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Entre la exaltación y la manipulación

Las izquierdas y los falangistas se apropiaron la figura y la obra de Antonio Machado desde su muerte, el 22 de febrero de 1939.
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Las izquierdas y los falangistas se apropiaron la figura y la obra de Antonio Machado desde su muerte, el 22 de febrero de 1939.
Las izquierdas y los falangistas se apropiaron la figura y la obra de Antonio Machado desde su muerte, el 22 de febrero de 1939. El falangista Dionisio Ridruejo, director general de Propaganda, prologó las «Obras completas» de Antonio Machado en 1940, señalándole como maestro a pesar de haber servido «frente a mí en el campo contrario». Ridruejo y el grupo de la revista «Escorial» presentaron a Machado como uno de tantos que había sido engañado por el comunismo, pero no un enemigo de España. Era parte del patrimonio patrio. La intención era integrar a Machado en un proyecto de cultura española común. No obstante, esas «Obras completas» omitían los versos escritos durante la guerra, y pasajes de «Juan de Mairena» referidos a temas religiosos y sociales. Pedro Laín Entralgo publicó un estudio en 1945 identificando la obra machadiana con el propósito de Falange: una visión española del hombre moderno y del mundo. Esa misma idea estuvo en el número especial de «Cuadernos Hispanoamericanos», dirigida por Laín, para conmemorar el décimo aniversario de la muerte del poeta. La etapa republicana se presentaba como un paréntesis en el sentir de un enamorado de España, o simplemente se omitía, como en la biografía autorizada que escribió Miguel Pérez Ferrero en 1947. Mientras, en el exilio, la figura del poeta sevillano quedó ligada a la derrota. José Bergamín inauguró la editorial «Séneca», en México, con la edición de sus «Obras completas», también en 1940, como Ridruejo. Los comunistas tomaron su figura como símbolo del vínculo entre la cultura, el pueblo y su idea izquierdista de democracia. Así lo escribieron León Felipe, Bergamín o el comunista soviético Rafael Alberti. La evocación del machadiano las «dos Españas» –«Una de las dos Españas/ha de helarte el corazón», de «Campos de Castilla» (1912)– servía para el victimismo de los derrotados y la identidad de los exiliados. Usaron como ejemplo el poema que dedicó al general comunista Líster, que terminaba: «Si mi pluma valiera tu pistola/de capitán, contento moriría». Sus poemas eran emitidos en los programas de Radio España Independiente, la «Pirenaica», y su figura glosada por profanos y escritores.
Era una nueva instrumentación política. Frente al Antonio Machado como escritor comprometido y progresista, situaban a su hermano Manuel, un «facha». Despreciaban así al gran poeta de «Alma» (1902), «El mal poema» (1909) o «Ars moriendi» (1921) porque había escrito unos versos elogiando a algunos generales franquistas, como Antonio hizo con Líster. Lo curioso es que los dos hermanos escribieron el drama «La diosa Razón», un manuscrito inédito encontrado entre sus papeles, proyectando sobre el devenir violento de la Revolución francesa, idealizada pero sangrienta, sus temores por la brutalización de la Segunda República. Al otro lado, en consonancia con el proyecto del ministro Ruiz-Giménez de integrar la cultura española, Concha Espina publicó en 1952 un artículo en «Abc» reivindicando al Antonio Machado espiritual, sugiriendo, además, que se repatriaran sus restos mortales. Este propósito lo asumió sin éxito la Academia Española en 1957. Para entonces, el Machado poeta ya se había recuperado. Algunos de sus amigos le hicieron un homenaje en 1951 en un conferencias de los cursos de verano para extranjeros en Segovia, que luego se publicaron; eso sí, sin referencias políticas. A los veinte años de la muerte del poeta, en 1959, hubo homenajes en Colliure, Segovia y Madrid. El PCE organizó el primero, con un dibujo que encargó a Picasso y un comité en el que figuraban Sartre, Beauvoir o Louis Aragon. El acto quiso ser de reconciliación de las «dos Españas». Allí estuvieron Jorge Semprún, Tuñón de Lara, Blas de Otero, los Goytisolo, Gil de Biedma y Carlos Barral, entre otros. El de Segovia también estuvo orquestado por comunistas, pero contó con el apoyo de Menéndez Pidal, Marañón, Pérez de Ayala, Laín, Cela, Buero Vallejo y otros muchos que no eran de izquierdas. A éste le siguió otro en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, con un llamamiento a la reconciliación. Era un nuevo uso de la figura de Machado: la concordia entre las «dos Españas».
El centenario de su nacimiento, en 1975, fue aprovechado por el PSOE de González y Guerra para apropiarse del poeta. Machado quiso convertirse en el símbolo de una Transición protagonizada por los socialistas, a lo que ayudó la instrumentación que hicieron cantautores de la época como Serrat y Paco Ibáñez, quienes siguieron con el mito republicano de izquierdas. La figura de Antonio Machado siguió en el debate político: unos, los socialistas, quisieron apropiárselo en la conmemoración de los cincuenta años de su muerte, en 1989, y otros, liberales y conservadores, lo presentaron como la demostración de que la España democrática había superado fantasmas del pasado.
Hoy, todo esto se ha olvidado, salvo por algún político, como Pedro Sánchez, quien escribió en Twitter el 21 de abril de 2015: «Desde Soria, cuna de Machado». En fin; como escribió el poeta nacido en Sevilla: «De diez cabezas, nueve/embisten y una piensa./Nunca extrañéis que un bruto/se descuerne luchando por una idea».