es el cometido último y exclusivo de estos dos personajes desde que salieran del lápiz del dibujante en 1958, en la revista «Pulgarcito», un año antes de, por ejemplo, otro grande del ramo: «Astérix y Obelix». En estos 60 años, la pareja de agentes ha ido repartiendo estopa a diestra y siniestra, primero con «pies de plomo y con un ojo en el lápiz y otro en la oficina de la Censura», y luego con más acidez aunque alejado de la crítica meramente social o política e interesado exclusivamente en amenizar una velada lectora, «como un somnífero». Este «El tesorero» que llega hoy a las librerías hace ya el número 200 de las aventuras de Mortadelo y Filemón y demuestra la salud de hierro de estos «sexagenarios» y de su creador, que sólo de estos agentes –no contamos a Pepe Gotera y Otilio, 13 Rue del Perceve, Tete Cohete, etc...– ha emborronado 12.000 páginas y vendido 29 millones de ejemplares. Desde Ediciones B celebran el éxito por anticipado de esta nueva edición: ya se ha colocado en librerías 50.000 ejemplares, dos ediciones enteras incluso antes de salir a la calle. Un éxito garantizado por la marca Ibáñez, pero también por la faceta más gamberra en lo político de este último número. «Pero yo nunca he hecho crítica sangrienta», matiza el dibujante, «así que el que se vea retratado en un personaje no es como para ponerme un pleito». No obstante, a sus casi 80 años, Ibáñez aún pega el oído y agudiza el ojo ante todo el material que hay ahí afuera: «Cada nuevo tema me lo dais los de la prensa y las teles –y encima no pago– y los políticos; a veces digo que los políticos nos hacen competencia desleal a los dibujantes, porque la gente se ríe más con ellos que con nosotros». Pero no le vengan al maestro con Política: les hablará de «marcianitos», de «cinema rancio» y de aquel día en que... Ni siquiera se responsabiliza de lo que otros interpreten de sus personajes: «Nunca los he creado con transfondo político, pero luego la gente venía diciendo que qué acertada la miopía de Rompetechos o que si Pepe Gotera y Otilio lo estropeaban todo era por esto o aquello».
En «El tesorero», amén de Bárcenas, se pueden encontrar otros «parecidos razonables», como el del «ministro del Peculio» (Montoro), el presidente Rojoy, el líder de la oposición Rubacalva y alguno más. Estos dos últimos ya han visitado en otras ocasiones las páginas de un dibujante que, a medida que cumple años, parece ir apoyándose más en la actualidad. De hecho, Ibáñez avanzó ayer que su próxima entrega se titulará «Sueldecitos más bien bajitos» y pondrá a Mortadelo y Filemón en el paro y en el trance de pluriemplearse allá donde les dejen. Cualquier cosa menos jubilarse, «porque no me dejan» y porque, en el fondo, no sabe vivir de otro modo: «Si hay dos cosas bien avenidas en este mundo son mi trasero y el taburete». El dibujante sigue fiel al papel y lápiz, los materiales con que empezó su trayectoria a mediados de los 50 tras un paso breve por el Banco Español de Crédito en calidad de botones. Nada de ordenador, porque, «aunque reconozco que pueda ayudar, yo no sé aún de ningún ordenador que sepa crear nada». Lo suyo sigue siendo el retuécano, la onomatopeya, el humor a los Harold Lloyd o Jaimito (dicho por él mismo), la constante combinación de chistes de expresión, de dibujo y de situación para dar de forma sencilla, directa y efectiva con la carcajada del lector. La fórmula del año 58 sigue siendo válida hoy en día: «Es tremendo y terrible que duren tanto estos personajes porque la gente se pregunta, ‘‘si Mortadelo y Filemón tienen 60 años, ¿cuántos tiene el autor?’’».
Del escaño a la tira (y vuelta)
Prácticamente no hay político o personaje público de nuestro país y parte del extranjero que no haya hecho un cameo en las páginas de Mortadelo y Filemón, especialmente desde que la censura aflojó la cincha, pues, hasta entonces, no era cuestión de jugársela: «Recuerdo un personaje de 13 Rue del Percebe que era el Dr. Frankenstein, que cada tira inventaba un nuevo monstruito, hasta que un día fue tachado por la censura argumentando que ‘‘qué era eso de crear personas vivas cuando eso sólo lo podía hacer el Sumo Creador”». Con la llegada de la democracia, Ibáñez tomó prestado de la actualidad cuanto le vino en gana: desde las Olimpiadas de Barcelona, el precio de la gasolina, el furor futbolístico, la llegada de los ordenadores... Y, sobre todo, sus tiras se plagaron de caras reconocibles. Todos los presidentes del Gobierno han pasado por ahí -e incluso el golpista Tejero-, cantidad de ministros, políticos varios y personajes de la vida social. Alguno, como Felipe González, se confesaba «fan» del dibujante y otros, si le guardaban inquina, «nunca me lo dijeron». Pero además del producto nacional, líderes mundiales como Castro, la Reina de Inglaterra, Obama o varios papas también han tenido su «minuto de gloria». Muchas de las propias portadas del cómic son reveladoras de hasta qué punto la actualidad es la excusa perfecta para las aventuras de estos dos personajes: «Marrullería en la alcaldía», «Maastrich... ¡Jesús!», «El gran botellón», «Politono Hamelín», «¡El carnet al punto!»...

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