Enrique Viana: «No me explico cómo hay tiempo para ver la televisión»
Después de acercar la zarzuela a los niños con «MasterChez», donde también les educaba en hábitos alimenticios, acaba de comenzar los ensayos de «¡24 horas mintiendo!».
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Después de acercar la zarzuela a los niños con «MasterChez», donde también les educaba en hábitos alimenticios, acaba de comenzar los ensayos de «¡24 horas mintiendo!».
Decía el abuelo de Enrique Viana que «la puntualidad es una gran virtud» y, siguiendo sus directrices, el tenor agradece que la cita empiece en hora: «Soy un maniático de la exactitud», remarca. Tiene Viana la mirada puesta constantemente en el pasado «porque cada vez soy más consciente de que mis generaciones anteriores me dan de comer hoy por el legado que dejaron». Le convirtieron en un niño «rarito» al que le gustaba la zarzuela y ahora eso mismo es lo que ha intentado hacer con «MasterChez», la pieza lírico-gastronómica con la que ha acercado el género a los más pequeños y que Bianco ya ha dicho que le gustaría programar. Mientras, acaba de comenzar los ensayos de «¡24 horas mintiendo!» –en el teatro de la calle Jovellanos, desde el 29 de junio– y propone a Canal reponer «Le frigo» en homenaje a Gustavo Tambascio, la obra de Copi que el cantante interpretó el año pasado y el que es el último trabajo del director argentino en España. Pero hablar con Viana es mucho más, es introducirse en un mundo laberíntico de mil colores.
–Sobre el escenario o escuchándole en rueda de prensa, usted gusta a la gente...
–¡Súbeme la moral que falta me hace! (Risas). Tengo muchas cosas que serían para ponerme contento, pero cuando uno le da a la cabeza se complica la vida. Lo de pensar es una cosa mala. Te garantiza la infelicidad, que es directamente proporcional a la cantidad de horas que dedicas a pensar.
–Pues no pensemos, pero demos zarzuela a los niños, ¿no?
–«MasterChez» era un caramelo y por eso reescribí todas las letras para darles el mensaje y siempre respetando cada corchea y cada silencio de negra. Me preocupó la tendencia que hay de comer mal, así que quise dar unas pautas de alimentación sana y tres valores importantísimos, que son los jueces de la obra: la Amistad, el Estudio y, un poco menos, el Deporte...
–¿Usted ha hecho deporte?
–Creo que a mis años me encuentro bastante bien porque no lo he hecho jamás. Y lo digo aunque sea impopular (risas). Y volviendo a la función, mientras los chavales ven una gran orquesta en directo, les transmitimos la importancia de comer bien. Te crees que no se han enterado de nada pero están en esa época en la que son una esponja.
–Zarzuela y buenos hábitos, dos pájaros de un tiro.
–Y es que, además, nuestra cocina es estupenda.
–Estamos en pleno «boom» culinario provocado por esa televisión que sé que le cuesta digerir.
–Vi un programa y me pareció maltrato, todos los niños lloraban. No me explico cómo hay tiempo para ver la televisión. No hay horas en el día si tienes que leer, estudiar, crear, escribir...
–Siempre dice que fue un niño «raro», ¿sigue siéndolo?
–¡Cada vez más! Ahora lo reconozco, aunque de pequeño algo intuía... No tengo Facebook ni Twitter y soy feliz. Además, sigo escribiendo a mano.
–Tampoco rechace la tecnología, que le puede ayudar en esto último...
–Ya, pero la caligrafía me encanta y si no la hiciera sentiría haber perdido el tiempo rellenando los cuadernos de niño. Y no deja de ser algo artístico. Tuve la suerte de crecer rodeado de unas mujeres que me decían: «Enriquito tienes que saber hacer de todo para ser independiente». Aunque se les olvidó avisarme de lo de conducir, por lo que no aprendí hasta los 53 años. Siempre se lo reproché (risas). El día que me saqué el carné dije: «Va por vosotras, que se os pasó».
–Es de los mayores pesos que uno se puede quitar.
–¡Imagínate! Era el abuelo de los que se examinaban. Todos lloraban porque suspendían y estaban presionados por sus padres y por el dinero. Yo aprobé el práctico a la segunda y el teórico a la primera, y estoy convencido de que fue por renunciar a pensar. Me pareció una experiencia apasionante y tomé un montón de notas para escribir un sainete porque lo que pasaba en las clases era lo más grande. Todo era una polémica continua.
–¿Y dónde quedó el sainete?
–Tengo que retomarlo, pero ahora se quedaría en un monólogo.
–La pregunta del millón, o la del momento: ¿qué se gana/pierde con la fusión entre el Real y la Zarzuela?
–Ufff... No lo sé. Es una incógnita, pero llegados a este punto, en el que ya se ha firmado, lo único que se puede hacer es tener esperanza y confiar en que sea bueno para ambas partes. Pienso que con voluntad puede serlo y creo que están en el camino de darse la mano.