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Entrevista

Enrique Vila-Matas: «A Marlon Brando lo convertí en uno de mis personajes»

El autor barcelonés publica «Ocho entrevistas inventadas»

Enrique Vila-Matas: «A Marlon Brando lo convertí en uno de mis personajes»
Enrique Vila-Matas: «A Marlon Brando lo convertí en uno de mis personajes»Miquel González/Shooting

Un joven redactor de la revista «Fotogramas» recibe el encargo de traducir al castellano la muy cara entrevista con Marlon Brando que acaba de adquirir la publicación cinematográfica. Como no sabe inglés, decide crear su propia versión y, sin saberlo, está poniendo la primera piedra a su propia carrera literaria. Ese joven se llamaba Enrique Vila-Matas y esas conversaciones se han reunido en un volumen titulado «Ocho entrevistas inventadas», publicado por H & O Editores que el próximo día 10 se presenta en Madrid. El autor mantuvo ayer esta entrevista no inventada con este diario.

¿Cómo entra en el mundo del periodismo?

Quería estudiar Filosofía y Letras, pero mi padre dijo que no, que hiciera Derecho que era más útil, algo en lo que no le faltaba razón. Me aburría profundamente, aunque iba sacando los cursos. Al final, entré en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, con Triadú, donde había una treintena de periodistas que hicieron carrera, como Antonio Franco. Así que por la mañana estudiaba Derecho y por las tardes hacía Periodismo. Un día surgió la posibilidad de acompañar a una compañera del curso que me llevó a la redacción de la revista «Garbo» para pedir trabajo, y que la acompañara. Entonces, estando allí conocí a Elisenda Nadal. Era verano y a ella no le dieron el trabajo. Después, estando en Platja d’Aro me tropecé, literalmente, con Elisenda dando la total casualidad de que buscaba un redactor de verano, porque la que trabajaba allí seguía de vacaciones. Tenía veinte años y aquel fue un trabajo perfecto porque hasta ese momento porque no había publicado nada.

¿Qué pasó con Marlon Brando?

A la tercera semana de estar allí es cuando me dicen que traduzca una entrevista que les ha costado muchísimos dólares, de una periodista americana con Marlon Brando quien no concedía entrevistas. Es en ese momento cuando no digo que no sé inglés, y voy directo. Ha quedado como que era por miedo a ser despedido, pero no creo que me hubieran despedido. De alguna forma es un impulso creativo.

Pero con Brando fue reincidente. En el libro aparecen dos entrevistas inventadas con él.

Creo que ya habían pasado diez años con respecto a la primera. Durante la movida madrileña había una revista que ahora está un poco olvidada, pero que era interesante. Se llamaba «Dezine» y la llevaba Agustín Tena. Les ofrecí la entrevista verdadera de Marlon Brando, pero avisando de que también estaba inventada y que cada diez años me inventaría una creado un juego a lo Perec. Esta segunda ya está más elaborada.

¿Su Marlon Brando es un Marlon Brando falso o posible?

No creo que se acerque a la realidad. Lo que dicen los hippies en concreto, que es una frase que creo que divertida, era contraria a todos mis principios porque yo era hippie. Con Brando hice como un personaje de los míos que no tiene por qué pensar lo que yo pienso, algo que es la gracia de escribir porque puedes poner en boca de alguien lo que te dé la gana..

Con quien tuvo problemas fue con Rovira Beleta.

Sí. Él no había estado muy simpático conmigo. De entrada, él censuró que fuera con una chica. Hubo tensión. El padre de Elisenda, que era un señor de la época, recibió la llamada de Rovira Beleta, de su amigo de generación. Ahí sí que corrí peligro. Elisenda fue una maravilla como directora porque sabía cómo era yo y mi estrategia. Porque una cosa era inventarte entrevistas de personajes internacionales, donde había un riesgo menor, pero inventártelas de personajes nacionales...

Pero en este juego de entrevistas se atreve a más.

A medida que hago una más inventada, me atrevo a más. Viéndolo ahora, con cincuenta años de diferencia, está claro que me divertía mucho el juego e ir probando. El colmo está en la de Cornelius Castoriadis, el filósofo y pensador anarquista griego. Fui a entrevistarlo en su hotel, pero con la entrevista hecha, sacado todo de un libro que había leído suyo. Ahí ya activo el juego muy alto, porque voy sin papel, sin magnetofón, con los brazos cruzados y preguntándole. Él, que además es un político comprometido, me dice: «oiga, pero usted no apunta nada. Yo soy una persona muy comprometida, cualquier frase mía distorsionada es un problema». Le dije que no se preocupara y que lo saldría en la entrevista era todo lo que salía en su libro. ¿Por qué quise hacer tan patente?

¿Podríamos decir que mejoraba a sus entrevistados?

Tengo muy claro que sí. Les daba una dimensión humana. Estoy seguro que eso es algo que no tenían los actores de Hollywood, como Brando. Ellos decían tonterías, pero estaba bien que las dijeran porque para eso eran mitos.

¿En estas entrevistas estaba el germen de su futura obra literaria?

Totalmente. Todo estaba ahí desde el principio, sin darme cuenta, claro, en ese momento. Naturalmente hay muchas variantes en cada nuevo libro mío, pero son libros con máscaras en los que permanece siempre la voz del autor que es la que encuentra el lector.